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Sí, es verdad. Los vendedores de los estadios en la ciudad de México no tienen trabajo debido a la suspensión del torneo por la epidemia de Covid-19 que atacó al país.
Pero cuando hay actividad, ésta se caracteriza por estar llena de corrupción , arreglos debajo de la mesa, que van desde las empresas que otorgan licencias o venden producto, hasta los jóvenes de apenas 12 años de edad que no deberían tener permiso para trabajar.
Todo inicia cuando los vendedores van a las bodegas a pedir el producto que es entregado a concesión:
“Algunos llegan y le dicen al bodeguero, ‘¿cuánto quieres por hacerte de la vista gorda, y dejarme vender al precio que yo quiera?’ Algunos dicen que sí, otros se niegan, pero son más los que aceptan”
, relata un comerciante del Estadio Azteca que pidió el anonimato.
El negocio fuerte es en la venta de cerveza. “Un encargado de bodega tiene a su cargo 10 o 15 grupos de vendedores de una zona del estadio. Cada grupo le ofrece, digamos cinco mil pesos al bodeguero para que les deje vender la cerveza al precio que sea... Imagínate si cada grupo le da mínimo cinco mil pesos... ¿cuánto le saca?” .
Y no se ha acabado eso de rellenar los vasos de cervezas con agua o con lo que se derrama.
“A los que castigaron por lo que se publicó en EL UNIVERSAL Deportes, los perdonaron a las dos semanas; ahí andan, en lo mismo. Claro, tuvieron que dar lana”.
A gran escala, la estafa es mayor. “Un encargado de la empresa EUREST compra un camión de cerveza por fuera y no lo reportan a la administración del Estadio Azteca. Así, por cada cartón del estadio, se vende uno por fuera. Si venden 10 mil, la mitad va para los que hacen el negocio, el bodeguero o la gente de la empresa EUREST ”.
Y eso es sólo lo que ocurre en el Azteca, “en los otros estadios está peor. A muchos no les gusta ir a Ciudad Universitaria o al Azul, cuando se llega a abrir, porque las condiciones son peores, hay muchas más tranzas, se paga más de impuesto, en el Azteca se cobra el 18 por ciento, además de que se les da cuota al estadio y al Sindicato”.
Y para acabarla, “cambiaron marcas. Antes las papas eran Sabritas y se vendía bien, hoy es Barcel y nadie compra, ¿quién autorizó el cambio? Seguro fue la empresa, que nunca pierde, siempre encuentra un modo de sangrar...”.
edgar.luna@eluniversal.com.mx