La sudoración excesiva, conocida como hiperhidrosis, es un problema que afecta a un pequeño porcentaje de la población, pero que puede tener un gran impacto en la vida diaria. A pesar de que el sudor tiene una función esencial en la regulación de la temperatura corporal, en algunas personas, las glándulas sudoríparas se activan de manera excesiva e incontrolada. Esto puede ocurrir no solo en situaciones de calor extremo, sino también en momentos inesperados, como en reuniones laborales o situaciones de estrés durante el otoño, cuando las temperaturas comienzan a bajar.
La hiperhidrosis puede ser de origen genético o estar relacionada con factores desconocidos. A menudo, afecta de manera localizada, especialmente en áreas como las axilas, las manos o los pies. En otras ocasiones, puede manifestarse de manera más generalizada en todo el cuerpo.
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Esta condición no solo causa incomodidad física, sino que también tiene repercusiones emocionales y sociales. Las personas que la padecen este tipo de sudor suelen experimentar ansiedad o vergüenza debido a la constante humedad en la piel o en la ropa, lo que puede afectar su autoestima y sus interacciones diarias.
Además, la sudoración excesiva prolongada puede favorecer el desarrollo de infecciones cutáneas y dermatitis, ya que la piel permanece húmeda durante largos periodos. Esta combinación de efectos físicos y emocionales hace que la hiperhidrosis sea una condición que necesita ser tratada adecuadamente para mejorar la calidad de vida de quienes la padecen.
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Según José Luis López Estebaranz, presidente del Colegio Ibero Latinoamericano de Dermatología (Cilad), existen varios tratamientos disponibles para combatir la sudoración excesiva, dependiendo de la gravedad del caso y de la recomendación médica. Entre los tratamientos más comunes se encuentran los antitranspirantes con sales de aluminio, que bloquean los conductos sudoríparos para reducir el flujo de sudor. También existen medicamentos tópicos, como el glicopirrolato, y orales, como la oxibutinina, que ayudan a controlar la hiperhidrosis generalizada, aunque pueden causar efectos secundarios como sequedad de boca o dolor de cabeza.
Otra opción popular son las inyecciones de toxina botulínica, que se utilizan especialmente en las axilas y manos, con resultados que duran entre seis y doce meses. Este tratamiento es muy eficaz y se puede realizar de manera ambulatoria, aunque puede requerir anestesia local.
Métodos más avanzados incluyen la iontoforesis, que utiliza corrientes eléctricas suaves aplicadas en manos o pies, y el sistema de microondas Miradry, que elimina permanentemente parte de las glándulas sudoríparas en las axilas. Para quienes prefieren opciones no quirúrgicas, el sistema de radiofrecuencia Inmode Fractora es una alternativa que destruye las glándulas sudoríparas hiperactivas en varias sesiones.