El pan fresco es un básico en muchas mesas, pero mantener su textura suave y su corteza crujiente puede ser un desafío. Con el tiempo, si no se almacena adecuadamente, el pan puede endurecerse o, peor aún, desarrollar moho. Sin embargo, hay métodos simples y caseros que te permitirán disfrutar de tu pan fresco por más tiempo sin recurrir a conservantes artificiales.
El pan necesita un entorno que equilibre la humedad y la circulación de aire, según los expertos del sitio especializado Directo al Paladar. Por ello, una bolsa de tela o papel es ideal. Este tipo de bolsas permiten que el pan respire, manteniendo su frescura sin acumular demasiada humedad. Si usas una bolsa de papel, puedes envolver el pan en una segunda bolsa para mayor protección. Asegúrate de colocar la bolsa en un lugar fresco y seco, lejos de la luz directa, ya que el calor y la humedad favorecen la formación de moho.
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Si no planeas consumir el pan en los próximos días, el congelador es tu mejor aliado. Para conservar su frescura, corta el pan en rebanadas y guárdalo en una bolsa hermética antes de congelarlo. De este modo, podrás descongelar solo las porciones necesarias, y al tostarlas, obtendrás una textura y sabor similares al pan recién hecho. Este método es perfecto para evitar el desperdicio y mantener el pan disponible por más tiempo.
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Una práctica común pero errónea es guardar el pan en la heladera. El frío acelera la recristalización del almidón, lo que provoca que el pan se endurezca mucho más rápido. Por tanto, si buscas mantener su textura suave, es mejor evitar este método.
Además de la heladera, es importante no guardar el pan en bolsas de plástico sin ventilación. Estas bolsas pueden atrapar la humedad, creando un ambiente ideal para el moho. Si necesitas usar plástico, asegúrate de que sea hermético y para congelación.