En el Senado se aprobó que 80 elementos militares y personal de Gobernación busquen y repatríen desde Panamá los restos de Catarino Erasmo Garza Rodríguez. El motivo recaería en que fue un general mexicano y precursor de la Revolución.
La ocasión anterior en que los medios hablaron del tema se trató de la publicación, en 2016, del libro firmado por el actual presidente Andrés Manuel López Obrador: Catarino Erasmo Garza Rodríguez, ¿bandido o revolucionario?
En su momento, López Obrador reconoció identificarse con el “excepcional personaje” que planeó un movimiento revolucionario en Texas, fue perseguido por fuerzas armadas nacionales y estadounidenses y que más tarde desapareció.
Catarino E. Garza nació en Matamoros, Tamaulipas. Según la fuente, se encuentran dos probables fechas de nacimiento: el 24 o 25 de noviembre de 1859. Para darse una idea, Porfirio Díaz tendría 29 años cuando nació este futuro opositor de su gobierno.
Lee también: Memorias de Porfirio Díaz, 100 años de otra exclusiva de EL UNIVERSAL
Se sabe que en 1877 comenzó a vivir en Brownsville, que se encuentra en Texas, al otro lado del río Bravo desde Matamoros. Su principal ocupación, ya como adulto, fue el periodismo, además de que se dedicó a labores activistas con la intención de organizar y defender los derechos de los habitantes de Texas con orígenes mexicanos.
Una buena referencia para conocer el contexto de su juventud en Estados Unidos (EU) y de su labor social es el libro de Monica Muñoz Martinez The injustice never leaves you (La injusticia nunca te deja), editado por la Universidad de Harvard.
Refiere que desde la adquisición de territorio que una vez fue mexicano, por parte de EU a través del Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848, se registraron prácticas de “violencia antimexicana”, con las que los angloamericanos habrían despojado de sus tierras a quienes habían tenido nacionalidad mexicana hasta ese momento.
Incluso afirma que el dicho popular “con el alambre vino el hambre” hace referencia a que desde 1874 se popularizó en la región el uso de alambre dentado para sistematizar y sofisticar la privatización de tierra, con lo que antiguos rancheros mexicanos, en poco más de una década, se vieron obligados a convertirse en mano de obra.
Lee también: Pancho Villa padecía hipertensión, diabetes y obesidad, esto y más nos comenta su nieto
El golpe final habría llegado con las subastas de propiedades en que comisarios y cortes municipales texanas habrían vendido acres enteros, a menos de un centavo, siempre que los propietarios de origen mexicano se atrasaran con los impuestos o cuotas.
La situación en el norte de México no era diferente, porque como parte de la “Paz Porfiriana” los terratenientes e incluso dos generales habían conseguido aumentar su fortuna de forma exorbitante a costa de los campesinos.
Por su parte, en los 15 años que Catarino Erasmo llevaba viviendo en EU, ya era conocido como un atrevido periodista, quien no se detenía antes de señalar injusticias de gobiernos locales y publicó en diarios como El Libre Pensador, El Comercio Mexicano y La Revista Mexicana.
Al mismo tiempo, participó en la organización de asociaciones “mutualistas”, que le servían como un ambiente pacífico y una vía legal para invitar a otros mexicanos y descendientes de mexicanos a defender sus derechos como personas y como trabajadores en Texas.
Lee también: “Las Memorias de Francisco Villa” parte 1 de 6: la niñez del Centauro del Norte
La página de la Condusef define hoy en día una "mutualidad" o Sociedad Mutualista de Seguros como una asociación de personas que “sin dar pólizas o contratos, conceden a sus miembros coberturas en caso de muerte, beneficios en los de accidentes y enfermedades...”.
Fue en ese escenario que, en 1891, tras años de escribir sus ideas en la prensa, Garza Rodríguez decidió levantarse en armas. No buscaba oponerse a EU, su objetivo real era derrocar al dictador Porfirio Díaz para mejorar las condiciones de vida de los mexicanos.
La idea era que, al triunfar, el país “volviera al orden constitucional” y se deslindaran los terrenos baldíos para “repartirlos entre los mexicanos que se comprometieran a cultivarlos”, según explica la tesis de licenciatura sustentada por Gilberto Urbina Martínez en 2001 ante la entonces ENEP Acatlán de la UNAM.
Con base en sus acciones, podría decirse Catarino Erasmo veía más viable hacer justicia en su natal México a través de una revolución en la que se uniera todo el pueblo, que combatir la creciente xenofobia en las zonas que nuevas leyes ya proclamaban como territorio extranjero.
En su proclama revolucionaria, escribió acerca de sí mismo: “El último de los periodistas independientes, el más humilde de todos abandona hoy su pluma para empuñar la espada en defensa de los derechos del pueblo”.
Catarino Erasmo comenzó su movimiento con el apoyo de un grupo reducido pero diverso: había desde hacendados hasta rancheros sin tierra, así como mexicanos, angloamericanos y algunos extranjeros con residencia en Texas.
Equipado con el Plan Revolucionario que proclamó y acompañado por unos 60 hombres, armados con rifles Winchester, cruzó el río Bravo el 15 de septiembre de 1891 para convocar al pueblo mexicano a levantarse contra el tirano Díaz.
A grandes rasgos, su movimiento sumó algunos cientos de simpatizantes, pero el gobierno y la prensa, tanto del México porfiriano como de EU, los minimizaron y persiguieron entre ambos territorios.
Eso sí: los expertos están de acuerdo en reconocer que, si bien hubo pérdidas materiales y violencia, Catarino Erasmo y los Garzistas lograron evadir la captura de los ejércitos mexicano y estadounidense, así como de los Texas Rangers.
Por el aparente olvido histórico en torno a él, no sorprende que lo que sí los alcanzó fue la derrota, que tuvo lugar ante el general Lorenzo García durante su última incursión en México, en abril de 1892.
El final de este esfuerzo político fue el exilio de su líder, quien habría regresado a ocultarse en Texas, por lo que se le consideró desaparecido el resto de aquel año.
Según la carta que enviara a su esposa Concepción González, en la primavera de 1893 habría partido al puerto de Nueva Orleans para comenzar su exilio: un viaje con escala en Jamaica hacia Costa Rica, donde intentaría establecer una “casa de comercio” o en su defecto encontrar trabajo.
A pesar del exilio, sus inclinaciones políticas no cambiarían, pues más tarde se unió a los liberales de Costa Rica y de Colombia. Ganó fama y simpatías entre quienes buscaban reunificar la Federación Centroamericana, que existió entre 1824 y 1841.
Antes de morir, en el norte de México ya había canciones populares sobre su lucha por defender al pueblo, y no dejó de escribir en contra del gobierno porfirista. Sin embargo, su muerte ocurrió en un ataque de los revolucionarios colombianos al cuartel de Boca del Toro, en el entonces Departamento de Panamá.