No son pocas las ocasiones en los que las personas se encuentran con el dilema de si no ingerir un medicamento para poder beber algunos tragos o si, por el contrario, evitar las bebidas alcohólicas por estar, por ejemplo, tomando un antibiótico.
Pues bien, de acuerdo con Nial Wheate, profesor asociado de la Escuela de Farmacia de Sydney (Universidad de Sydney), y Jessica Pace, también profesora asociada de esta institución, la mezcla de estos dos puede afectar el organismo de distintas maneras. Eso sí, no con todas las medicinas pasa y los efectos son muy variados. Para algunos casos, es probable que lo único que ocurra es que el medicamento no actúe efectivamente, mientras que en otros podría causar dosis que pueden llegar a ser mortales.
Para entender lo que sucede, primero es importante saber cómo funciona la ingesta de medicinas. Una vez que son ingeridas, estas viajan al estómago, que luego lo transporta hasta el hígado. Allí, estas se metabolizan y descomponen para entrar a la sangre. Como el alcohol también se descompone en el hígado, este puede afectar la cantidad del fármaco que llega hasta el torrente sanguíneo.
Cuando los medicamentos se metabolizan más, puede que lo que llegue a la sangre no sea suficiente para ser efectivos. De otro lado, si se metabolizan menos se obtiene una dosis más elevada del fármaco, que podría ocasionar una sobredosis. ¿Pero de qué depende cada reacción? El tipo de medicamento, la dosis, la cantidad de alcohol que es ingerido, la edad, los genes y el sexo son algunas de las variables que juegan en cada caso.
Pero mujeres, personas mayores y con problemas hepáticos tienen más probabilidades de que esa mezcla les provoque interacciones. A continuación, cuatro tipos de efectos que debes tener en cuenta.
Entre las primeras interacciones con el alcohol se cuentan las que este tiene con un medicamento que deprime el sistema nervioso central para reducir la agitación y la estimulación. Al mezclarse, puede hacer que se sienta más somnolencia, así como ralentizar la respiración y el ritmo cardíaco.
Además, en casos extremos y graves, puede incluso ocasionar un coma y la muerte de la persona. Dichas reacciones son más probables si se consume más de un fármaco de este tipo.
En este grupo de medicinas se incluyen las que son recetadas para tratar la depresión, la ansiedad, la esquizofrenia, el dolor (excepto el paracetamol), los trastornos del sueño, las alergias y los resfriados y la gripa. Lo más recomendable es no tomar alcohol con estas medicinas o mantener el consumo de alcohol al mínimo.
En otros casos, la mezcla de sustancias alcohólicas con cierto tipo de medicamentos aumenta el efecto de los mismos. Esto sucede, por ejemplo, con la pastilla zolpidem, que se ingiere para dormir y que no debe tomarse con alcohol.
Esto tiene efectos secundarios graves, entre ellos un comportamiento extraño durante el sueño, como comer o caminar mientras se está dormido, reacciones que son más probables cuando se mezcla alcohol.
De otro lado, están los fármacos que solo tienen efectos si interactúan con algunos tipos de alcohol. Algunos como los que se utilizan para tratar la depresión, como la fenelzina, la tranilcipromina y la moclobemida, el antibiótico linezolid, el medicamento contra el Parkinson selegilina y el medicamento contra el cáncer procarbazina están en esta lista.
Al ser inhibidores de la monoaminooxidasa solo interactúan con algunos tipos de cervezas boutique y artesanales, cervezas con sedimento visible, cervezas belgas, coreanas, europeas y africanas, y cervezas y vinos caseros. Estas bebidas traen altos niveles de tiramina, la cual es una sustancia natural que por lo regular el cuerpo descompone y no causa daño.
Lo que sucede es que los inhibidores de la monoaminooxidasa evitan, precisamente, que el cuerpo descomponga la tiramina, lo que incrementa sus niveles en el organismo de una persona y puede elevar la presión arterial hasta niveles que son peligrosos.
Otros medicamentos afectan la forma en la que el cuerpo descompone el alcohol. Por eso, si se beben sustancias alcohólicas mientras se está tomando ese tipo de fármacos, esto puede causar náuseas, vómitos, enrojecimiento de la cara y el cuello, dificultad para respirar o mareos o la presión arterial puede bajar.
Los efectos se podrían reflejar, incluso, después de que se suspende el tratamiento o se deja de beber alcohol. El metronidazol es un claro ejemplo. Con esta medicina se debe evitar el alcohol no solo durante el tiempo que se ingiere, sino al menos 24 horas después de dejar de tomarlo. Otro ejemplo es la acitretina, que es recetada para tratar afecciones de la piel como la psoriasis grave y para prevenir el cáncer de piel en personas que han tenido un trasplante de órganos. Cuando se toma, se transforma en otra sustancia, etretinato, antes de que se elimine del cuerpo.
Pues bien, el alcohol aumenta la cantidad de etretinato en el organismo, sustancia que puede causar defectos de nacimiento. Se debe evitar el alcohol durante dos meses después de usar este medicamento.
Existe un mito muy popular en esta materia: ese de no mezclar alcohol con ningún tipo de antibiótico. Sin embargo, esto solo aplica para el metronidazol y el linezolid. En otros casos, generalmente es seguro beber alcohol con antibióticos, pues no afecta su eficacia.
No obstante, si se puede, es mejor evitar hacer esta mezcla. Lo que sí sucede es que, como los antibióticos y el alcohol tienen efectos secundarios muy parecidos -entre ellos malestar estomacal, mareos y somnolencia-, al mezclarlos los dos se vuelve mucho más probable que se presenten dichos efectos.
Asimismo, el alcohol también puede reducir la energía de las personas y aumentar el tiempo que a esta le tome recuperarte. En cualquier caso, lo mejor será siempre consultar a un experto en la materia para cuidar nuestro organismo y evitar complicaciones de salud.
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