-Yo a mi viejo no le podía decir “mi viejo”. Es una cuestión de lenguaje. Me llegaba a escuchar decirle “viejo” y olvidate...
Es una mañana de otoño. En su estudio, un pequeño departamento en una planta baja de Palermo, el periodista, poeta y letrista José Tcherkaski (80) recuerda a su padre. A él, justamente a quien nunca hubiese podido decirle: “Viejo, llegué”, “Hola, viejo“, ¿Cómo estás, viejo?”, a él le dedicó la canción “Mi Viejo”, su mayor éxito compositivo. Musicalizado e interpretado por Piero, este emblema popular argentino fue lanzado un día como hoy, Día del Padre, hace 53 años. Y no tardó en estallar en las disquerías de todo el país. Pero lo más llamativo es que logró mantener su vigencia a lo largo de las décadas. Tal es así que su autor aún vive de los derechos de esta canción, que fue reproducida en 35 países y sonó en más de 40 series y películas, incluidos Los Simpson (2010) y la serie de la vida de Maradona (2022).
-Mi padre se levanta de la tumba y se muere de vuelta si se entera que su canción es famosa en todo el mundo -Tckerkaski se ríe-. Mis viejos por mí no pagaban ni cinco mangos, viste.
Él escribió la canción con 22 años, pero su padre, Mario Tcherkaski no llegó a escucharla. Murió ocho años antes. “Mi Viejo” (1969) fue la primera composición de su hijo. En ese entonces era periodista de la revista Siete Días y de música sabía poco.
-Yo era cronista, que es la última categoría. Ni banquito tenía. En la revista había dos periodistas, grandes poetas, que eran amigos de Piero. Él había dejado de cantar y vendía clériman, lo que usan los curas en el cuello, para poder vivir. Un día, vino a visitarlos y ellos le dijeron, apuntándome: “Este es el que puede escribir con vos”. Habían visto poesía mía, que para mí era pésima. Yo nunca había valorizado lo que escribía y nunca había pensado en escribir una canción.
Así, de un día para el otro, se formó la dupla creativa. Unas semanas después, cuando aún no habían logrado componer un tema, Tcherkaski recordó un poema que había escrito sobre su padre hacía unos años. No le gustaba, pero rescató una frase: “Viejo, mi querido viejo”. Y fue a partir de esas cuatro palabras que creó la canción que todos conocemos.
Hoy resulta difícil imaginarlo, pero apenas Piero y él la grabaron la canción, no tuvo buena aceptación, al menos no por parte de las discográficas. “Nos echaban de todas. Yo parecía Olmedo, iba por la calle llevando una cajita con la canción grabada y Piero iba adelante, ofreciéndola por los diferentes sellos. En un momento le dije: ‘No lo hagamos más, es humillante’”, recuerda Tcherkaski. Pero su suerte cambió cuando llegaron a CBS, Sony. Un productor vio la canción como un buen negocio para ser lanzada el Día del Padre. Y fue entonces que surgió lo que su autor recuerda como “un despiole”. Se juntaban fanáticos en la puerta del departamento de Piero y también en la suya. Consciente del éxito de la canción, el sello llevó al dúo compositivo a hacer una gira por las distintas disquerías de la ciudad para firmar su single.
“Esta experiencia me llevó al diván, al psicoanálisis. ¡En serio! Porque la gente se nos largaba a llorar y nos decía: ‘En el velorio de mi viejo voy a poner esta canción’, o ‘Compré el disco porque es el último deseo de mi papá'. Y yo tenía una angustia. No entendía nada”, recuerda.
-Es un buen tipo mi viejo/ Que anda solo y esperando/ Tiene la tristeza larga/ De tanto venir andando. ¿Realmente lo veías así?
-Sí. Ese era mi papá. Él cargaba con muchas cosas de las cuales nunca le oí hablar. Creo que por eso murió tan joven, con 52. Sus padres eran terratenientes en Rusia y le habían dado una formación muy sólida, Pero se hizo la revolución y entonces él decidió irse. Viajó por distintos países hasta que llegó a la Argentina. Él era un patricio ruso, pero en Buenos Aires era vendedor ambulante de sábanas. Le costaba mucho entender el lugar al que pertenecía acá, estaba acostumbrado a otro estilo de vida.
En la Argentina, Mario Tcherkaski se casó con Berta, descendiente de campesinos polacos, y tuvo dos hijos, José y Osvaldo. Y pese a que trabajaba duro todos los días para mantener a su familia, nunca abandonó una de sus grandes pasiones: la lectura. “Fue una persona muy importante para mí. Me abrió el camino en el mundo de la literatura, del teatro. Era una persona muy interesante. Tenía sus arbitrariedades, como todo padre. Pero yo le estoy muy agradecido. Influyó en mí de una manera muy seria”, reflexiona el autor de “Mi Viejo”.
Él y su hermano vivieron gran parte de su infancia en la confusión absoluta. Vivían en un inquilinato, la mayor parte del tiempo el dinero no sobraba. Pero cuando su padre hacía una buena venta, se festejaba a lo grande. “Imaginate. Mi viejo vendía sabanas, pero de repente nos llevaba al restaurante más caro de Buenos Aires y venía el sommelier a mostrarle los vinos. Era medio raro, ¿no? De esa esquizofrenia, nació este señor, que también vive la misma esquizofrenia”.
-¿Cuál sería tu “esquizofrenia”?
-Uno tiene sus vicios. Por ejemplo, yo nunca iría a comer a un boliche. Si salgo, voy a un lugar digno, muy bueno. Cuando trabajaba en la revista era un poco más democrático. Pero son cosas que yo tomé de mi papá. Después, por ejemplo, no tengo vocación popular. O sea, veo a cinco personas y me voy. No voy al cine, no voy a conciertos, solo cuando tocaba Piero. Pero solo me quedaba durante el armado. Ya cuando él subía al escenario y empezaba a ‘hacer la pavada’ como le digo yo, me rajaba a un bar a tomarme un whisky.
Después de “Mi Viejo”, siguieron muchos otros grandes éxitos. Tcherkaski se convirtió en el autor de algunas de las canciones de protesta más conocidas: “Coplas de mi País”, “Para el Pueblo lo que es del Pueblo” y “Que se vayan ellos” son solo algunos de sus éxitos. Escribió más de 80 canciones durante su larga trayectoria profesional. Mientras, siguió con su carrera de periodista, en la que se destacó como entrevistador.
Pero durante todos estos años nunca olvidó la reacción de su madre al verlo por primera vez en TV, tras el lanzamiento de “Mi Viejo”, junto a Piero, en el programa de Horacio de Dios en Canal 13. “Un sábado fui a almorzar a su casa, en Villa Luro, y me dijo: ‘Nene, decí la verdad porque si no vas a ir preso, vos no escribiste nada”. Ella pensaba que yo trabajaba de cafetero en alguna redacción. Y yo le decía: ‘Mamá, es en serio’, pero ella no me creía. Estaba convencida de que era un estafador nacional”, recuerda, entre risas.
-¿No te molesta que, cuando uno busca “Mi Viejo” en Google, lo primero que aparezca sea la carátula “Canción de Piero”?
-No, yo sé que es mía. De todas formas, en Google, más abajo, también figura mi nombre. Nosotros firmábamos todo como “Piero-José”, qué se yo... A ver, si yo escribo una canción y tiene un éxito enorme, ¿qué me importa si doña Jacinta, doña Rosa o el señor Carlitos saben que la escribí yo? A mí lo que me importa es que Sadaic lo sepa para que me liquide mi derecho de autor -dice en un tono jocoso y serio a la vez.
Hace pocas semanas, Tcherkaski presentó en la Feria del Libro de Buenos Aires su último libro: “Chau, no va más” (Tercer Tiempo), donde recopila dos entrevistas que le hicieron los periodistas Diego Boris y Néstor Nini, además de sumar gran parte del archivo fotográfico de su carrera profesional y algunas cartas y poemas.
En la dedicatoria del libro, escribió: “A mi padre”. Esta vez prefirió llamarlo como a él le hubiera gustado.
Es un buen tipo mi viejo
Que anda solo y esperando
Tiene la tristeza larga
De tanto venir andando
Yo lo miro de desde lejos
Pero somos tan distintos
Es que creció con el siglo
Con tranvía y vino tinto
Viejo, mi querido viejo
Ahora ya caminas lerdo
Como perdonando el viento
Yo soy tu sangre, mi viejo
Soy tu silencio y tu tiempo
Él tiene los ojos buenos
Y una figura pesada
La edad se le vino encima
Sin carnaval ni comparsa
Yo tengo los años nuevos
Mi padre los años viejos
El dolor lo lleva dentro
Y tiene historia sin tiempo
Viejo, mi querido viejo
Ahora ya caminas lerdo
Como perdonando el viento
Yo soy tu sangre, mi viejo
Soy tu silencio y tu tiempo
Yo soy tu sangre, mi viejo, yo
Soy tu silencio y tu tiempo
Yo soy tu sangre, mi viejo
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