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ariel.velazquez@eluniversal.com.mx
Las Vegas.— Los códigos se rompieron, la amistad terminó por respaldar a dos boxeadores que ganan millones por defenderse solos en un ring. Verano de 2011 en Big Bear, California.
Abel Sánchez recibe una llamada de su viejo amigo José Reynoso, quien le pide utilizar su gimnasio para que Saúl Álvarez haga campamento en las montañas. Sánchez acepta, sin saber que aquel “pequeño” favor sería el hilo suelto que descosió una relación de años. El origen de una rivalidad.
Durante varias semanas el Canelo y su equipo de trabajo vivieron en una de las casas de Abel y entrenaron en The Summit Gym, mientras su casero esperaba un gesto de gratitud, más allá del dinero que recibió por rentar los dormitorios.
Quería charlar con la persona a la que el boxeo hizo su amigo y ahora enemigo. “Llegaron a Big Bear, ahí estuvieron de seis a ocho semanas, ni una vez el Chepo me habló para tomar un café. Se quedaban a dos cuadras de mi gimnasio. Eso lo sentí raro, sentí soberbia de su parte”, cuenta Abel.
En aquel 2011, el Canelo ya tenía en su poder el cinturón superwelter del Consejo Mundial de Boxeo, por vencer a Matthew Hatton. Era estrella de Televisa y contaba con el apoyo de toda la maquinaria de la televisora, que lo catapultó a la fama desde antes de obtener el campeonato. Una situación que según el Chepo, causó envidia en Abel.
“Alguna vez, cuando éramos amigos, Abel me dijo que tenía ganas de tener un peleador como el Canelo”, cuenta Reynoso.
Antes de dedicarse al boxeo, Abel se enfocaba en la construcción y el Chepo en sus carnicerías. Negocios en los que aprendieron que el trabajo arduo es religión, y que cuando se rompen los códigos se acaba todo y se entra al terreno de la descalificación. “Creo que todo esto [insultos], es la crónica de una derrota anunciada. Ellos (equipo GGG), son como un toro que sólo busca dónde caer. Los toros cuando están heridos de muerte buscan su lugar y se echan”, dijo.
Para la pelea de desempate de mañana entre el mexicano y el kazajo, el equipo de trabajo de Golovkin se ha encargado de imponer varias condiciones como el uso del vendaje de Álvarez, el cual consideran que es ilegal.
“Estoy aquí para proteger a mi boxeador y que no exista ventaja para nadie. Con Canelo siempre han querido hacer las reglas diferentes y no es justo”, apuntó Sánchez.
El entrenador del kazajo argumenta que el grosor de la cinta que le colocan al mexicano puede ser determinante en el golpe. El año pasado, señaló que el largo de la barba de Álvarez podría dañar a su peleador cuando llegaran a frotarse.
En estos días, el Canelo luce el vello facial más corto. “Tenemos años viniendo a Las Vegas y nadie nos había cuestionado por los vendajes. Si hubiera algún problema con eso, la gente de [Floyd], Mayweather no se hubiera saltado”, denunció Reynoso.
En 2011 Canelo y GGG sostuvieron una sesión de sparring en Big Bear. Para ambas esquinas, su boxeador fue el que mejor lució. Siete años después, los entrenadores ya no se miran a los ojos, ni se dirigen el saludo por defender a dos peleadores que pueden hacerlo con los puños.