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La mayoría de los que crecimos en la inolvidable década de los 80, recordamos con cariño a El Inspector Gadget, ese detective despistado que era robot y droide, equipado con varios dispositivos por todo su cuerpo que le permitían estirarse y moverse de un lugar para el otro en un abrir y cerrar de ojos. Nunca imaginé que alguna vez vería a un personaje de dibujos animados jugando al futbol, pero sencillamente eso es el belga Kevin de Bruyne.
Después que José Mourinho le cerrara la puerta del Chelsea (porque, según el portugués, “no le gustaba entrenar y necesitaba dos años más de experiencia”), De Bruyne fue vendido al Wolfsburg, en enero de 2014. Esto a pesar que el scout del club, Piet de Visser (el mismo que llevó a Romario y a Ronaldo a Europa), se enfureció. Ya en ese tiempo, Kevin demostraba su talento natural e inteligencia, con sus piques directos al espacio con y sin pelota, pases astutos y con precisión milimétrica, y un disparo de media distancia casi sublime. Cuando el Manchester City golpeó a su puerta, De Bruyne no dudó y se mudó a la Premier League para demostrarle a más de uno que estaba listo para triunfar en la liga más competitiva del mundo.
Y en el City se transformó en un jugador deslumbrante, y en esta temporada en el mejor jugador. Josep Guardiola dijo hace poco de él: “Uno de los mejores jugadores que vi en mi vida, gracias a su habilidad de poder hacer todo en la cancha”. Un atleta con una capacidad física única, De Bruyne juega en cualquier posición en el mediocampo o como extremo en la delantera, y tal es su compromiso que baja a defender.