A el apodo del 'Coto' le quedó como anillo al dedo. Así fue su vida por mucho tiempo, al menos desde aquella mañana en la que le dijeron que no podría ser futbolista profesional.

Jugaba futbol, ese era su anhelo y lo perseguía aliado a la disciplina. Sin fiestas, bien alimentado, hasta que se lastimó. "Ya estaba en Gallos Blancos a punto de firmar contrato. Me vieron trastabillar en un interescuadras y se vino todo abajo", recuerda en entrevista con EL UNIVERSAL Deportes.

"Me dijeron que si me operaba y quedaba mi rodilla, ellos me reembolsaban la operación, pero mis papás no tuvieron dinero".

Entonces todo se vino abajo. Empezó a delinquir. No tuvo que ir muy lejos para hacerlo, en su colonia todos lo hacían, él solo metía las manos en las peleas, pero se había mantenido al margen, hasta ese día.

"Todos mis amigos eran rateros , así que les pedí que fuéramos a robar, era una manera de desquitarme, sentía que no tenía futuro en nada".

Era algo fácil y se fue 'graduando' en el delito. Pronto se convirtió en líder del equipo, aunque por su fama de valiente, él ejecutaba y los otros cobraban el dinero. "Saltamos al transporte y después le dimos a carros sobre pedido, y las estupideces no paraban. Me sentía famoso en la colonia, empoderado", lo que el futbol no pudo darle.

Pero tarde o temprano fue atrapado. La primera vez sus papás pagaron 50 mil pesos para liberarlo, 40 mil menos del costo de aquella operación que no pudo hacerse meses antes.

Después lo detuvieron por un robo más grande y otra vez su familia salió al rescate, aunque la ayuda fue matizada con la advertencia de que sería la última oportunidad. "En esa ocasión me dieron una golpiza y mi familia pagó otros 40 mil pesos. Prometí llevármela por la derecha, nos cambiamos de casa y mi tío Raúl me llevó al box para que sacara mi furia".

El boxeo no era nada para él. En la secundaria lo corrían por peleonero pero nunca pensó calzarse unos guantes en una pelea seria. "Se me hacía algo fácil . Llegué a la final del torneo de 'Guantes de Oro'; al siguiente año lo gané, me sentía relajado y fui padre por primera vez", la vida parecía cambiar.

Tenía 20 años de edad, algo grande para triunfar en el boxeo, compitiendo contra gente que toda su vida se la había dedicado al pugilismo. "Peleaba con el sueño de comprarme un traje. La promotora que me traía me ponía contra sus invictos y les gané. Pero no había mucho apoyo y dejé un año el boxeo, renuncié a una pelea por miedo a perder".

Ernesto Ortiz era el rival y por él volvió al ring buscando revancha. Llegado el momento lo noqueó. "Aún no me gustaba el boxeo, pero ya quería ser alguien en este deporte, entrené como nunca por miedo a perder. El día de la pelea me subieron de 8 a 10 rounds, así me trataban. A mi nadie me enseñó a tirar un jab, aprendí a golpes".

Le quitó el invicto a Antonio Morán, su premio, 10 mil pesos, su equipo se quedó con más de 50 mil. Se creció a ese castigo, siguió ganando y se coronó como monarca nacional.

Ante la victoria, su vida se volvió a tambalear. Otros 'amigos' le pidieron que los entrenara, se percató pronto que no se dedicaban a algo legal, pero guardó distancia y siguió su andar. Piso el ring de la Arena Coliseo y venció al Pantera Zaguilán. A cambio, lo 'pararon' un año y volvió a las andadas, "perdí todo, metido por completo en la fiesta".

El boxeo solo era su pasatiempo, era lo que hacía para ganar dinero, hasta que un golpe del destino lo marcó para siempre. "Me detuvieron de nuevo en la calle, esta vez sin haber cometido un delito. Solo escuché que hablaron por teléfono que ya tenía al boxeador. Ya sabía que aquellas personas eran secuestradores y extorsionadores, pero hacía mucho tiempo que había perdido contacto con ellos. Me torturaron para que les dijera dónde estaban. Fue la peor sensación, les pedía que me mataran", relata al borde del llanto. Así cambió su vida, quedó a mano con todo lo que debía, "me dejaron en la calle pero vivo".

Entonces se reencontró con su viejo amigo, con el boxeo al que tantas veces tomó a juego. Empezó a entrenar y a pelear en la Hacienda Nueva Vida, haciendo las cosas diferentes, disfrutando la vida. "Por primera vez trabajé, entrenando gente por 200 pesos al día. Y con la ilusión de triunfar en el boxeo".

Hasta que hace unas semanas llegó la oportunidad por el fajín internacional superwelter del CMB enfrentando a Galvis Guerra, lo venció para sonreír de nuevo como campeón.

A los 33 años de edad, el 'Coto' no sabe hasta dónde llegará su idilio con el boxeo, "pero ahora el boxeo es mi vida. Haremos una promotora en la que nuestros peleadores van a tener servicios médicos, que suban con un mayor respaldo, que el boxeo cambie en México. Cuando no tienes un gran apellido en el boxeo te tratan como basura", sentencia.

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