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Como toda idea medular le llevó tiempo, medio siglo, convertirse en realidad. Pero el Submariner era ya un impulso primario en la mente de un huérfano audaz dispuesto a comerse el mundo al inicio del siglo XX. Para un alemán criado en Suiza que quería distribuir relojes de la Chaux-de-Fonds en Londres, el progreso técnico de la luz, el teléfono, los aeroplanos, los automóviles o el deporte que irrumpían en la vida civil era un sueño con porvenir.
En 1905, a los 24 años, Hans Wilsdorf abre su primera empresa de distribución de relojes en Londres –Wilsdorf & Davis–. Para la Inglaterra eduardiana los relojes suizos resultaban complicados, vulnerables y un tanto inútiles. Para una sociedad que empezaba a vivir al aire libre con ansias de progreso y libertad, el reloj debía ser repensado con una razón de ser más amigable en función y forma. Wilsdorf se fijó en la costumbre de algunos militares de usar el reloj en el brazo. Aquello no solo era útil sino estético. Un signo perfecto para un nuevo estilo de vida.
Urgía buscar soluciones para proteger los relojes de los riesgos de un vida expuesta: el polvo, la humedad, la oxidación… En 1913 se había descubierto el acero inoxidable que a la postre se convertiría en una de las muchas obsesiones de perfección para Rolex (1985 lograría su propio acero, el 904L, hoy llamado Oystersteel). En 1914 Wilsdorf manifiesta a Aegler, la firma de Bienne que más tarde pasó a llamarse Manufacture des Montres Rolex SA, la necesidad de crear un reloj resistente al agua, el nuevo elemento a conquistar. Acababa de estallar la Primera Guerra Mundial y los submarinos alemanes y los hidroaviones colmaban de sueños húmedos a los defensores del progreso. Tal vez no fue casualidad que un duende le susurró al oído el nombre Rolex cuando iba en un tranvía de caballos en Londres a la intemperie. No importaba que la relojería helvética siguiera fiel a la tradición de las cuantiosas funciones y la divisa del valor artesanal. Pero el nuevo reto era definitivamente otro: el reloj como instrumento simple, útil y cotidiano para lucirse sin vuelta atrás en la muñeca.
Esas dos primeras décadas de siglo impactaron en el joven Wilsdorf y en su visión para el futuro y, sin saberlo, en el destino de la relojería. Qué importa si el Submariner se hizo esperar para emerger más tarde como un monolito indeleble. Cuando se presentó en 1953 en plena exploración de los límites por tierra, mar y aire, parecía un santo grial revelado que había dormido eternamente para fijar una nueva época.
Ese mismo año en el que abundaron las inundaciones en varios países del norte de Europa se descubre también la estructura molecular del ADN que contiene el código genético de la vida. Los eternos anhelos de Hans Wilsdorf estaban en el Submariner sin fisuras: un bisel giratorio con insertos graduados para medir los tiempos de inmersión que enriquecía con un gesto fácil de manipular la funcionalidad básica, un equilibrio gráfico perfecto, casi cabalístico, con los triángulos, círculos y rectángulos de sus indicaciones luminiscentes, un brazalete metálico articulado de acero inoxidable para fijarse al brazo como un tanque al suelo y, por primera vez, la hermeticidad llegaba hasta los 100 metros gracias a una corona Twinlock con doble zona de sellado. Todo único y decisivo como el ADN. A partir de ahí, nada volvería a ser igual.
En 1954 el Submariner incrementa su hermeticidad hasta 200 m. La primera versión con fecha debuta en 1969. El Sub trajo también el concepto del reloj herramienta a la relojería y los biseles empezaron a jugar con escalas auxiliares: el GMT Master (1955) con las 24 h separadas en horas nocturnas y diurnas para los primeros pilotos de la Pan Am, el Milgauss (1956) con una escala parcial de 60 minutos en su primera edición para los científicos del acelerador de partículas CERN, el Cosmograph Daytona (1963) con la escala taquimétrica para calcular la velocidad en las carreras de autos en la famosa pista de Florida y mucho más tarde el bisel Ring Command del Yatch Master II para marcar los 10 minutos de la cuenta regresiva de una regata y operar sus funciones desde el mismo bisel.
La luminiscencia se hizo ley en cualquier reloj profesional, la base de 100 metros y los brazaletes metálicos fueron la norma para los relojes deportivos dentro y fuera de Rolex. Antes de eso, la firma de Ginebra ya había impuesto otros hallazgos como el rotor de recarga automática (1931). Incluso internamente, el GMT Master, el Sea-Dweller, o el Deep Sea parten del patrón Sub adaptado en su profesionalismo para la aviación o el buceo de inmersión profunda.
A partir de los años 70 los modelos sport-elegant que han inundado como tendencia el panorama relojero, como el Royal Oak, el Nautilus, el Overseas, el Laureato, el Ingenieur… beben de la identidad spot del Submariner. El Sub era el influencer total. Igual se desempeñaba bajo el agua que sobre la superficie en la muñeca de Sean Connery con su Ref. 6538 en Dr. No, en una versión de correa de piel en Goldfinger o en con una precursora correa nylon tipo NATO en Thunderball.
Hasta resulta irónico que la primera caja Oyster completamente sellada patentada por Hans Wilsdorf en 1926 (el nombre se puso porque podía permanecer tiempo ilimitado bajo el agua como las ostras) tuviera forma octogonal, un poliedro mítico a la postre en la relojería. Aquel primer ensayo de hermeticidad después del ‘Submarine’ de 1922, un reloj recubierto totalmente por una doble caja-escafandra, proponía una mejor solución con un bisel estriado, tapa trasera con dos juntas y una corona, todos atornillados y las dos últimas soluciones, aún siguen vigentes hoy.
En 1927 a Wilsdorf se le ocurrió poner sobre el brazo de una secretaria de Brighton que quería cruzar el Canal de la Mancha a nado un Rolex Oyster pequeño de oro. La hazaña duró diez horas y Rolex sin-querer-queriendo había descubierto el poder de los testimoniales para comunicar con credibilidad de oficio la destreza de sus relojes. El emprendedor consideraba que la empresa debía tener valores humanos y ser un laboratorio permanente de superación técnica que no explotara la imagen de los héroes sino que se volviera aliado de sus desafíos. Nadie mejor que sir Malcolm Campbell que estableció el record de velocidad a 483 km/h (1930) o los conquistadores del Everest como sir Edmund Hillary y Tenzing Norgay (1953) para reflejaba el compromiso de excelencia y superación continuos de Rolex.
Desde la llegada del Submariner el apetito de conquista se aceleró. El mismo año de su aparición se presentó el Explorer para celebrar la hazaña del Everest, una vieja aspiración de la marca desde su participación en los vuelos sobre su cima en los años 30. El reloj fue probado por el fotógrafo subacuático francés y explorador Dimitri Rebikoff que tras 5 meses de pruebas en 132 inmersiones entre 12 y 60 metros su reporte sobre el reloj mencionaba “una completa satisfacción en condiciones extremas” y destacaba la utilidad del bisel giratorio.
En 1960 Rolex se asoció con el oceanógrafo suizo Jacques Piccard y el teniente de la marina EEUU Don Walsh para acompañarles con el Deep Sea Special fijado al exterior del batiscafo Trieste en su inmersión de 10,916 metros a la fosa de las Marianas en otro alarde de resistencia probada en escenarios reales.
Desde ahí, se multiplicarían las alianzas incesantes en casi todos los laboratorios de la excelencia: la hípica (1957), la vela (1958), el automovilismo (1959), el golf (1967), La Fórmula 1 (1968), el tenis (1978), la ópera y la filantropía de los Premios Rolex a la Iniciativa (1976), la educación de élite de su programa Mentores y Discípulos (2002), el cine de la Academia en Hollywood (2017).
Los 60 fueron los años de la incesante experimentación. En 1967 Rolex patentó la válvula de escape de helio para su reloj Sea-Dweller, una nueva especie de Submariner extremo pensado para su asociación con la canadiense HYCO en el desarrollo de infraestructuras submarinas, o el hábitat subacuático del proyecto Tektite (1969) donde los acuanautas permanecieron 58 días bajo el agua con un Rolex en el brazo. En 1971 la marca formalizó su asociación con COMEX (Compagnie Maritime d’Expertises), una firma de Marsella que equipa a sus buzos con relojes Rolex y mandaba sus reportes de comportamiento a Ginebra para seguir perfeccionando cada nueva versión. En 1988 COMEX organizó la expedición Hydra VIII en la que seis buzos descendieron a 534 m con un Sea-Dweller y lograr un récord en mar abierto que aún hoy permanece. En 1992 en la expedición Hydra X un buzo alcanzó una profundidad simulada en cámara hiperbárica de 701 m. Durante los 43 días de los misión uso un Sea-Dweller.
En 2008 Rolex patentó el sistema Ringlock para la agrandada arquitectura de su modelo Deepsea. Un cristal de zafiro ligeramente abombado, un anillo de compresión aleado con nitrógeno y el fondo de la caja con una fusión de titanio permitían una hermeticidad de 3,900 m, que en realidad era 4,875 m ya que todos los Rolex son testados en sus cámaras hiperbáricas creadas junto a COMEX para soportar 25% más estanqueidad de lo que indica su carátula. Pero su afán por ir aún más lejos nunca tiene fin. El Rolex Deepsea Challenge descendió en marzo de 2012 en el brazo del manipulador del submarino de James Cameron a la fosa de las Marinas hasta 12,000 m pero en las pruebas soportó presiones de hasta 15,000 m.
Al mismo tiempo que asumía las conquistas de sus testimoniales como propias se transformaba internamente en un laboratorio en continua evolución con todos los oficios relojeros en casa para hacer progresar su compromiso universal y perpetuarlos con un centro de formación interno más allá de los vaivenes humanos expuesto a los caprichos del mercado y de las modas.
No es casualidad que desde el descubrimiento de la caja ‘Oyster’ cada hallazgo técnico patentado fuera rebautizado con un nombre propio en su manual de nuevos estándares: ‘Perpetual’, ‘Trilock’, ‘Oysterflex’, ‘Oystersteel’, ‘Rolesor’, ‘Chromalight’, ‘Cerachrom’, ‘Paraflex’…. Desde el origen hasta que falleció Hans Wilsdorf en 1960 en el reinado de la corona predominó una incesante búsqueda. Después vendría el afán de preservación de un legado en el que las bases y la fisolofía ya estaban claras. Por eso en Rolex, como en El Gatopardo, todo se agita en una evolución silenciosa de liderazgo religioso paras seguir igual.
Ahora, Rolex anuncia hoy una nueva generación de su Oyster Perpetual Submariner, que luce como guardián fidedigno de su histórico legado con carátula y bisel negros en su versión básica Ref. 124060. La gran diferencia del renacido Sub con respecto a su antecesor Ref. 114060 del año 2012 es su nuevo calibre de manufactura 3230, una actualización del calibre 3130 con tres agujas que la firma ha utilizado en los propios Submariner y en un amplio rango de su catálogo Oyster Professional que cubre, entre otros, el Explorer o el Air-King.
El movimiento 3230 incorpora todo el gran expertise mecánico de última generación de la marca: escape Chronergy de níquel-fósforo amagnético, espiral azul Parachrom y sistema antichoque Paraflex. Máxima eficiencia y precisión con rotor bidireccional con 70 horas de reserva de marcha en lugar de las 48 h del cal. 3130.
Conserva de la versión anterior la sumergibilidad a 300 m, la caja de acero 904L denominado Oystersteel desde hace dos años, corona Triplock de triple sello de seguridad patentada desde 1970, la cerámica de alta tecnología para el bisel unidireccional monobloque con inserción Cerachrom negra y escala de 60 minutos con los números recubiertos de platino gracias a un proceso PVD, las manecillas y las horas de oro recubiertas de Chromalight, el pigmento azul de luminosidad continua y de doble intensidad respecto a los habituales del mercado y el brazalete Oyster con el sistema de extensión Glidelock que permite ampliar la extensión sin herramientas hasta 20 mm.
En el nuevo Sub hay un sutil rediseño de las proporciones que mantiene la inequívoca fidelidad al arquetipo. Las asas ligeramente sinuosas y el perfil de la caja y el brazalete incrementan sutilmente su tamaño hasta los 41 mm, todo una acontecimiento por primera vez en el Submariner. Le preguntamos a Rolex el por qué y esta fue su respuesta: «El trabajo de rediseño de la pieza tuvo como enfoque crear una nueva armonía de todo el conjunto y este trabajo tuvo como consecuencia la ampliación de la caja en un 1 mm”. Veremos qué repercusión tiene esto en el resto de la colección Rolex que había heredado del Submariner los 40 mm como múltiplo común en las proporciones.
La precisión fue otra de las obsesiones del credo relojero de Hans Wilsdorf y el nuevo Submariner presenta la certificación Cronómetro Superlativo que Rolex redefinió en 2015. El proceso de prueba cubre todo el ensamblado de la pieza y la verifica también después de encajar el movimiento; es decir, suma a la certificación COSC las propias pruebas internas: una precisión de +2/-2 segundos por día, más del doble que exige un cronómetro oficial. Y cinco años de garantía gracias a su sello verde.
Submariner Date
Rolex también anuncia una nueva generación de su Oyster Perpetual Submariner, que luce como guardián fidedigno de su histórico legado con dial y bisel negros. Y la marca de Ginebra adelanta también nuevo Oyster Perpetual Submariner Date en Rolesor con carátula azul, así como otras dos versiones disponibles: una en acero con dial negro y bisel verde, y otra en oro blanco con dial negro y bisel azul.
Con el rasgo característico de la lente Cyclops en la ventana de fecha a las 3 h, esta nueva generación de Submariner Date actualiza su movimiento con el calibre 3235 también de última generación. El último modelo de Sea-Dweller implementó este calibre completamente manufacturado por Rolex. Reproduce toda la tecnología de vanguardia de la casa: escape Chronergy, espiral Parachrom azul y rotor Perpetual. Destaca a nivel técnico que el oscilador está montado sobre amortiguadores con el sistema Paraflex para mejorar el rendimiento —una mayor resistencia a los golpes—. Por otra parte, cabe mencionar que el brazalete Oyster, en la pieza de oro blanco, incluye inserciones de cerámica en el interior de los eslabones para proteger su uso y ganar longevidad.
En total, con el nuevo diámetro de 41 mm, se presentan 7 referencias del nuevo Submariner Date. A las tres inéditas combinaciones mencionadas, se suman con el nuevo tamaño las clásicas ediciones en acero Oystersteel con carátula negra, sendas versiones en oro amarillo con carátula negra o azul, y el Rolesor con carátula negra.
Tanto Submariner como estos Submariner Date se presentan con la certificación Cronómetro Superlativo. El proceso de prueba cubre todo el ensamblado de la pieza y la verifica también después de encajar el movimiento; es decir, suma a la certificación COSC las propias pruebas internas de la manufactura de Rolex —una precisión de -2/+2 segundos por día.
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“I’M WATCHING THE SEA…”
El Submariner nacía con el mar de fondo inundando los vibrantes 50. “I cover the waterfront, I’m watching the sea”, cantaba Lady Day (Billie Holiday) en Basilea aquel 1954 en su tour europeo. Se inauguraba el Hall 2 de la feria de Basel, y cuando aún solo exhibían firmas suizas, Rolex presentaba el Submariner de manera oficial. Tras la Segunda Guerra Mundial, había eclosionado el índice de natalidad y la generación “baby boomer” afrontaba con una mirada retadora el abismo (azul) de la existencia. Cuando todos apuntaban a las estrellas y apenas despegaba la carrera espacial, la infinitud del océano se abría antes como nueva dimensión desconocida para alimentar la fe secular en verdades terrenales que no condujeran a otra bomba atómica.
La revista “Sport Ilustrated” nacía en Nueva York aquel mismo año como ejemplo paradigmático de que la actividad física nos transformaba en un inmaculado modelo de hombre que podía ocupar de nuevo el centro del universo. Y el buceo, bajo esta incipiente aurora, y sin dejar atrás sus ecos románticos como viaje de “regressus ad uterum”, se convertía en actividad deportiva y científica que nos llevaba más allá de los límites conocidos. Era una verdadera fiebre, el buceo fue el bautismo de aquel “Superhombre” que renacía a mediados de siglo.
La Feria de Basel se consolidó en los años 50 tras superar el periodo de entreguerras gracias a la financiación de las autoridades suizas. Rolex ya visitaba la feria desde 1939, pero había presentado fuera del evento dos de sus grandes innovaciones: la caja Oyster (1926) y el sistema de cuerda automático (el movimiento perpetuo, 1931). En esta ocasión, la firma de la corona sí eligió este gran evento comercial para lanzar su sorprendente reloj de buceo ya creado en 1953.
“En ese momento, mis pulmones estaban ansiosos por respirar”, confesaba Mike Nelson (interpretado por Lloyd Brigde) en “Sea Hunt”, la exitosa serie de televisión de finales de los 50 y principios de los 60. El océano se transformó en una epifanía evasiva donde lavar la neurosis colectiva, curar la brutalidad incomprensible de la guerra y redimirse con más hazañas. Sea Hunt alcanzó una popularidad inesperada e inundó de aventuras submarinas el salón de toda la clase media norteamericana. Emergía un inmaculado mundo cargado de profundos secretos y elevadas promesas. Pocos años antes, “El Mundo del Silencio”, el libro Jacques-Yves Cousteau y Frédéric Dumas de 1953 sobre pesca submarina y el desarrollo de la moderna escafandra, se transformó en catalizador creativo de una dimensión sociocultural inconmensurable. Llegarían las expediciones del Calypso convertidas en película por el propio Cousteau y Louis Malle, que ganarían el Oscar al mejor largometraje documental en 1956 y la Palma de Oro en el festival de Cannes. Se desarrollaba la incipiente base de las ciencias del mar y el mundo submarino generaba literatura y múltiples propuestas editoriales, como “Manual for Free Divers Using Compressed Air” (1955), con una segunda edición en apenas dos años, o “The Science of Skin and Scuba Diving” (1957), entre otros referentes clásicos.