Las discusiones y peleas entre hermanos son un escenario común en la mayoría de las familias. Desde la disputa por un juguete en la infancia hasta los desacuerdos por responsabilidades o puntos de vista en la adultez, estos conflictos suelen ser vistos como algo negativo. Sin embargo, la Universidad de Harvard señala que estas confrontaciones son una parte normal y en muchos casos, saludable del desarrollo de las relaciones fraternales.
Aunque a primera vista puedan parecer negativas, estas peleas moderadas pueden tener beneficios importantes, como motivar a los niños a superarse y a desarrollar habilidades de resolución de conflictos. En contraste, relaciones equilibradas en términos de poder favorecen el desarrollo de habilidades como la negociación y la empatía.
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El papel de los padres es crucial en la gestión de estos conflictos. Aunque no siempre es necesario intervenir, cuando las peleas escalan o se tornan repetitivas, pueden tomar medidas como:
Aunque las peleas entre hermanos pueden ser agotadoras para los padres, también representan oportunidades para enseñar valores importantes como el respeto, la empatía y la comunicación efectiva. El tiempo de calidad en familia, combinado con estrategias de crianza positivas, puede transformar los conflictos en momentos de aprendizaje.
En caso de que las peleas sean persistentes o impacten de manera significativa en el bienestar familiar, los expertos aconsejan buscar la orientación de un profesional de la salud. Este apoyo puede ofrecer herramientas específicas para mejorar la dinámica familiar, tomando en cuenta las circunstancias únicas de cada hogar.
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Así, más allá de los desacuerdos y tensiones, los hermanos tienen la oportunidad de construir un lazo único basado en la confianza, el apoyo y los aprendizajes compartidos. Porque, en el fondo, cada pelea no es más que un capítulo en la historia de una relación que, con suerte, durará toda la vida.