Llamar “Don Goyo” al volcán Popocatépetl se siente natural para casi cualquier habitante de la Cuenca de México que tenga en cuenta la impetuosa presencia del coloso. Tanto es así, que las razones del amistoso sobrenombre parecieran perderse en el tiempo. Aquí te contamos parte de la historia entre miles de mexicanos y el estimado señor Gregorio, nuestro volcán.
En diciembre de 2000, un artículo editorial de este diario, firmado por David Huerta, comentó cómo nos distingue el ánimo de atribuir cualidades humanas al entorno natural. Sería por eso, pensó, que se “rebautizó al Popo".
Resulta irónico que Huerta le achacaba este ánimo más a las comunidades de las faldas volcánicas que a la población en general, pues justo uno de sus habitantes más distinguidos señaló otra vertiente, también en vísperas de la Navidad del 2000.
“La culpa la tuvieron los españoles, hace más de 500 años, que vinieron a ponerle nombre de santos a los pueblos indígenas”, comentó en entrevista Luis Soriano, conocido por sus rumbos como “el Tlaxquiche”.
Quien de niño incluso se encontró en el camino al célebre Gerardo Murillo, Dr. Atl, artista al que entonces le cuidaba la maleta mientras pintaba, ya siendo mayor afirmaba: “al Popocatépetl lo conocen con ese nombre aquí y en China”.
Por otro lado, el abogado Martín Reyes Vayssade mencionó en nuestras páginas que, en la pareja de deidades volcánicas, ambos tienen su apodo: Don Goyo y Doña Manuela.
Así lo confirma el maestro Rogelio Alcántara, que nos cuenta de las tres “regiones espirituales” de los volcanes: del lado de Puebla están los pedidores del tiempo, en Morelos los señores de las nubes y en el Edomex los graniceros. Cada grupo tiene sus creencias y rituales, pero destaca que Alcántara le da más crédito al nombre prehispánico.
Ya sea por usanza española o por costumbre mexicana, ninguna explicación nos deja claro por qué el nombre tenía que ser Don Goyo y no Don Pancho o Don Chema. En 2019 nuestro corresponsal Justino Miranda entrevistó a Doña Vicenta Laredo Jiménez, de Hueyapan, Puebla, y quien era todo un pilar de la memoria oral de su comunidad.
A sus 92 años, destacaba por ser de las pocas personas que aún pueden contarnos la leyenda de Gregorio y Celestino. Así es, no sólo estaba Don Goyo, sino también su competencia, el Cerro Gordo.
Ambos fueron el centro de una historia en los tiempos en que “los montes, cerros y montañas eran hombres y caminaban y convivían en las comunidades”, según le contó a doña Vicenta su abuelito, quien a su vez escuchó la historia de sus propios abuelos.
Sucedió que había dos cerros, Gregorio y Celestino, a quienes “Diosito” puso a competir, narró Laredo. El primero en llegar a la meta sería “el rey del mundo”. Aunque salieron a la par, el Cerro Gordo era un joven tan arrogante y flojo que se detuvo a dormir.
Al despertarse Celestino y a pesar de que ya entonces Don Goyo era un abuelito de caminar lento, ya había terminado la carrera y era “el rey del mundo”. Enojado por su derrota, el joven arrojó víboras y alacranes al volcán, quien se mantuvo muy sereno hasta que se le acabó la paciencia y partió en pedazos al Cerro Gordo con un rayo.
No hay certeza sobre qué fue primero, si la celebración del cumpleaños del volcán, o su sobrenombre de Don Goyo. Hasta la fecha, no pocos mexicanos han recibido su nombre por el santo del día en que nacen, pero en el caso del Popo, bien pudiera ser que lo celebran el 12 de marzo por ser el día del santo de aquel don Gregorio que venció a Celestino.
Canciones, comida y sombreros es lo que pobladores y tiemperos le regalan al volcán, confiando en él como si hubiera un pacto sellado. Él los cuida, les lleva la lluvia y se mantiene calmado cuando así lo hacen, una creencia firme hasta hoy.
Entre los mencionados sacerdotes o profetas de Don Goyo, los tiemperos, también se ha llegado a asegurar que el volcán se les aparece como persona: un anciano canoso que se les presenta como Gregorio Chino Popocatépetl.
Ahora que sabes las leyendas y las historias que se cuentan, puedes decidir qué pensar sobre el origen del nombre de Don Goyo: que será culpa de los españoles, que es por el día de su santo, que fue por el vencedor de una carrera o que él mismo sabe y decide decirnos cómo se llama.