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Algún día todos dirán que estuvieron allí.
Como en el debut profesional de Diego Maradona o la final del Mundial 1978, en la que Argentina se consagró campeón, el duelo que protagonizarán River Plate y Boca Juniors en el estadio Monumental por el título de la Copa Libertadores marcará un hito.
“Es increíble, espectacular, tenemos que inventar palabras nuevas por este partido”, dijo Gianni Infantino, presidente de la FIFA tras su arribo a Buenos Aires, para presenciar la final. “Ya no es el superclásico, es el mega superclásico”.
Sucede que la final se jugará sin público visitante por primera vez en la historia del certamen continental. Con el flagelo de la violencia sin resolver, los clubes prefirieron no correr riesgos.
La fortaleza de Boca se sostiene en la jerarquía de sus atacantes, autores de 14 de los 15 goles en los partidos de eliminación directa de la actual edición del certamen. Dos de ellos fueron anotados por Ramón Ábila y Darío Benedetto.
En River, Marcelo Gallardo elucubra cómo atacar con las bajas por suspensión del colombiano Rafael Santos Borré y la lesión de Ignacio Scocco. Al parecer el Muñeco se debate entre Juan Fernando Quintero y el uruguayo Rodrigo Mora para acompañar a Lucas Pratto.
Los boquenses se aferran a su mística copera, que construyeron gracias a los cuatro de sus seis títulos continentales ganados como visitantes.
Si se mantiene la igualdad en el marcador, se jugarán 30 minutos suplementarios. De no sacarse diferencia, el trofeo se definirá por tiros desde el punto de penalti.
A partir de 2019, la final de la Libertadores será a partido único.
El ganador de esta edición jugará el Mundial de Clubes que comenzará el próximo 12 de diciembre en Emiratos Árabes Unidos. El Real Madrid ya los espera como actual monarca de Europa.