Texto: Raúl J. Fontecilla
A finales de noviembre de 1964 se informó a los médicos residentes y estudiantes de Medicina internos en el Hospital 20 de Noviembre (ISSSTE) que no recibirían aguinaldo, equivalente a tres meses de sueldo.
Lo anterior y la poca atención de las autoridades ante quejas de los afectados dieron pie al primer paro de labores de médicos y enfermeras . Si bien se mantuvo el compromiso de no desatender urgencias y partos, los pacientes habituales del nosocomio solo recibían atención por parte de los médicos de base.
El paro de labores de los médicos residentes atrajo la atención de los medios cuando el movimiento creció hasta tener presencia en distintas entidades de la República. Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Pronto los huelguistas fueron despedidos, sin importar a las autoridades las muestras de apoyo moral y material de médicos y enfermeras, así como las expresiones de asociaciones y sociedades del sector a lo largo de la República, o de instituciones como el IMSS y Ferrocarriles Nacionales.
Personal médico de diversos estados del país envió su adhesión a sus colegas en huelga de la capital. Así el paro de labores en el sector salud se extendió a cada vez más entidades federativas.
Autoridades como el director general del ISSSTE, Rómulo Sánchez Mireles, manifestaron que la realidad económica de los internos y residentes dependía de la disponibilidad de recursos de la institución.
El Hospital General de la capital fue uno de los nosocomios que mayor apoyo supuso para la lucha de justicia social que iniciaron sus colegas del Hospital 20 de Noviembre. Hemeroteca EL UNIVERSAL.
En diciembre de 1964, las páginas de EL UNIVERSAL se llenaron de notas que describían cómo crecía aquel movimiento. Por un lado, se leían mensajes de solidaridad entre profesionales de la salud; por otro, los expertos hacían defensa de perspectivas a favor y en contra de las demandas.
La lucha por los derechos laborales no fue fácil para el sector médico a nivel nacional. Pese a la legitimidad de sus denuncias, las autoridades federales les respondieron con argumentos como “se les facilitan los medios para que lleguen a ser médicos de verdad y ellos pretenden cobrar por eso”.
En los medios de comunicación se hizo presente una campaña en contra, que reducía el efecto del paro de labores a un perjuicio para los derechos humanos de los pacientes y hasta en desprestigio del país.
Mientras algunos reconocían la legitimidad de las demandas de los médicos residentes, las autoridades señalaban el austero presupuesto como origen de la problemática. Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Sin embargo, entre las consignas que promovía la Asociación Mexicana de Médicos Internos y Residentes (AMMRI) estaba el mejoramiento de los medios de enseñanza y trabajo, así como de las prestaciones médico-sociales y económicas.
Quizá uno de los momentos más frustrantes para este movimiento fue la tajante negativa del Ejecutivo, el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz , para sostener una reunión personal con los médicos en paro de labores. Además, sentenció que los inconformes debían de recurrir “a los cauces legales correspondientes” para tramitar soluciones.
Ante esto, una reunión de médicos del Hospital General acordó solicitar en una carta al presidente que, en su calidad de abogado, indicara dichos cauces legales en vista de que el caso de los paristas no estaba contemplado a causa de no contar ni con contratos de trabajo registrados ante la junta de Conciliación y Arbitraje, ni con membresías en sindicato alguno.
Los médicos residentes se presentaban al nosocomio, pero no atendían situaciones distintas a emergencias o partos. Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Un ejemplo de la determinación de los simpatizantes fue el Hospital de Huipulco, cuyo director, doctor Ismael Cosío Villegas, advirtió a sus superiores que presentaría su renuncia inmediata en caso de recibir órdenes contra los médicos en paro.
A esta advertencia se sumó todo el personal conformado por médicos , enfermeras y administrativos de dicho nosocomio. En varios hospitales las renuncias sí se hicieron efectivas.
En el artículo “El Conflicto de los Médicos” publicado en este diario, escrito por el Lic. José Núñez Castañeda, se señalaba que el conflicto no era una cuestión que quedara en lo económico: “el movimiento va más allá, significa dignidad humana y dignidad profesional”.
Núñez planteó que este grupo de médicos se dio cuenta de su condición de personas humanas dotadas de derechos y de sujetos de justicia social.
Del mismo modo, argumentó que era inválido atentar contra la dignidad de los médicos al decirles que por ser becarios y con ello estudiantes de especialidades “lo económico pasa a un segundo plano”.
La marcha de médicos del entonces Distrito Federal durante el movimiento #YOSOY17, en 2014, tuvo su origen en bajos salarios, falta de materiales, de equipo y de personal. Archivo EL UNIVERSAL.
Lo anterior, sostuvo Núñez, equivale a afirmar que quien desea superarse y se encierra en un hospital para aprender en contacto directo con pacientes debe sacrificarse materialmente y pensar sólo en su vocación y su futura preparación, sin importar si tras años de estudio y con título en mano, la retribución sea insuficiente para una vida decorosa.
El paro de los médicos se mantuvo activo por un año, de forma intermitente, hasta octubre de 1965. Su legado, de acuerdo con Francisco Domingo Vázquez, del Instituto de Salud Pública de la Universidad Veracruzana, radica en que luego de este movimiento la Ley Federal del Trabajo de 1970 contempló por fin los derechos del médico residente.
En 2017 estudiantes de medicina y médicos residentes en Polonia hicieron una huelga de hambre para exigir mejoras salariales. EFE.