El pateador de los Jets de Nueva York se encuentra en la cancha en un estadio al momento de mirar hacia las tribunas, donde ve a su madre y a su futura novia apoyándolo.
Castillo nunca le contó a nadie esta visión recurrente hasta que escribió dos cartas mientras viajaba a Kansas City para enfrentar a los Chiefs en su segundo partido de la NFL, el 1 de noviembre.
Una iba dirigida a su madre, María Guadalupe Cáceres, y la otra a su prometida, Adriana Cavazos-Loya, quien se espera dé a luz al primer hijo de la pareja en enero.
“Lo extraño es que en ese sueño mi dama también estaba embarazada”, dijo Castillo en una entrevista telefónica. “Yo pensé, ¿cuáles son las probabilidades de que eso ocurra? Cuando les escribí, mi segundo sueño se hacía realidad. El primero es la NFL y el segundo es ese sueño y van a venir a verme jugar en Kansas City. Ellas me dijeron, ¿Cómo es que nunca nos lo dijiste? Les respondí que quería guardarlo para un momento especial cuando realmente ocurriera”.
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Y ahí estaba él —en su cumpleaños 30 — conectando tres goles de campo al tiempo que su sueño se cumplía frente a su madre y su prometida.
“Es una locura”, subrayó Castillo, “cómo los caminos de dios son misteriosos”.
Castillo había debutado en la NFL la semana previa ante Buffalo, reemplazando al lesionado Sam Ficken. Cuando salía de la cancha después de su primera participación, convirtiendo un gol de campo de 29 yardas, apenas podía contener sus emociones.
“Yo lloré un poco porque empecé a recordar los seis años que me tomó llegar a este punto, ¿sabes?”, dijo Castillo.
La larga y tortuosa travesía de Castillo hacia la NFL inició en la pequeña comunidad de La Joya, Texas, donde él fue criado por “mis cuatro fuertes mujeres” —su madre, su abuela y dos tías. El joven, mexicano-estadounidense de primera generación, pasó de las canchas de fútbol y de fútbol americano en el Valle Río Grande a la División II con West Texas A&M, la única escuela que le ofreció una beca.
Pero, estuvo a punto de abandonarlo.
“Nunca había convivido con personas de raza blanca”, reveló. “Nunca había convivido con persona de raza negra. Fue un choque cultural. Creo que fue la primera vez que enfrenté un poco la discriminación y el racismo. Y le dije a mi mamá, me voy a salir, me rindo”.
Castillo recibió una fuerte reprimenda de uno de los entrenadores de su infancia —y luego otra de su madre.
“Ella me advirtió, 'si vuelves a casa, no tendrás una casa’”, recordó. “Me dijo, ‘tú aseguraste que ibas a jugar. Ahora sé un hombre y termina lo que dijiste que harías’”.
Castillo, uno de los pocos mexicano-estadounidenses en jugar en la NFL, ha estado trabajando en eso desde entonces.
“Cuando firmé esa carta de intenciones para jugar fútbol americano en la universidad, no sólo estaba firmando por mí”, destacó. “Sí, estaba viviendo mi sueño, pero quería allanar el camino para futuras generaciones, los futuros mexicano-estadounidenses que quieran ir tras su sueño. No podía simplemente renunciar”.