La guerra entre Israel y Hamás obligó a Luis Lunagómez a postergar la meta de hacer su maestría en Jerusalén. A meter su equipaje y expectativas de un año a una maleta a toda prisa y regresar en uno de los vuelos del puente aéreo México-España, que el país gestionó a mediados de octubre.
Tras recibir el aviso, apenas tuvo tiempo de pensar en una opción distinta a volver a su país de origen: “recibí una llamada de la Embajada de México en Israel, avisándome ‘fíjate que va a haber un vuelo de evacuación a Madrid, por si estás interesado’; déjame lo pienso y lo discuto con mi familia, y entonces me responden: ‘bueno te tienes que decidir ya, porque tampoco sabemos si va a haber más vuelos de evacuación””.
Aunque no fue el único factor; uno de sus benefactores suspendió la beca que tenía contemplada para el año en el que realizaría su maestría sobre Estudios Islámicos y de Medio Oriente en Jerusalén, “me estaba informando: ‘por tu seguridad tu beca ha sido cancelada para este año. Y yo así, ¿cómo que por mi seguridad? yo ya estaba aquí, en todo caso, me dejan más expuesto.’”.
En entrevista con EL UNIVERSAL apenas unas horas antes de tomar el vuelo de la Fuerza Armada de México de regreso hacia México (15 de octubre), Luis Lunagómez había relatado que si bien el estallido del conflicto lo había tomado por sorpresa, regresar no era su primera opción.
Situación que cambió drásticamente horas después cuando le confirmaron que había un lugar para él en uno de los vuelos humanitarios que salieron desde Israel hacia Madrid: “Nueve y treinta de la noche me notifican ‘sí, está confirmado tu lugar, tienes que estar en el aeropuerto, mañana a las cuatro de la mañana’. Entonces, 11:30 el último tren que sale de Jerusalén hacia el aeropuerto y que era mi único medio de transporte para llegar”.
Pero llegar desde Jerusalén del Este, donde vivía, hacia el aeropuerto de Tel Aviv fue una travesía. Una vez allí se encontró con un grupo de mexicanos que también estaban en espera del vuelo humanitario hacia Madrid.
“La única forma de llegar en tiempo y forma pues es el tren, entonces tomé el tren ligero de donde vivo a la estación central de trenes ahí en Jerusalén y después al aeropuerto. Con el Jesús en la boca del tramo del tranvía a la estación de trenes. Sí, es una zona en ese momento con mucha tensión. De hecho me tuve que esperar a salir, porque en ese ratito había muchos disturbios y olía a quemado en la zona por donde vivía”.
Tras poco más de 12 horas de gestiones para los viajeros, Luis por fin subió al avión que lo rescataría del estado de guerra en Israel: “respiramos todos cuando pasaron 15-20 minutos que ya salimos del espacio aéreo Israelí y ya en camino a Madrid”.
Originario de Monterrey, reconoció que aún no sale del estado de shock que le supuso la guerra, y la realidad que vivió durante al menos 7 días desde el estallido del conflicto la madrugada del 7 de octubre.
“Ya aquí cuando llegué a México también lo vi. Aquí como si no pasara nada del otro lado del mundo, como si no hubiera gente yendo a la guerra. Definitivamente no me esperaba estar de regreso tan pronto y mucho menos bajo esta circunstancia”.
Para Luis si bien Jerusalén se encontraba en aparente calma, los tres primeros días desde el estallido del conflicto las alarmas ante misiles sí se hicieron presentes, obligándolo a protegerse en el refugio con el que contaba el lugar donde vivía: “en esos dos días, un día sonaron 4-5 veces, y al siguiente día nada más tres veces”.
“En ambas ocasiones cuando suena esa alarma, tenemos aquí el refugio en el dormitorio, entonces pues es correr meterse al refugio, cerrar pues, reforzarlo con una ventana corrediza de metal y bueno una puerta para resguardarse y tienes que esperar 10 minutos allí. En dos o tres ocasiones por fuera podíamos escuchar las explosiones del sistema de defensa interceptando los misiles que venían desde Gaza. Impresionante, la verdad”.
Recordó que al escuchar la primera alarma pensó que se trataba de un sueño, pero cuando comenzó a escuchar un par de explosiones su instinto lo obligó a buscar a sus compañeros de alojamiento para protegerse en el refugio.
“Deja de sonar la alarma, nos metemos a ver en el celular las noticias de lo que está pasando y pues nos enteramos que desde las 06:00 de la mañana de ese mismo día (7 de octubre) habían empezado los enfrentamientos al sur, en la zona fronteriza entre Gaza e Israel. Y pues las primeras noticias de las masacres, de los desaparecidos, de los secuestrados”.
Aunque la situación que vivió no le supuso el horror que se vive en la franja de Gaza y las ciudades más golpeadas por la guerra, que ya ha dejado más de 7 mil muertos, de acuerdo con cifras del Ministerio de Sanidad de la Franja, controlado por Hamás, la ciudad sí se paralizó. Hubo compras de pánico, recolección de víveres y personas organizándose para apoyar.
El 14 de octubre había asegurado que “las únicas aplicaciones que dejé con sonido son las que te avisan si hay una alarma que va a caer un misil, o va a haber un dron, o va a haber una infiltración, yo que sé. La única notificación que he dejado de que si suena yo sepa que este sonido es porque tenemos que ir a meternos al refugio de ya”.
Catorce días después y desde Monterrey, en México, recordó en una nueva entrevista con EL UNIVERSAL que en menos de una hora se vio obligado a abandonar sus sueños: “Toda mi vida de un año la metí en una sola maleta y en una mochila, dejé cosas también por allá, no me pude traer todo, ya no cabía nada más. y órale, agarrar la maleta y caminar al tren ligero, así todo sólo, vacío con el olor a quemado a la distancia”.
Ni siquiera tuvo que reflexionar si volver a Israel a futuro para continuar con los estudios de su maestría en Estudios Islámicos y de Medio Oriente era opción, con seguridad afirmó que se ve volviendo cuando la situación lo permita para continuar con sus clases presenciales, toda vez que por ahora son virtuales.
“En cuanto se normalice la situación, ya sea este año o inicios del próximo, pues sí tengo pensado regresar”. Además comentó que los benefactores de la beca le aseguraron que harán lo posible por restablecer el apoyo.
“Yo tenía básicamente dos becas que me cubrían, básicamente todo, excepto el hospedaje. El hospedaje salió de mis ahorros de años de trabajar, pero cubrían colegiatura, gastos médicos, como que también tu estipendio, tus gastos de vida, que si renta, comida, transporte, que también es un sueldo de estudiante”.
Si bien lo contó desde la tranquilidad de su hogar en México, Luis Lunagómez aseguró que el estado de alerta aún no lo abandona por completo: “me decían unos amigos, como que traes mucha adrenalina que no ha salido. Pero sí siento cierta tranquilidad. Pero también decirle a la mente, aquí ya no va a sonar una alarma, aquí ya no me van a caer misiles. Aquí estás con tu familia, está tu red de apoyo”.
Como estudiante internacionalista aseguró que si algo distingue al Medio Oriente es que es muy cambiante, y reconoció que el vínculo que generó con Jerusalén, ciudad que lo albergó durante el conflicto y donde tenía planeado vivir por un año, es inquebrantable.
“El vínculo que tengo con Jerusalén se queda para toda la vida… También una frase que siempre he llevado en la vida es si no puedes ayudar no estorbes. Mejor, a veces hacer nada, o no poder hacer nada, quizás es el mejor curso o dirección, porque así no obstaculizas la ayuda que otras personas pueden dar”.
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