El envejecimiento es una preocupación creciente en la sociedad, por lo que la búsqueda de soluciones para mantener la mente ágil y prevenir el deterioro cognitivo se ha intensificado.
Un estudio reciente de la Universidad AlMaarefa, en Arabia Saudita, ha puesto el foco en un nutriente que podría ser clave para proteger la memoria: la vitamina K. Este hallazgo abre nuevas perspectivas en la medicina preventiva y plantea una pregunta fundamental: ¿cómo puede esta vitamina influir en la salud del cerebro?
Según la investigación publicada en la revista Antioxidants, la vitamina K, particularmente en su forma K2 (menaquinona-7 o MK-7), podría desempeñar un papel crucial en la prevención de la pérdida de memoria y el deterioro cognitivo. El estudio, realizado en un modelo animal con ratas, demostró que la suplementación con esta vitamina no solo mejora el rendimiento cognitivo, sino que también reduce los síntomas de depresión, ansiedad y otros problemas asociados con el envejecimiento cerebral. Estos resultados sugieren que la vitamina K podría influir en vías biológicas claves para la inflamación y la actividad antioxidante, protegiendo así el cerebro frente al deterioro.
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La vitamina K no solo es conocida por su papel en la coagulación sanguínea, sino que también tiene funciones menos conocidas pero igualmente importantes en el cerebro. Actúa como un antioxidante, ayudando a reducir el estrés oxidativo que daña las células cerebrales con el tiempo. Además, influye en la regulación de proteínas que juegan un papel en la salud de los vasos sanguíneos del cerebro y en la protección contra enfermedades neurodegenerativas. Es esta combinación de efectos lo que hace que la vitamina K sea tan prometedora como una herramienta para preservar la función cognitiva a medida que envejecemos.
Si bien los suplementos de vitamina K2 pueden ser una opción, obtener esta vitamina a través de la dieta es una forma natural y efectiva de asegurarse de que el cuerpo reciba lo que necesita. La vitamina K se encuentra en una amplia variedad de alimentos. Los vegetales de hojas verdes, como las espinacas, kale, acelga y brócoli, son fuentes ricas de vitamina K1. Por otro lado, la vitamina K2 se encuentra en alimentos de origen animal como la pechuga de pollo, la carne de res, huevos y productos lácteos fermentados como el queso Gouda y Edam.
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Incorporar alimentos ricos en vitamina K en la dieta diaria puede ser un paso sencillo pero significativo para cuidar la salud del cerebro. Además de sus beneficios para la memoria, esta vitamina también contribuye a la salud ósea y cardiovascular. Por tanto, su consumo regular no solo puede ayudar a prevenir el deterioro cognitivo, sino que también puede ofrecer protección integral a otros sistemas vitales del cuerpo.
Aunque los efectos de la vitamina K no son inmediatos, su impacto a largo plazo es notable. Según el estudio de la Universidad AlMaarefa, las mejoras cognitivas y en la memoria pueden empezar a percibirse gradualmente con el tiempo, siempre y cuando se mantenga una ingesta adecuada de esta vitamina. Es un compromiso a largo plazo con la salud, que se ve recompensado con una mente más aguda y una mayor protección contra el envejecimiento cerebral.