El estrés diario es un catalizador de decisiones alimenticias impulsivas y poco saludables, lo que puede tener un impacto significativo en nuestra digestión y bienestar general. Elyse Wagner, nutricionista certificada y experta en medicina funcional, destaca cómo el estrés crónico puede alterar nuestro sistema digestivo y afectar la manera en que procesamos los alimentos.
Según los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de Estados Unidos, el microbioma intestinal trabaja en conjunto con nuestros nervios, hormonas y bacterias para descomponer los nutrientes y distribuirlos por todo el cuerpo. El estrés ralentiza el flujo sanguíneo a nuestros órganos digestivos, lo que puede hacer que el tracto gastrointestinal se "congele". Esto significa que la producción de saliva y enzimas digestivas esenciales disminuye, dificultando la descomposición de los alimentos y la absorción de nutrientes, lo cual puede resultar en problemas como hinchazón, malestar y deficiencias de nutrientes.
Una buena digestión es esencial para el bienestar general. Alimentar adecuadamente el intestino ayuda a evitar problemas digestivos y sus consecuencias negativas. La cena, siendo el último momento del día para nutrirnos, es crucial. Elegir los alimentos adecuados puede prevenir el malestar estomacal y asegurar una digestión adecuada durante la noche.
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Optar por proteínas magras como salmón, huevos, legumbres y frutos secos es ideal para la cena. Estos alimentos son ricos en nutrientes y bajos en grasa, facilitando su digestión. Además, fomentan la acidez estomacal necesaria para descomponer los alimentos, aumentar el metabolismo y proporcionar una sensación de saciedad. Incluir proteínas magras en la cena asegura una digestión eficiente.
El jengibre, conocido por sus beneficios digestivos, mejora la motilidad gastrointestinal y aumenta el flujo de saliva. Aunque no es común en la cena, incorporarlo puede ser muy beneficioso. Puedes añadirlo a tus comidas o consumirlo en forma de té después de cenar para facilitar la digestión.
Las verduras de hoja verde, como espinaca, col rizada y rúcula, son ricas en nutrientes y fibra, esenciales para una buena digestión. Contienen azúcares específicos que promueven la salud de las bacterias intestinales. Aunque no siempre son las favoritas, incluirlas en la cena mejora la digestión y la absorción de nutrientes.
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Las infusiones de hierbas como el jengibre, la menta o la manzanilla son ideales para acompañar la cena. Beber una taza después de comer relaja el tracto gastrointestinal, aliviando las molestias y facilitando la digestión. Estas infusiones son un complemento perfecto para una cena ligera y digestiva.
Los refrescos probióticos, además de ser refrescantes, son excelentes para la digestión. Están llenos de fibra y mejoran las funciones del sistema inmunológico. Aunque no deben reemplazar los alimentos fibrosos, son una buena adición a la cena para asegurar una digestión adecuada y un intestino saludable.
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