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ariel.velazquez@eluniversal.com.mx
Los aficionados esperan más que una victoria cuando van a un juego de beisbol, y eso es evidente cuando se trata de conocer la nueva casa de los Diablos Rojos del México.
La novena capitalina estrenó de forma oficial su estadio durante este fin de semana contra los Tigres de Quintana Roo. Aunque el nuevo inmueble de la capital es espectacular al ser construido específicamente para el beisbol y sólo para el beisbol, la experiencia para los fanáticos es similar a la que se vivía en la década de los 90 y no como la actualidad lo exige.
Tan solo el ingreso y la salida se pueden convertir en odisea. El punte que sirve para cruzar la pista del Autódromo Hermanos Rodríguez es una lonja que se satura en los minutos previos a los encuentros al ser estrecha. Prácticamente se vuelve una extensión de alguna de las estaciones del metro en donde por más que se desee acelerar el paso, no se puede, y te vuelves parte de una multitud que avanza como si fuera la corriente del mar.
A la salidad de los juegos que terminan de noche —cinco de seis juegos en la semana de local—al público le espera una dosis de adrenalina que se genera al caminar en la oscuridad. Si el auto lo dejó en el estacionamiento satétlite del Estadio Alfredo Harp, a la caminata a ciegas se le agrega el factor suciedad, pues el espacio asignado es terracería que dejan el coche y los zapatos de los usuarios de un “lindo” color cenizo.
En tiempo en los que el dinero electrónico se usa más que los billetes y las monedas, el Alfredo Harp no permite el pago con tarjetas o aplicaciones.
En la capital, la tradición dice que ir al beisbol es ir a comer tacos de cochinita. Sin ser pitcher, bateador o manager, los tacos de cochinita forman parte esencial de la experiencia. Pero a diferencia del Parque Delta, el Foro Sol o el Fray Nano, ahora, o ves el juego o te formas por lo menos una hora.
Por el momento, los famosos del beisbol no cuentan con vendedores en las tribunas.
Cuando el encuentro tiene sus puntos muertos por cambio de inning o pitcher, la interacción con el aficionado o el espectáculo que se entrega extra, parece de 1980, con un grupo de porristas con coreografías que no sorprenden ni atraen a nadie.
Corrección: En el artículo original se escribió que el estadio no cuenta con cajeros automáticos, lo que es un error. Hay un par a un costado de la Tienda Diablos