Firmas que se asocian con coches legendarios de bólidos. Diseño rupturista y combinaciones de materiales high-tech. Una suma de funciones y complicaciones que dan valor añadido a un cronógrafo con calibre más complejo. Y hasta figuras mediáticas que posan con la sonrisa más generosa como amigos de la marca. Todo ayuda para posicionar un producto de forma exitosa. Pero si los cronos están en permanente evolución y hay una amplia oferta de productos atractivos, ¿por qué el Daytona, una pieza nacida a comienzos de los años 60s, sigue siendo el rey de los cronógrafos?
Hoy día, si usted lo desea, tal vez tenga que emplear los codos frente a otros competidores en una boutique de Rolex, y no con ello tiene asegurada la adquisición del preciado Oyster Perpetual Cosmograph Daytona. La historia, a veces, hay que hilarla para entenderla. Y el imaginario colectivo fragua su mitología moderna también con el poso y el paso de los años. Para entender que el Daytona es el cronógrafo más valorado y perseguido en el mercado, hay que leer únicamente tres capítulos esenciales en la historia de la firma.
Llega la 58ª edición de la Rolex 24 At Daytona en Florida el 25 de enero. Un día completo de motores desatados. Puro racing alrededor del reloj, es decir, dos vueltas completas de las manecillas a la esfera en una excitante competencia de resistencia y velocidad. Rolex se convirtió en sponsor desde 1992. Una pista de carreras legendaria junto a la playa que ha atraído a pilotos de élite de todo el universo motor, como Fernando Alonso y Juan Pablo Montoya de la F1; Kyle Busch, doble campeón de las series NASCAR, o Scott Dixon, leyenda de la IndyCar.
Sin embargo, la historia del cronógrafo está estrechamente vinculada a Daytona mucho antes de 1992. Fue justamente en la tersa arena de esta playa convertida en highway donde “Bluebird” voló para alcanzar un récord de velocidad hasta los 483 km en los años 30s del pasado siglo. Sin perder el corte aristocrático, la elegancia señorial y su espíritu audaz, Sir Malcolm Campbell atravesó las aristas del tiempo al volante de aquella insuperable máquina de cuatro ruedas. En una carta de puño y letra dirigida a Rolex con agradecimiento en 1931, Sir Malcolm Campbell reconocía con sorpresa la grata impresión de la resistencia de su Oyster en la muñeca. Una hazaña épica para comenzar a construir las sólidas verdades del Daytona.
Sobre aquel mismo escenario idílico frente al mar, surgió años más tarde la gran figura oval de la carretera con la forma de un hipódromo soñado con vistas al infinito del océano. En 1959 apareció por primera vez el asfalto, quedando inaugurado el Daytona International Speedway por iniciativa de William France, el fundador de la NASCAR. Aquí Rolex se convirtió en “official timekeeper” desde 1962, justo un año antes de que se presentara su Cosmograph Referencia 6239. Fue el primer antecedente del Daytona.
Y solo unos años después crecería el prestigio del cronógrafo no sólo por su precisión como herramienta de precisión utilizada por los pilotos, sino por la magia del aura de Hollywood. Paul Newman, asiduo a las carreras de coches y fanático del deporte motor, convirtió la pieza en verdadero objeto de deseo. Y aquí ya encontramos el segundo ingrediente necesario para una historia exitosa. La dosis de testosterona apropiada del mayor mito masculino de la época en la gran pantalla y ganador del Oscar.
La actual fiebre vintage estalló en 2017. El Rolex Cosmograph Daytona Ref. 6339 de Paul Newman se subastaba por 15 millones 500 mil dólares. “Drive Carefully Me”, decía el grabado en el fondo. Un regalo de su esposa Joanne Woodward. Los Daytona de los años 60s contaban con un calibre Valjoux 72 y, a partir de 1969, llegaría el movimiento Zenith El Primero a la maquinaria. Algunas variaciones posteriores del modelo montaron calibre manual, como la Ref. 6265. Y también nacería el calibre 4030, un movimiento automático con base de El Primero. Entre otras modificaciones a la maquinaria, una bajada de frecuencia de 36,000 a 28,800 alt/h y una consecuente mayor reserva de marcha.
A partir del año 2000, Rolex introdujo en el Daytona calibre de manufactura (4130). Justamente el corolario del mito reafirmado en pasado, presente y futuro con nueva maquinaria para retar a la eternidad. Tecnología Parachrom en la espiral y renovadas versiones con bisel Cerachrom. Y como cambio más visible, en la carátula la subesfera de los segundos pasaba de ocupar la posición de las 9 horas a las 6.
El mismo Oyster Perpetual Cosmograph Daytona que reciben los ganadores en cada edición de la carrera en Florida. “Salir con la victoria es extremadamente especial, pero ser presentado con el reloj es un privilegio y un recuerdo que dura para siempre”, asegura Scott Pruett, amigo de la casa relojera y el único piloto que ha resultado cinco veces campeón de la Rolex 24 at Daytona en tres décadas distintas y otras cinco veces ganador de la Grand-Am Rolex Sport Series.
Un coche soñado que voló en los años 30. La pieza que rompió récord en subasta por una cifra escalofriante bajo el aura erógena de un actor idolatrado. Y el sello de la manufactura más secreta (y desconocida) de Ginebra. El clasicismo convertido en rey de los cronógrafos.