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Bayer Munich
humilló, aplastó y eliminó al Barcelona en los Cuartos de Final de la Champions League y las portadas del mundo terminaron por destrozar aún más al cuadro blaugrana.
¿Pero desde cuándo viene la debacle que se consumó con el 8-2 en contra del conjunto culé?
Lo que sucedió en el terreno de juego no se explica con un análisis de los 90 minutos, sino con los motivos que provocaron un empache de noches aciagas antes del estruendo final sufrido en Lisboa.
Los avisos en forma de resultados se presentaron el día de San Valentín de 2017 con un 4 a 0 en el Parque de los Príncipes que resolvió la noche más mágica en el Camp Nou antes de que en Turín el equipo volviera a resbalar de forma sonora con un 3-0 que ya no se pudo levantar. A estas dos contundentes derrotas se las llamó accidentes y casi nadie rechistó.
Pero entonces llegaron las debacles de Roma y Liverpool y tanta frecuencia de desgarros provocó que el sustantivo dejara de ser el adecuado.
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El viernes, el Barcelona sufrió su derrota más escandalosa de la historia con el once inicial más veterano que se ha visto en la Champions League: 29 años y 329 días. Y lo que es más llamativo: repitieron nueve de Liverpool, ocho de Roma y siete de París.
Ninguna consecuencia práctica tuvieron las declaraciones de los pesos pesados del equipo después de cada una de las eliminaciones anteriores asegurando haber aprendido la lección.
El núcleo del equipo, con unas vitrinas a rebosar de trofeos, envejeció temporada tras temporada mientras progresivamente se hacía con más poder en el club y arañaba decisiones que no le incumbían.
Sin ir más lejos, Gerard Piqué se atrevió a decir aún sobre el terreno de juego de Da Luz que "el club necesita cambios estructurales" y que no solo se refería "al entrenador y a los jugadores".
Estas declaraciones, a la vez, son una muestra del distanciamiento entre la plantilla y la junta directiva de Josep Maria Bartomeu, enfrascada en recurrentes incendios extradeportivos e incapaz de revertir la situación deportiva a pesar de haberse gastado 345 millones de euros únicamente contando las inversiones en Dembélé, Griezmann y Coutinho, los tres en el banquillo de inicio en Lisboa aunque el último acabó siendo el autor de dos tantos germanos.
El proyecto deportivo del Barcelona fue desdibujándose a lo largo del tiempo con la llegada de entrenadores dispuestos a dar manga ancha a los caprichos del vestuario que obviaron el norte del juego de posición que encumbró al equipo en el fútbol mundial. Únicamente la calidad individual de las estrellas hizo posible alargar el ciclo a base de Ligas y Copas del Rey.
Hasta que la inercia ha sucumbido a las leyes de la física. El ciclo ha terminado y el ridículo ante el Bayern demanda un antes y un después en el Barcelona para evitar consecuencias de mayor calado, y no solo desde el punto de vista de los resultados.
Pero la nueva temporada empieza en poco menos de un mes, no hay dinero en la caja para hacer una renovación de la plantilla (a no ser que se apueste por las jóvenes promesas que ya pertenecen al club) y el entrenador deseado para empezar el nuevo ciclo, Xavi Hernández, de momento no quiere venir.