En la cultura incaica, las enfermedades eran interpretadas como castigos divinos o resultado de la brujería. Sin embargo, detrás de esta visión sobrenatural se encontraban remedios naturales que hoy sorprenden por su eficacia. Uno de estos tesoros ancestrales es la tara, una planta originaria de los Andes que ha sido venerada por sus propiedades medicinales desde tiempos inmemoriales.
La tara, también conocida como taya, es una planta cuyas raíces se remontan a las culturas prehispánicas de los Incas y otros pueblos originarios de América Latina. Originaria de países como Venezuela, Bolivia, Ecuador y, especialmente, Perú, la tara ha sido considerada un pilar en la medicina tradicional andina, utilizada para tratar una variedad de dolencias y afecciones.
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El nombre "tara" proviene del idioma aimara y hace referencia a la peculiar forma achatada de sus semillas. En Perú y Bolivia, es conocida mayormente con este nombre, mientras que en Ecuador recibe otros apelativos como guarango, vinillo o campeche. Esta planta se encuentra principalmente en la cordillera de los Andes, donde florece y se comercializa en mayor medida, siendo Perú el mayor productor mundial, representando aproximadamente el 80% de la producción.
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Los usos ancestrales de la tara han perdurado a lo largo del tiempo. En la medicina tradicional, se utiliza para tratar enfermedades respiratorias, infecciones de garganta y heridas cutáneas. Las vainas de la tara, ricas en tanino, poseen propiedades cicatrizantes y antisépticas, lo que las convierte en una poderosa herramienta para aliviar el dolor de muelas y otras dolencias bucales, según detalla la Clínica Dental González Baquero.
Además de sus beneficios medicinales, la tara desempeña un papel importante en la protección del suelo y la prevención de la erosión. Sus raíces profundas ayudan a fijar los suelos en laderas y colinas, mientras que sus espinas robustas sirven como una barrera natural, brindando seguridad a las tierras circundantes.
El cuidado de la tara es un proceso que combina conocimientos ancestrales con técnicas modernas. La planta muestra una notable adaptabilidad a una amplia gama de ambientes, desde la costa hasta la sierra, lo que la convierte en un recurso invaluable para las comunidades locales.