La salud de las personas siempre se encuentra en el foco del debate cuando se habla de la alimentación, los tipos de dieta que existen y cómo ciertos productos pueden o perjudicar nuestro bienestar. La Organización Mundial de la Salud hace referencia a hábitos que debemos incorporar desde muy temprana edad para un crecimiento saludable y un buen desarrollo cognitivo.
Para mejorar nuestra salud presente y futura se debe seguir un estilo de vida saludable que incluya actividad física de forma regular, una alimentación balanceada, evitar fumar y las bebidas alcohólicas de alta graduación, de acuerdo a la Asociación Española de Afectados por Linfoma, Mieloma y Leucemia (AEAL).
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Dentro de las dietas actuales, muchas personas recurren a productos que se han convertido en una moda o que vienen acompañadas de datos que no son del todo confiables en cuanto a su contenido nutricional e impacto en la salud. Es por eso que pondremos la lupa sobre las bebidas energéticas el por qué los especialistas indican que debemos eliminarlas.
En la actualidad, es muy común ver a personas consumiendo bebidas energéticas con el fin de mejorar su rendimiento, tanto a nivel deportivo como ante extensas jornadas laborales o de estudio. La búsqueda de energía parece ser el principal objetivo pero cuando se convierte en un hábito debe alertarnos porque ofrecen contraindicaciones que pueden impactar de forma negativa en nuestra salud.
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La investigación “Estudio de Salud y Bienestar de los Estudiantes”, realizada en Noruega, evidenció una relación directa entre la frecuencia del consumo de las bebidas energéticas en la rutina de alimentación y dificultades para tener un descanso adecuado. Los resultados señalan que hasta quienes las beben con moderación ven alterados sus patrones de sueño, algo que puede afectar a largo plazo la productividad, la salud y, en definitiva, la calidad de vida.
Según indican los investigadores, al parecer, el contenido de cafeína de estas bebidas energéticas es lo que hace que el consumidor duerma en promedio 30 minutos menos por la noche que quienes no lo hacen. Sin embargo, no es el único problema que se detectó ya que el impacto también recae sobre la eficacia del descanso y el tiempo de vigilia cuando se inicia el sueño.
El insomnio y la somnolencia diurna son otras consecuencias del consumo de este tipo de bebidas, algo que afecta el rendimiento físico y cognitivo en los días siguientes. A estos resultados se suman datos del Comité Científico Noruego para la Alimentación y el Medio Ambiente que ponen el foco en el alto contenido de azúcar de estos productos y afirman que es otro factor que condiciona el sueño y afectan a la salud aumentando la presión arterial, alterando el sistema nervioso y produciendo palpitaciones cardíacas.