Una figura de la virgen de Nuestra Señora de Lourdes desde un altar custodia un par de habitaciones del departamento de Catia Lattouf, en Polanco, lugar que la señora de origen libanés acondicionó para establecer el único hospital para colibríes en la Ciudad de México.
Catia, de 73 años, considerada por las personas que la conocen como “una mujer excepcional”, se define como una persona espiritual y amante de la naturaleza, en especial de las plantas y de los animales.
“Mi misión es salvar vidas. No importa el tamaño de las vidas. Desde chiquita me enseñaron eso, lo que Dios me dé de años, voy a seguir. Quiero asegurarme que este legado no se pierda y que haya más gente que rescate colibríes”, aseguró Lattouf.
En su departamento, donde revolotean y trinan efusivos los colibríes a los que ayudó a sanar, y que por el momento resguarda 95 de éstos, con ayuda de su asistente Ceci, a quien llama la nana de las pequeñas y coloridas aves que llegan a pesar hasta seis gramos, atiende llamadas de personas de todas partes del mundo que acuden a ella para recibir indicaciones que pongan a salvo a los ejemplares que sufrieron algún daño físico.
Mientras desinfecta y examina meticulosamente a Fortuna, una diminuta y emplumada paciente que llegó a la clínica, cuenta que hace 11 años fue diagnosticada con cáncer de colon y que durante su tratamiento, a su lado llegó un moribundo colibrí a quien nombró Gucci, y al que le tiene un profundo cariño y agradecimiento, pues le adjudica algo de misticismo ya que, precisamente en aquel tiempo y durante un año y medio, el animal le ayudó a hacer menos pesada la batalla que logró vencer contra la enfermedad.
“Le hice una promesa a la virgen de Lourdes, que siempre está presente en mi vida como mi protectora, que voy a apoyar, sin pedir nada a cambio, a cada ser viviente que pase un momento desesperado en la enfermedad. Dios me sacó del cáncer para hacer algo.
“Yo no pido ningún apoyo económico. Pronto haremos la fundación con Terraza Colibrí, que están cerca de Ciudad Universitaria, donde hay muchas flores y es en donde liberamos a los colibríes. Hasta entonces empezaremos a recibir fondos, todo el recurso será para el santuario”, narró.
A partir de que logró vencer el cáncer, Lattouf, quien en su juventud fue diseñadora de alta costura de moda europea y propietaria de una prestigiosa marca de prendas para vestir, contó que sus ganas de dejar un legado en este mundo se intensificaron, y fue así como decidió sanar, cuidar y liberar a los chupamirtos que, en ocasiones, llegan a su lecho al borde de la muerte.
La reina de los colibríes, como la llaman en las redes sociales, hizo un llamado a las personas que usan a los ejemplares para realizar ritos de santería, principalmente “amarres de amor”, para que no caigan en “prácticas ignorantes” y contribuyan a salvaguardar la integridad de los colibríes ya que, agregó, por lo menos 20 especies se encuentran en peligro de extinción.
“No podemos meternos en el mercado de Sonora, es muy peligroso, pero hablé con el director de la Facultad de Veterinaria de la UNAM para hacer mensajes en redes sociales con peticiones para que la gente no haga estos rituales, difundir que colgarse un colibrí muerto no te trae buena suerte, te trae una maldición; quien enjaula un colibrí, estará maldecido toda su vida, como dice la leyenda”, contó.
La labor de Catia Lattouf ha inspirado a estudiantes de esa facultad universitaria y a la misma institución educativa, que evalúa la posibilidad de que sus alumnos realicen servicio social en la clínica de Catia, con el fin de conocer más sobre el cuidado de estos animales, que simbolizan muchas cosas positivas en la cosmovisión de culturas como la maya y la mexica.