Ella salía a la calle a patear el balón con otros niños. No veía género. No veía diferencias. Le gritaban muchas cosas, la discriminaban, y sufría de violencia solamente por practicar el deporte que tanto ama. Pero para Alicia Vargas, quien años después se ganó el mote de , todo eso ha valido la pena, “hoy, cuando veo cómo se juega en la Liga MX Femenil, agradezco todo lo que viví, sirvió de algo”.

Hoy en día, dice, la batalla no es para poder patear un balón sin ser discriminada, hoy la lucha de las futbolistas es por que ese deporte que eligieron les permita desarrollarse como profesionales y “ojalá que con los años puedan vivir del futbol, pero faltan muchas cosas aún”, sobre todo luego de que algunas jugadoras se han quejado de nueva cuenta de bajos sueldos (4 mil pesos al mes).

“Qué más hubiera querido que ganar dinero como los hombres, pero no era posible. Desgraciadamente en nuestra época no nos tocó; ahora, después de 40 años se hace la Liga MX Femenil y es algo extraordinario, la mujer por fin pudo ver el logro que buscamos nosotras como pioneras”.

Sí, la Liga es una realidad, un escaparate, pero aún hay mucha diferencia. “Los horarios no permiten que la gente las vaya a ver, les dan malos horarios y la gente no puede ir…. No todos los equipos tienen un buen apoyo económico, creo que sólo unos cuantos, y las instalaciones, unas juegan en los campos de entrenamiento de los equipos de Primera, no pueden jugar en los estadios y ojalá qua ye les den más oportunidad a las entrenadoras, porque no es lo mismo que te dirijan los de pantalón largo. Falta mucho para el futbol femenil, pero ahí van, ahí van”.

La Liga MX Femenil se fundó en diciembre de 2006 y tuvo su primer torneo en el Apertura 2017. Seis torneos en los que equipos como Tigres, Monterrey, América y Guadalajara han destacado.

El inicio

Era la década de los 60 en México, tiempo de agitación, pero la pequeña Alicia sólo quería jugar, y hacerlo bien, aunque el precio fue alto en aquellos momentos.

“El machismo... había que aguantar el machismo. No era bien visto el futbol femenil porque [se pensaba que] invadimos un deporte varonil al 100 por ciento y de ahí comienza la lucha contra todo y contra todos”, recuerda.

La discriminación comenzó en la familia, “no con mis padres, sino con primos, tías, tíos, que les decían: ‘como dejas que esa niña ande con esos niños jugando’, ‘esa marimacho qué anda haciendo ahí’. Eso fue lo que viví”.

Pero por más ataques, sus padres sabían que no había nada malo en ella, más que el gusto por jugar. Y ese gusto la llevó a disputar los primeros Mundiales Femeniles (1970 y 1971), y convertirse en ídolo y ejemplo, a pesar de la violencia sufrida por las que veían el balompié como una forma de vida.