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En la esquina de las calles Mineros y Carpintería, de la colonia Morelos , muy cerca del metro Tepito, llama la atención una capilla en plena calle, un altar lleno de santos, un mural y una cruz blanca de seis metros.
Así es como luce la Cruz de los Caídos a lo largo del año. Se aprecian adornos florales a lo largos de sus sendales. Foto: Marcos, danzante azteca.
Nombres y apodos se pueden leer en la superficie de esta la llamada Cruz de los Caídos . La devoción de los creyentes locales se hace presente en los adornos florales y textiles que la decoran a lo largo del año.
Los nombres grabados en "el Santo Madero" de la también llamada "Santa Cruz de los Difuntos" tienen gran importancia en la memoria del barrio de la Morelos. Archivo EL UNIVERSAL.
Entre los santos que reciben la devoción de los habitantes de la Morelos están, además de dos imágenes de la Virgen de Guadalupe, la Virgen de San Juan de los Lagos, San Miguel Arcángel, El Santo Niño de Atocha, La Trinidad, San Judas y dos Cristos crucificados que permanecen en la parte superior de este altar.
En este lugar reina el sincretismo. Tan solo el mural describe la gran fe de estos peregrinos que han dedicado décadas de sus vidas a enriquecer sus tradiciones y este sitio de culto.
La Virgen de Guadalupe, San Miguel Arcángel y el Santo Niño de Atocha son sólo unos de los múltiples santos venerados en esta esquina de la Morelos. Archivo EL UNIVERSAL.
En él un vecino pintor plasmó algunas de la peregrinaciones a las que asisten como la de la Villa de Guadalupe, así como la figura de San Juan Pablo II, el Niño de Atocha, la aparición de la Virgen y los rostros de algunos difuntos respetados en este barrio.
Hace más de 30 años esta esquina era un basurero, nos cuenta Joel “El Maromas”, como aquí se le conoce. Dice que la comunidad ha participado de forma gradual en la realización de la capilla, el mural y las prácticas religiosas con que los honran.
Participaron un arquitecto y un pintor en el diseño y ejecución de la capilla y el mural que acompañan el altar, pero a la larga todo es un esfuerzo colectivo. Archivo EL UNIVERSAL.
Un ejemplo de lo anterior es la cruz de 6 metros de alto y por 4.50 de ancho que armó Julio, un vecino carpintero y que forma parte de este collage cultural.
Nueve días antes inició su mantenimiento, por lo que luce acostada sobre estructuras para luego volver a su base, con una ceremonia en el marco del Día de la Santa Cruz . Joel dice que la cruz se “sembró” a unos cinco años de terminado el mural, mismo que costó a los vecinos cerca de 50 mil pesos.
Lijar, pintar y resanar la madera de la Cruz de los Caídos es parte de los trabajos de restauración en los que "Maromas" no duda en participar. Archivo EL UNIVERSAL.
“El Maromas” describe como todo un experto las peregrinaciones de los santos que veneran en su altar. Mientras platica con nosotros realiza trabajos de pintura para “hermosear” algunas partes de la cruz y su base, cuya restauración inicia cada 25 de abril y termina el 3 de mayo, Día de la Santa Cruz, con misa, una ceremonia de cambio de los dos sendales que la adornan y danzas aztecas.
En las calles aledañas se observan otros altares, uno a la Santa Muerte y otros de temática católica. A simple vista el de la Cruz de los Caídos es el más grande y a decir de sus devotos el primero de la colonia.
"Santos", el que ha sembrado 12 cruces
Varios vecinos han colocado la cruz en medio de la calle de Mineros, justo frente al altar, para “vestirla” con los sendales, que son nuevos cada año. El blanco representa la luz y los demás colores, así como las flores, simbolizan la alegría de la salvación a través de la muerte de Cristo.
Mientras, un automóvil se acerca y se detiene intentando cruzar, un hombre de camiseta verde, con una leyenda alusiva a la peregrinación de la Virgen de los Remedios, camina hacia el conductor para decirle con voz firme: “Hay una cruz” y recomendarle otra salida; el del volante accede y se va.
"La cruz gris, mi compañera", afirma "Santos" al señalar el crucifijo que lo acompaña en sus numerosas peregrinaciones. Archivo EL UNIVERSAL.
El hombre de verde es Rubén “Santos”, conocido y respetado por todos aquí. Él fue de los pioneros de esta tradición junto con sus “hermanos” “Maromas” y “Salsi”, entre varios más que participan movidos por su fe y para conservar esta costumbre.
“Santos” tiene 62 años, empezó a peregrinar a los 20, quiere mucho a su barrio, donde nació, y en el que asegura que se vive de noche y duerme de día. Cuenta que en un tiempo hubo “un mito realista” sobre la rivalidad entre la Morelos y Tepito; sin embargo, esta tradición ha limado asperezas y los vecinos de Tepito aportan uno de los sendales.
Dos de los compañeros de "Santos" que se destacan por el tiempo que han compartido como "hermanos" en sus peregrinaciones desde hace casi cuarenta años son "Salsi" y "Maromas", devotos creyentes y expertos en las tradiciones de la Morelos. Archivo EL UNIVERSAL.
Usa un bastón y ha participado en muchas peregrinaciones, incluso anda en bicicleta, a pesar del accidente que sufrió en los 80, “nada lo detiene”, dicen quienes lo conocen. Así ha sembrado 12 cruces a lo largo del país.
“Yo a quien le trabajo es a Dios, ni a los difuntos, ni a mis hermanos”, asegura “Santos” quien dijo que todos aprendieron de la peregrinación a San Juan de los Lagos. “Se me hizo más fácil arrastrar la tradición que innovar la tradición”. Lo mismo hicieron con el culto al Señor de Chalma.
San Juan Pablo II, el Santo Niño de Atocha y un crucifijo donado por la familia de un difunto que en el pasado tomó parte en estas tradiciones. Archivo EL UNIVERSAL.
Por la tarde, luego de la ceremonia en la que regresan la cruz a su base, el festejo cierra con un convivio popular. Así hasta el siguiente año, cuando la Cruz de los Caídos cambie otra vez sus sendales y los danzantes le ofrezcan sus bailes como pago de sus mandas.