Manos en la cintura, rostro sin expresión y la mente enfocada en la jugada. Así es como Bill Belichick observa el fumble de Tom Brady.
El head coach de los Patriots es así. No cambia ni porque se le escapó un nuevo Vince Lombardi. Su quarterback de 18 temporadas le pasa por un lado, no se hablan. Belichick todavía tiene la mirada sobre el emparrillado y Brady se sienta en el banquillo.
Es la tercera derrota para el entrenador en un Super Bowl. Ha ganado cinco, pero —como él dice— el importante es el que se juega en la semana. Bill perdió el trascendental, porque era el que representaba empatar a los Steelers de Pittsburgh con más campeonatos en la era del SB.
Belichick sale del US Bank Stadium de la misma manera que estuvo todo el partido: solo y con un rostro sin expresión.
Desde el calentamiento, no emite alguna emoción. Charla un par de minutos con Doug Pederson en el centro del emparrillado. Intercambian palabras, anécdotas, se saludan y se van por su lado. Es la primera vez que el de los Eagles pisa un Super Bowl como coach. El otro se sabe el protocolo de memoria.
En el himno nacional estadounidense, William Stephen abraza a Matt Patricia, quien se despide como su coordinador defensivo.
Todo termina con poco más de dos minutos por jugarse. Los Eagles están arriba 38-33 y su hombre de eterna confianza le falla. Una tacleada de Brandon Graham zafa el ovoide de las manos de Brady y los Eagles se coronan algunos minutos después.