Ya sea Transformación, Democracia o Bienestar, hay palabras que se incrustan en las etapas políticas de México. Durante los 80 y parte de los 90 hubo una palabra que simbolizó todo un periodo: Solidaridad.
Entre los gobiernos priistas de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari se destacó, como nunca antes, la solidaridad, convertida en un emblema y representación de las acciones del Estado, sólo que a uno le funcionó mejor que al otro.
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Una de las iniciativas que fomentó el “apoyo incondicional” entre mexicanos durante la década ochentera fue el Fondo Nacional de Solidaridad, abierto desde septiembre de 1982, semanas antes de que José López Portillo y su inestable administración dejaran la presidencia.
El Fondo Nacional de Solidaridad surgió como consecuencia de nacionalizar la banca, pues había muchas deudas por pagar y se pidió a ciudadanos y organizaciones aportar “voluntariamente” para liquidar las obligaciones del país.
Para el sexenio de Miguel de la Madrid, el polémico ahorro colectivo se transformó en Fondo Nacional de Solidaridad para el Empleo y Desarrollo Social, aunque su objetivo principal fue amortizar la deuda pública, es decir, financiar proyectos del Estado y pagar algunos compromisos.
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El nuevo mandatario comenzó su gobierno con una perspectiva de apoyo y cooperación entre ciudadanía y Estado, esperando que todos entendieran y aceptaran la limpieza de finanzas públicas y la transformación de la economía nacional, pero su panorama empeoró en 1985.
Con el terremoto del 19 de septiembre se exacerbó la inestabilidad. La cultura de prevención de desastres era escasa y el gobierno actúo con lentitud ante la desgracia mayúscula de su capital, dejando la atención de los afectados en manos de rescatistas improvisados.
Fue el pueblo de México y la ayuda internacional lo que levantó cada escombro y desgracia, con un gobierno rebasado e incapaz de soportar lo que sus ciudadanos veían en sus calles destrozadas.
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Nunca se puso en duda la iniciativa y el valor del pueblo mexicano, pero con el terremoto se confirmó –todavía más– su solidaridad y apoyo colectivo, dejando en segundo plano las labores del Estado. El gobierno de Miguel de la Madrid quedó a deber mucho con su tardanza y falta de acción.
Las páginas de EL UNIVERSAL remarcaron la importancia de unirse entre comunidades e individuos en pro de un bien colectivo. Pero esa cooperación no duraría mucho, pues la delicada situación económica debilitó los lazos que el gobierno no podía recuperar.
Miguel de la Madrid ejecutó movimientos difíciles, pues su sexenio nunca se libró de la inestabilidad. El país sufrió bastante con las consecuencias del terremoto y el desmedido aumento inflacionario, que llegó a niveles nunca antes vistos; para octubre de 1987, la crisis financiera borró cualquier ánimo de esperanza y unión.
El 15 de diciembre de 1987 y a menos de un año del cambio de poderes, el todavía presidente promovió el Pacto de Solidaridad Económica (PSE). Se unieron dirigentes obreros, privados y campesinos para acordar complicadas medidas de recuperación, con la promesa de que así saldría todo México del trance.
Tal acuerdo multilateral aprobó el aumento de tarifas públicas y estandarización de precios, para dar “la gran batalla de TODOS contra la inflación”. En la primera firma del pacto se acordó aumentar 85% el precio de varios servicios, así como reducir subsidios.
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Se solicitó el apoyo de todos los sectores para librar la hiperinflación. Los salarios también tuvieron aumentos, pero la idea era limitar el consumo para moderar precios. Fidel Velázquez, entonces Líder de la Confederación de Trabajadores, comentó el 18 de diciembre que el pacto “no sólo debilita al sector obrero, sino al país entero”.
El acuerdo propuesto por De la Madrid tuvo cinco ratificaciones a lo largo de su último año como presidente. La inflación se redujo para el primer trimestre del 1988 y el Pacto de Solidaridad Económica continuó hasta finales de ese año, para asegurar una buena transición presidencial.
Para el término del mandato de Miguel de la Madrid, la palabra Solidaridad traía desconcierto y malos recuerdos, con el trauma del terremoto y el apretón de cinturón con el PSE. Con Carlos Salinas de Gortari en el poder, el estandarte solidario se transformó en algo más comunitario e inspirador.
Apenas ocho días después de su toma de protesta, la administración entrante promovió el Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol) para combatir altos niveles de pobreza, a través de tres frentes: atención social, mejora de producción y desarrollo regional.
Hubo subsidios y productos de canasta básica a precios bajos, así como atención médica para población vulnerable. Se tuvo acceso a créditos para negocios y también se destinó gran porcentaje del presupuesto para obras de modernización y mejoramiento de comunidades.
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A diferencia de otros planes gubernamentales, el mismo pueblo actuaba con plena solidaridad y ofrecía mano de obra o verificaba avances para asegurar la calidad y entrega a tiempo de las construcciones, o al menos así se proyectó en su publicidad.
Carlos Salinas de Gortari se apoderó por completo de la expresión y fue su estandarte de economía interna. El entonces presidente comentó que, con la “solidaridad de todos los mexicanos, no hay obstáculo que no podamos trascender ni meta que no podamos alcanzar”, ganando la cooperación colectiva que le faltó a Miguel de la Madrid.
Dentro de sus estrategias estuvieron las Semanas Nacionales de Solidaridad, con actividades comunitarias que “no son para celebrar, sino para mostrar lo que los mexicanos somos capaces de hacer cuando participamos unidos”, según lo aseguró Salinas de Gortari el 5 de agosto del 90.
Solidaridad tuvo una gran carga publicitaria. Estela Planter, entonces colaboradora de EL UNIVERSAL, escribió que “[Los anuncios de Pronasol] me traían un grato recuerdo de la movilización ciudadana por los sismos del 85. Si hacemos las cosas todos juntos, generosa y desinteresadamente, podríamos estar mejor”, según se leyó en su columna del 18 de agosto.
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Para la edición del 13 de septiembre de 1991, el diputado Píndaro Urióstegui aseguró que “el presidente Salinas y Solidaridad se han integrado en una sola imagen, eficiente y dinámica, oportuna y benéfica. […] Salinas es Solidaridad y Solidaridad es Salinas, será el perfil de su gobierno que recogerá la historia”.
Así de contundente fue su manufactura y presentación, aunque el encanto de Pronasol acabó de forma abrupta en 1994, con la salida de CSG y otra caída de la economía nacional. Para cuando Ernesto Zedillo llegó a la presidencia, el programa se concluyó en silencio.
Anuncios de Solidaridad, durante el sexenio de CSG. Estela Planter comentó en agosto de 1990 que “las obras [de Solidaridad] no eran un producto dadivoso del gobierno, sino producto de la organización ciudadana que unió sus esfuerzos para satisfacer sus necesidades largamente rezagadas”. Fuente: YouTube.
La fiebre por la Solidaridad disminuyó, pues el pueblo mexicano siempre saca sus mejores características en tiempos de crisis, pero su economía pocas veces se benefició de ello.
Este diario publicó en agosto de 1990 la perspectiva de René Barbier Galván, quien mencionó que México tenía “actitudes mentales que nos recuerdan constantemente que ´todos navegamos en el mismo barco’. Sin embargo, también es un hecho que no todos viajamos en condiciones similares”.
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Durante años, se pidió a los ciudadanos aguantar y cooperar, pero “no todos disponemos de las mismas comodidades ni de las mismas seguridades en el curso de este viaje nacional y tampoco todos pagamos un precio igual para sufragar el costo de la travesía”, comentó Barbier Galván.
Al final, la palabra Solidaridad se desgastó y perdió su presencia en el ámbito de la política nacional, pero su esencia ya es una característica de los mexicanos quienes reaccionan y se organizan de inmediato para ayudar ante desastres naturales demostrando su poder solidario a nivel nacional e internacional.
Canción “Solidaridad”, interpretada por artistas estelares de Televisa; se vendió un disco de edición especial, cuyas ganancias se destinarían a proyectos sociales. Entre los artistas estuvieron Vicente Fernández, Angélica María, la agrupación Garibaldi con Sergio Mayer, Timbiriche, Tatiana, Mijares y otros cientos más. Fuente: YouTube.