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Llegó para cumplir un sueño más del americanismo: tener entre sus filas al hijo pródigo, para continuar la leyenda. Pero la realidad es que Giovani dos Santos , con las Águilas , sólo ha decepcionado una vez más.
Ha sido una carga, el peor negocio en los últimos años para el equipo de Coapa.
Entre lesiones, baja condición física, baja de juego y demás, Gio sólo ha vendido espejitos en su camino dentro del América, sin desquitar ni su sueldo, ni lo que el club invirtió en él, y en estos momentos de apremio, cuando el equipo no encuentra su mejor nivel de juego, en vez de contar con él, sigue a la expectativa de lo que debería ser, y no es.
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Giovani, se supone, llegó gratis al América, al rescindir su contrato con el Galaxy de Los Ángeles en la Major League Soccer, donde fue despedido por bajo rendimiento. Pero aunque las Águilas no pagaron por ficharlo, sí han invertido mucho dinero en su sueldo: devenga tres millones de dólares anuales, y los ha desquitado muy poco.
El hijo de Zizinho llegó en julio de 2019, pero —a la fecha— en todas las competiciones, sólo ha jugado 24 partidos, ha marcado dos goles y ha dado un par asistencias. Pobres números.
Así, cada partido en que ha jugado, le ha costado al América 125 mil billetes verdes. Cada gol, algo así como 1.5 millones. Demasiado. Una muy mala inversión.
Jugar con las Águilas sería la tabla de salvación para Giovani, su última oportunidad para demostrar que no es un jugador de sólo destellos, pero parece que —por una razón u otra— volverá a quedar a deber.
Llegó en baja forma, arrastrando una lesión que no lo dejó estar al 100% con el Galaxy, y se le dio tiempo de recuperarse, pero cada vez que regresaba, las molestias musculares también lo hacían.
Lo peor sucedió el 28 de septiembre pasado, cuando —en el Clásico contra el Guadalajara— fue agredido por Antonio Briseño, quien le clavó los tachones en el muslo derecho, por lo que requirió cerca de 30 puntadas y estuvo un mes fuera.
Así, por una u otra razón, Giovani no ha cumplido en el América, en el que le han tenido infinita paciencia, pero la realidad es que —a la larga— invertir en él ha sido un pésimo negocio.