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Desde un punto de vista fisiológico, llorar no es simplemente una respuesta involuntaria a un irritante, como cuando cortamos cebolla. En lugar de eso, es una reacción emocional compleja que involucra una serie de respuestas corporales, tales como cambios en la respiración, la expresión facial y, por supuesto, la liberación de lágrimas.
Según el psiquiatra William H. Frey II, quien realizó estudios sobre el llanto, las lágrimas emocionales, como las que se derraman tras una película triste, tienen una composición diferente a las lágrimas causadas por irritantes. Las lágrimas emocionales contienen más proteínas, lo que indica que tienen un papel activo en el bienestar físico y psicológico.
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Beneficios emocionales y psicológicos de llorar
Una de las teorías más prominentes sobre por qué lloramos es la catarsis. Esta idea, que proviene de la antigua Grecia, sugiere que el llanto nos ayuda a liberar tensiones emocionales acumuladas, brindándonos alivio. El filósofo Aristóteles ya afirmaba que las lágrimas "limpian la mente", un concepto que la ciencia moderna ha respaldado. Un estudio realizado en 2008 con 4,300 adultos en 30 países reveló que la mayoría de las personas experimentaron mejoras en su bienestar tanto físico como mental después de llorar, esto de acuerdo la BBC.
Sin embargo, no todos los llantos son iguales. La psicóloga Jill Suttie, experta en bienestar emocional, apunta que las personas a menudo sienten alivio emocional tras llorar, pero también hay factores que influyen en la efectividad de esta catarsis. Si lloramos en público, especialmente en culturas que desaprueban la expresión emocional, puede que no experimentemos el mismo alivio que cuando estamos en un entorno más privado, como con amigos cercanos o familiares.
Una de las razones por las cuales lloramos incluso cuando estamos solos es que el llanto también cumple una función introspectiva. Según los estudios, cuando lloramos, nos permitimos procesar y entender mejor nuestras propias emociones. Es una forma de "evaluación secundaria" que nos ayuda a identificar lo que sentimos realmente. Este proceso permite que nuestra mente ordene y clasifique las emociones, ayudándonos a comprender nuestras reacciones ante ciertos eventos.
Además de sus efectos emocionales, el llanto también tiene un componente social crucial. Cuando lloramos, estamos enviando una señal de vulnerabilidad, una especie de llamada de ayuda a aquellos que nos rodean. En muchas situaciones, las lágrimas estimulan respuestas empáticas en los demás, generando apoyo y comprensión. Este fenómeno tiene una base biológica: las lágrimas desencadenan una reacción en los observadores, estimulando la liberación de hormonas como la oxitocina, que está asociada con la creación de vínculos afectivos y la empatía.
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Aunque algunos estudios sugieren que el llanto en solitario no siempre mejora nuestra capacidad de soportar el dolor físico o el estrés, se ha encontrado que aquellos que lloran experimentan una recuperación fisiológica más rápida en situaciones emocionales intensas. En un experimento, se observó que las personas que lloraron durante una película triste tuvieron una frecuencia cardíaca más estable y una respiración más equilibrada en comparación con aquellos que no lloraron.
Sin embargo, no todo el mundo experimenta los mismos efectos tras llorar. Los estudios indican que las mujeres tienden a sentir más alivio después de llorar que los hombres, y esto podría estar relacionado con las expectativas sociales y culturales sobre la expresión emocional. En culturas donde se valora la apertura emocional, llorar es visto como una forma legítima de lidiar con las emociones. Por el contrario, en sociedades más restrictivas, el llanto puede ser visto como una debilidad, lo que puede dificultar la catarsis emocional.
Si bien el llanto puede ofrecer muchos beneficios emocionales y sociales, no necesariamente mejora nuestra salud física de forma directa. Los estudios han demostrado que, aunque llorar puede ayudarnos a sentirnos mejor a nivel emocional, no tiene un impacto claro en la mejora de nuestra salud física o en nuestra capacidad para enfrentar situaciones estresantes. No obstante, la función del llanto como mecanismo de alivio psicológico y social sigue siendo innegable.
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