Mallorca es su hogar, y Acapulco, su fortaleza. Rafael Nadal es, por tercera vez, el rey del Abierto Mexicano de Tenis, tras vencer (6-3, 6,2) al estadounidense Taylor Fritz en la final.
Como fue durante todo el certamen, el español sólo necesitó dos sets para despachar a quien se atrevió a desafiarlo, acto audaz si se considera que su presencia en el puerto suele ser inmaculada.
El destino planteaba un escenario ideal para el adiós del Princess Mundo Imperial, y el consentido de la afición mexicana fue el responsable de clausurarlo con con la dosis indicada de historia.
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Imponente desde que salió a la pista, Nadal recibió el calor que sólo combinando el sureste de Guerrero y el público mexicano se puede concentrar. Ahí, el desenlace ya era previsible. El Guaje de Plata tenía dueño.
El ánimo de la grada no cesó, ni siquiera cuando, temprano en el partido, tuvo certeza de que el espectáculo llegaría otro día, gracias a la colosal superioridad del número dos del ranking, sobre un joven de 22 años a quien jamás había enfrentado en un torneo ATP.