¡Alexa… cállate!, una voz fulminante retumba en el interior de una pequeña, acogedora y finamente decorada sala estilo provincial. Expresión que obliga, al asistente digital, a suspender de inmediato el fondo musical que se escuchaba en el lugar, una estupenda interpretación del yucateco Carlos Lico con su éxito musical “No”. De esta manera, nuestro entrevistado José Luis Uribe Ortega, presidente del Club Primera Plana, una organización mexicana de periodistas que nació hace 60 años con el objetivo de luchar por la defensa irrestricta de la libertad de expresión, el derecho a la información e impulsando el desarrollo profesional del gremio periodístico, nos recibe en su modesta pero hermosa casa ubicada muy al norte de la Ciudad de México, casi en los limítrofes con Ciudad Azteca del Estado de México.
¡Perdón Edmundo!, ahora sí que me agarraste saliendo de la regadera, te esperaba un poco más tarde, tal y como lo habíamos acordado -nos dice un tanto afligido- Le explico que el autobús que abordé en Texcoco con destino a la Ciudad de México, se fue directo, lo que nos permitió ahorrar mucho tiempo. Un tanto apenado y hasta sorprendido, nos pide un par de minutos para ir a terminar de vestirse, prácticamente, salió enfundado en bata color azul marino con gris y en pantuflas. Amable, atento, educado y cortés, nos invita a tomar asiento en un confortable sillón de tela color rosa y dorado, mientras que su amable y gentil esposa, Yolanda, quien es custodiada por su mascota, “junior”, un hermoso perrito color blanco, producto de una cruza entre maltés y chihuahua, no cesa de brincar de gusto por la presencia de sus visitantes.
Dando muestras de ser excelentes anfitriones, la señora Yola, esposa de este destacado comunicador y periodista, José Luis Uribe Ortega, sobre la cubierta de cristal de una mesita de centro coloca un plato con manzanas y uvas, indicándonos, a este reportero y a mi acompañante, que es para nosotros, en lo que su esposo termina de arreglarse para la entrevista.
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Licenciado en periodismo por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con 59 años de ejercicio periodístico ininterrumpido y como justo reconocimiento a su brillante trayectoria, en 2017, la mayoría de los socios del Club Primera Plana lo eligen como su presidente, responsabilidad que ha desempeñado hasta la fecha y realizando un digno papel a favor del gremio periodístico mexicano.
Poseedor de una enorme experiencia y trayectoria en los medios de comunicación, José Luis Uribe Ortega se ha desempeñado como director general de comunicación social en diversas dependencias del sector oficial como privados, como lo han sido Coparmex, Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, Comisión Federal de Electricidad, Secretaría de Marina y Notimex, entre otras muchas más.
A sus 81 años de edad sorprende por su vitalidad y lucidez, para nada aparenta la edad que tiene, además, conversar con él, a lo mero macho, resulta sumamente gratificante cuando nos comparte un sinfín de amenas e interesantes anécdotas que le ha tocado vivir desde su etapa infantil hasta la fecha, lo que me deja muy en claro que posee una memoria envidiable.
En esta primera parte de la entrevista para el mejor periódico de todos los tiempos: EL UNIVERSAL, como él mismo lo califica, nos revela que, en su etapa de adolescente, su máxima ambición en la vida era convertirse en un destacado boxeador, pero cuando sintió el rigor de unos puños más fuertes que los propios, de volada, lo hizo cambiar de opinión.
Completamente emocionado al regreso de su viaje a Beijing, China, en donde participó en el Foro Internacional de Periodistas “2023 BELT AND ROAD JORNALISTS FORO”, y dentro del marco del “The Third Belt and Road Fórum For International Cooperation”, expresa que dicho viaje significa un reconocimiento a la labor realizada por el Club Primera Plana y que deja en claro la afinidad existente entre colegas de ambos países, recibiendo, además, el beneplácito de más de 60 comunicadores de 40 países participantes.
- ¿Cómo le va en la vida a José Luis Uribe, actual presidente del Club Primera Plana?
-Creo que me va a toda madre porque la vida ha sido demasiado benigna conmigo…
-¿Tan afortunado eres que hasta tuviste la suerte de nacer en pañales de seda?
-Ja, ja, ja… ¿Así será el tenor de toda la entrevista?
-A lo mero macho sí, más lo que se vaya acumulando en la conversación… ¿Quieres que sea una entrevista totalmente seria, formal… y no entre colegas?
-¡No, por supuesto que no!! A lo que me refería, es que me pones de muy buen humor con este inicio. Más que nacer en pañales de seda, quizás, soy producto del esfuerzo.
-¿A qué se dedicaban tus papás, allá, en la Huasteca Hidalguense?
-Mi padre, un hidalguense de hueso colorado, estaba dedicado a la minería…
-¡Que padre!!, andar metido en las minas…
-Pues sí, pero resulta que mi papá no era “minero de tiro”…
-¿Entonces?
-Es decir, no andaba metido en las profundidades de las minas, sino que se desempeñaba como jefe de almacén de dos minas, vamos, hasta llegó a ser secretario general de la sección de mineros Real del Monte…
-¿Y tu mamá?
-Mi mamá, con mucha visión, le dijo a mi papá que se vinieran a vivir a la Ciudad de México porque soñaba que sus hijos no fueran simples mineros…
-¿Ser mineros era denigrante?
-¡Noo!!, por supuesto que no, sino que, ella, anhelaba que sus hijos tuvieran la oportunidad de llegar a ser en la vida, algo más.
-¿Cuántos hermanos tuviste?
-Fuimos cinco hijos los que procrearon nuestros padres y me tocó ser el de mero en medio…
-¿A la tercera era la vencida…?
-Ja, ja, ja, mis padres estaban todavía jóvenes…
-¿Cómo logró tu mamá, desarraigar a tu papá, de sus raíces hidalguenses…
-Eso mismo me lo sigo preguntando, porque de plano, era obligarlo a dejar sus antecedentes familiares por generaciones, sin embargo, logró convencerlo para emigrar a la capital del país. A ese Distrito Federal de oportunidades y en los dorados años cincuenta…
-¿A qué edad llegaste a esta gran ciudad?
-Nací en 1942, al llegar a la Ciudad de México contaba con ocho años de edad…
-¿Qué pasaba por la mente del niño José Luis?
-Remotamente recuerdo que era una tierra de oportunidades. Termino mi primaria en una escuela de la populosa colonia federal…
-¿Y la secundaria?
-La cursé en la secundaria No. 4 Moisés Saénz, que estaba ubicada en Ribera de San Cosme…
-¿A dónde llegaron a vivir?
-En la colonia federal, casi pegadita al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
-¿A la casa de algún familiar?
-Fíjate que no, sino que, con la liquidación que le dieron a mi papá, compró un pequeño terreno y logró construir una muy modesta casita de una sola planta.
-¿Empezar de ceros y con enormes limitaciones?
-Es que no había de otra… ¡pero ya era nuestra propia casa!! Una maravillosa época de oportunidades.
-¿Cómo te fue en la primaria?
-Digamos que bastante bien…
-¿A lo mero macho, eras muy sácale punta?
-Fui un alumno regular, pero eso sí, requeté bueno para las matemáticas.
-¿Acostumbrado a que la letra con sangre entra?
-¡Brujo!!, por supuesto que sí.
-¿Fuiste víctima del furor tanto del cinturón como del chanclazo?
-Desde que tuve uso de la razón y de conciencia, a mi padre, jamás lo vi sin un libro bajo el brazo. Déjame decirte que también se desempeñó como Maestro de Primaria Rural, así es que nada más imagínate, el hijo de un Maestro Rural no podía ser un bruto…
-¿De plano, era tan exigente y hasta un verdugo?
-No un verdugo como dices, quizás, era un tanto complaciente conmigo cuando se percataba que le respondía bien en la escuela… ¡Ah!!, pero cuando sacaba un seis, ufff, de inmediato, el cinturón se hacía presente en mis nalguitas.
-¿Cuál fue el año más difícil durante la primaria?
-¡Puff!!, a mis 81 años de edad, me pones a revisar mi pasado, hasta me provocas un vuelco en mi cabeza.
-¿Un niño hiperacivo?
-Más que hiperactivo, era un escuincle travieso y desmadroso…
-¿Qué travesuras recuerdas?
-Ja, ja, ja, les amarraba las trenzas a mis compañeritas que estaban sentadas adelante de mí…
-¿Y qué demonios hacia el niño José Luis, sentado en las filas de las niñas?
-Pues era una especie de castigo, porque si me sentaban junto a los demás niños… ¡No hombre, el relajo era total…!!
-¿Y cómo te castigaban por las travesuras que les hacías a las niñas?
-Pues no les quedaba otra que sentarme solito y hasta mero adelante, o bien, junto a los niños más grandes para que me pusieran un ¡estate quieto!!
-¿Vivillo desde chiquillo?
-Edmundo, déjame decirte que, durante los tres primeros años de primaria los cursé allá en Real del Monte Hidalgo, pero al venirme a vivir en la Ciudad de México, tuve que concluir la primaria en una escuela de la colonia Federal, muy cerquita del aeropuerto.
-Siendo un niño tan inquieto… ¿Cuál era tu juguete favorito?
-Súbitamente, el actual presidente del Club Primera Plana rompe en llanto, pero no de tristeza, sino de alegría al recordar su niñez y me dice: ¡Perdóname Edmundo, a mis 81 años de edad ya soy muy chillón!! Mi juguete favorito era un caballito de madera que me había comprado mi papá en Real del Monte, luego me llegó un avioncito de latón, mismo que se convirtió en mi tesoro más preciado.
-¿Eras bueno para las canicas?
-No era bueno… ¡sino excelente!! Me veías con montones de canicas en las bolsas de mis pantalones cortos tipo overol y de tirantes. Era re bueno para el “chiras pelas”, así como para los “huesitos de chabacano”.
-¿Un vago con medida?
-¡Ándale!!, lo aplicaste a la perfección, pero un vago disciplinado y de casa.
-¿Y con el balero?
-¡Como olvidar los cincuentas capiruchos que me aventaba de un solo tiro!!, en aquel hermoso balero de madera que me había comprado mi mamá en un tianguis. También era muy bueno para el yoyo.
-¿El futbol no te llamaba la atención?
-¡Claro que sí!! Nada más dime a que niño, de esa época, no nos iba a gustar el fútbol, teníamos enormes espacios para practicarlo.
-¡Pero ya no llores!, ¿en la vida ni se pierde ni se gana?
-¡Ahora te aguantas!!, porque ya me pusiste mucho muy emocionado. También jugaba “Burro pateado”, todos esos juegos de aquella sagrada época los disfruté y los viví a plenitud. Sin embargo, tuve una infancia muy rápida porque….
-No me digas, ¿te metiste a trabajar como mandadero…?
-Sin permitirme la oportunidad de acabar de formularle la pregunta me interrumpe y exclama: …¡Momento!!, a mí no me engañas. Más que un destacado entrevistador y periodista, eres un sicólogo muy chingón, te metes hasta la neurona más escondida en el cerebro y la desempolvas.
-¡Déjate de cosas!!, mejor dime cómo te trataban los Reyes Magos?
-Siempre fueron bastante generosos conmigo y con mis hermanos, sobre todo, tomando en cuenta que habitábamos un pueblo que, en ese entonces, estaba alejado de la civilización, nos consentían a manos llenas porque no teníamos otra diversión. Como tú dices, a lo mero macho, eran muy dadivosos con nosotros.
-¿Cumplían al pie de la letra, las cartitas que dejabas en tus zapatitos?
-Como todos los niños antiguos de mi época, éramos muy tradicionales.
-¿Niños con principios más acendrados y no como ahora, que se han perdido los valores?
-Si, por supuesto. Las ilusiones de aquellos chamaquitos eran acendradas por los padres que nos conminaban a portarnos bien. Recuerdo que la noche del cinco de enero, previo a la llegada de los Santos Reyes, les dejaba un vaso de leche y un buen trozo de pan, vamos, tenía que atenderlos bien para que me dejaran lo que les pedía en mi carta…
-¿Una incipiente corrupción?
-¡No hombre!!, cómo crees, tenia que dar para recibir… ¡Vaya entrevista!!, me tienes fascinado…
-¿…Otra vez con lo mismo?, te repito, es una entrevista y no un duelo de halagos…
-Es que no es nada común que alguien como tú, un modesto reportero y brillante entrevistador, logre arrancarme tantos bellos recuerdos que ni yo mismo comparto con mi propia familia, ni mis amigos más cercanos… ¡Qué habilidad la tuya!!
-Un halago más y se acabó la entrevista… ehhh
-No te molestes conmigo, me siento muy emocionado por recordar esa bella etapa. En el primer año de primaria ya sabía leer y escribir…
-¿En serio, un niño prodigio?
-No un niño prodigio, pero ya sabía leer y escribir, además, mi abuelo paterno era el director de la escuela…
-Ah, entiendo, había algo de favoritismo familiar…
-Pues fíjate que no. Mi papá me había enseñado a leer el mejor periódico de todos los tiempos :EL UNIVERSAL y como ya sabía leer, a la hora del recreo me salía de la escuela primaria y me iba corriendo a la casa de mi abuela, como a tres casas de la escuela, en donde mis tías y mi abuela hacían tortillas a mano, total, me sentaban a un lado del brasero y me daban un cuchillo y un salero…
-¿Para qué un cuchillo?
-A la hora que echaban al comal una tortilla, yo la rayaba con el cuchillo y le ponía su sal. Ahí me quedaba hasta que iban de la escuela a buscarme. Una infancia hermosa, inquieta y hasta productiva.
-Si en ese entonces no existía la televisión, ¿qué hacías ya entrada la tarde/noche?
-Nuestra máxima distracción y que, además, aglutinaba a la familia, era escuchar la radio con aquellas memorables transmisiones de la XEW “La Voz de América Latina desde México”. Me acuerdo mucho de aquel histórico programa “Dispara Margot, dispara” de Carlos Lacroa y Tomás Perrín, por cierto, éramos la única familia que tenía radio en su casa. También me acuerdo de “El Dr IQ” con Jorge Marrón y la fantástica radionovela “Chucho el Roto”
-¿Recordar es vivir?
-¡Indiscutiblemente!! La radio lograba mantener unida a la familia. Asimismo, también recuerdo haber escuchado la señal de la XEQ y la XEX con los noticieros de Don Pedro Ferriz Santacruz, le ayudaba a mi papa a poner una antena aérea para captar la señal de la radio. -Limpiándose con los dedos de su mano derecha un par de lágrimas- agrega: “Real del Monte era un pueblo minero muy escarpado, lo que hoy se conoce como “Pueblo Mágico”
-Bueno, son historias que se tejen…
-¡Exacto!!, me tocó vivir en un pueblo minero, en donde los techos de las casas eran a base de las tapas de los botes en donde llegaba la herramienta para las minas, casas de dos aguas, y luego, optaron por poner láminas en los techos. Ni como olvidarme de sus calles empedradas.
-¿Qué desayunabas y comías en ese entonces?
-Las papas, eran la base de nuestra alimentación, así como frijoles y una vez a la semana carne de puerco o de res.
-¿Era delito ser pobre?
-No, yo creo que no, además, no estaban tan marcadas esas diferencias sociales. Al ser un pueblo integrado por hijos de mineros.
-¿Real del Monte, un pueblo bendecido por Dios en donde no existió ni un solo niño en pobreza extrema?
-¡Vaya pregunta!!, la verdad, no recuerdo haber visto a niños ni personas menesterosos, mucho menos, una pobreza perversa. En aquella época, los zapatos que se usaban eran los famosos “borceguís”, que eran botas mineras.
-¿Tus abuelos maternos eran los “riquillos” de la familia?
-Ellos vivían en Tulancingo, curiosamente, tenían una fábrica de zapatos, así es que jamás me preocupaba mi calzado ni el de la familia.
-¿Eras un niño colmado de mimos?
-Para que te digo que no, sí, era el único nieto y sobrino varón que tenían…
-¿Y tus demás hermanos?
-Mi hermano mayor, que ya falleció, se fue a vivir a Tulancingo por cuestiones de la escuela y tuve que quedarme en Real del Monte, así es que todos mis tíos y abuelos paternos me colmaban de buenos tratos… Mmm… “mimado”, como lo calificas, no, pero sí, era muy querido y amado.
-¿Pero sí te castigaban las travesuras?
-Claro que sí. Un día, mi mamá me puso la tabla de picar la verdura en la cabeza y pobrecito de mi si la tiraba… ¡era terriblemente inquieto!! Una verdadera calamidad molestando a mis hermanas. Uno de esos días, creo que agarré de malas a mi mamá, me dio un golpe con un molinillo que traía en la mano… ¡y que me descalabra!!
-¡Sopas!!
-Cuando me vio sangrar abundantemente, vino su arrepentimiento y hasta me pedía perdón. De ahí en fuera, eran chanclazos y cosas por el estilo. Pero insisto, tuve una niñez muy rápida debido a que mi padre sufrió un accidente, cuando lo atropella un autobús y lo dejó impedido de caminar durante un buen rato…
-¿Te metiste a trabajar?
-Ja, ja, ja. Así como te enojaste porque te expresaba un halago a tu profesionalismo e inteligencia, si te vuelves adelantar a lo que te voy a contar, ahí le paramos…
-¿Me estas aplicando un jaque mate?
-¡No!!, más bien, un machetazo a caballo de espadas. ¡No te creas!!, me caes muy bien. Bueno, te decía que debido al accidente que sufrió mi papá, ya vivíamos en la Ciudad de México, a los 11 años de edad comencé a trabajar, justo cuando estaba en primero de secundaria vespertina, por cierto, los demás chicos me hacían bullying, me decían que ahí no era un kínder sino la secundaria número 3 de San Cosme.
-¿Cómo te fue en la “secun”?
-Los cambios que detecté fueron muy pocos, lo que sí te puedo decir, es que me empeñé mucho para obtener buenas calificaciones. Me levantaba a las cinco de la mañana para irme a Ceimsa, lo que hoy se conoce como Liconsa, para ayudar a despachar la leche y el pan que ahí se expendían. Para lograr ese trabajo, tuve que alterar mi acta de nacimiento porque no aceptaban a chicos menores de 15 años de edad.
-¿Cuánto te pagaban si eras un niño?
-Mi sueldo, si, así se le podía llamar, era sumamente modesto…
-¿…Cuánto…?
-No me pagaban con dinero, sino que me daban alimentos (leche, aceite, frijol, avena y pan), para mi casa y 15 pesos a la semana para mis pasajes. Me acuerdo que muy de madrugada tomaba el camión en avenida hangares y me bajaba en Antonio Caso, a unas cuantas calles de la secundaria.
-¿Solamente entregabas la leche?
-Como era rebueno para las cuentas, mis jefes estaban maravillados conmigo porque atendía con mucha rapidez los pedidos, y además, hacia las cuentas mentalmente.
-¿Qué talleres escogiste en la secundaria?
-Carpintería y electricidad, debo decirte que la electricidad era mi fijación.
-¿Cuántas materias reprobaste en la secundaria…?
-A lo mero macho, creo que fueron civismo y geografía…
-Te voy a cobrar Derechos de Autor ehh, porque ya lo tengo registrado…
-Bueno, ahí nos ponemos de acuerdo… ja, ja, ja
-Siendo un puberto provinciano, ¿eras muy “perro” con las niñas?
-Ja, ja, ja, era un chamaco galán, pero resulta que en la secundaria en donde estaba… ¡No había niñas!!, éramos puros varones.
-¿Ya te ibas de “pinta”?
-No, pues ni tiempo libre tenía. Quizás, solamente el día del estudiante, nos íbamos a los cines Ópera, Lux, además, si de pura casualidad, se nos aparecía un camión repartidor de refrescos… ¡le dábamos baje!! ¿no?
-¿Aprendiz de porro?
-¡No hombre!!, eso, era “pecata minuta”, solamente era seguir a la banda…
-¿Qué tipo de pelis iban a ver… puras porno?
-¡No hombre!!, era otro México, nos metíamos a ver películas de Cantinflas, pero de aquellas en blanco y negro que eran simpatiquísimas. También nos chutábamos las películas de El Santo, esas, sí que eran obligadas.
-¿Eras bueno para los moquetes?
-Si, la verdad que si me gustaba meterle al “trompo” No era peleonero, pero tampoco me dejaba de nadie. Era un adolescente que trabajaba en Ceimsa, diariamente cargaba bultos de azúcar, cajas enormes de leche en polvo, bultos de sal, estaba bien “mamadito”.
-¿A lo mero macho, eras bravucón?
-No, la verdad es que no, no era nada bronco, pero me encantaba meterle a los trancazos. Fíjate que los dueños de Ceimsa, me bajaban los “humos” con otros chamacos más “fornidos” que yo, nada más porque les encantaba verme pelear, total que esos chamacos no me aguantaban más de tres o cuatro guamazos…
-¿Un escuincle con manos de hierro?
-Sí, creo que pegaba durísimo…
-¿Soñabas convertirte en un gran boxeador como lo fue Vicente Saldívar?
-Mira mi querido sicólogo, la verdad, sí soñé en llegar a ser un gran boxeador, todo porque si llegaba un chamaco bronco lo ponía en su lugar. Me soñaba arriba del ring en la Arena México, uff, mis “sueños guajiros” de ser boxeador se esfumaron con las moquetizas que me pusieron unos chavos mayores que yo, hasta logaron acicatarme.
-Ya que no pudiste dedicarte de lleno al boxeo, ¿qué te dejo de bueno?
-Sin proponérmelo, me convertí en algo así como el pequeño líder o en un jovencito a quien respetaban los demás. Cuando cualquier persona adulta le pegara a un chamaco como yo, de inmediato me llamaban y ahí me tienes reclamándole porqué había agredido a ese muchachito. Le daba un puñetazo en la barriga y los doblaba.
-¿El protector del barrio?
-¡Ándale!!, algo así como el protector del débil ante el abuso de los mayores. Ahí me nació el deseo de ser boxeador.
-¿No tenías miedo que hubieran represalias y mayores consecuencias?
-No, porque era una vida de un México muy pacífico y tranquilo. Insisto, no era un peleonero, mucho menos, un busca pleitos, pero si me buscaban… ¡me encontraban!!
-¿Si hubieras tenido los ojos azules, serias el Brad Pitt de aquellos tiempos?
-¡No lo sé!!, pero tenía mucha suerte con las chamacas.
-¿Eras la forja de un líder?
-No lo sé, pero tal parecía. Lo más curioso, la gente adulta me buscaba mucho y me invitaban a infinidad de fiestas…
-¿Qué te gustaba bailar?
-El rock and roll, el danzón, el cha-cha-chá, el mambo, hasta con mi suegra me aventaba uno que otro tango.
-¿Ya te echabas tus cigarritos y chelas?
-Fíjate que mi primer cigarrillo fue a los 18 años de edad, por cierto, mis cigarrillos favoritos eran aquellos famosos “Carmelitas”, una cajita muy pequeñita, y que por el temor que me los descubriera mi papá, los escondía debajo de una piedra del patio de mi casa. Cuando acababa de cumplir los 19 años, mi papá me descubrió, en uno de mis sacos, una cajetilla de cigarros Raleigh.
-¿Te llamó la atención a pesar que ya no eras menor de edad?
-¡Nooo!!, sino que las cosas sucedieron de esta forma, me pide que le regalara un cigarro y le dije que yo no fumaba, a lo que pone una cara de sorprendido y me dice: ¿Entonces la cajetilla de cigarros que estaba en el saco que te llevé a la tintorería no es tuya?. “No papá, seguramente es de alguno de mis compañeros del trabajo”, le respondí tratando de justificarme… ¡Ah, bueno, entonces me los voy a quedar junto con el encendedor que también estaba ahí!!
-Por dentro sentiste… ¿Trágame tierra?
-Mi papá me abrazó y me dijo al oído: “Mira hijo, ya trabajas y eres un joven. Adelante Luis, pero no lo hagas como un vicio sino como un leve pasatiempo”
-¿Cuántos corazones rompiste?
-Ja, ja, ja, tuve muchas pero muchas novias, con decirte que llegué a tener cinco novias al mismo tiempo. Para no comprometerme sexualmente, no me quedaba otra que hacerme justicia por propia mano ja, ja, ja. Siempre respeté a las mujeres.
-¿Qué demonios querías ser de grande y cómo era el México de ese entonces?
-Uff, me acuerdo que el presidente de la República era Adolfo Ruiz Cortines. Era un México sumamente tranquilo y con mucha seguridad. Vamos, te estoy hablando de 1955, no se sabía nada de la delincuencia. A veces, me quedaba dormido en el camión y el chofer iba a despertarme ¡Hey!!, güerito, ya llegamos al aeropuerto, me bajaba tranquilamente y me iba caminando hacia mi casa.
-¿Nunca sufriste un asalto?
-¡Jamás!! Por cierto, había unas incipientes pandillas muy cerca de mi casa, resulta que uno de los pandilleros me reconoció que trabajaba en Ceimsa y que le entregaba la leche a su mamá, a partir de ahí, ellos mismos me protegían y me llevaban hasta mi casa como si fueran mi escolta… ja, ja, ja.
-¿Un güerito con Ángel?
-Creo que sí, porque a lo largo de mi vida, reconozco que he disfrutado de una vida con mucho “Ángel”, siempre he encontrado gente que me ha brindado la mano…
-Bueno, ser agradecido, es abrir más puertas…
-Eso lo aprendí de mis papás.
-¿Cómo concluiste la secundaria?
-Muy bien, creo que con un promedio general de 8.7, pero tampoco quiero decir que era un “nerd”, más bien, un promedio regular. Algo que me sirvió muchísimo para formarme, fue trabajar y estudiar simultáneamente.
-¿La primera chela o “peda” que te aventaste?
-La primera vez que bebí, fue un litro de pulque en Tulancingo, un primero de agosto que es la fiesta patronal de La Virgen de los Ángeles. Llegando a la casa de mis tíos, -era el sobrino favorito- ya tenía 16 años, uff, me pusieron una santa peda… ¡Hubieras visto!!, el pulque tiene algo de afrodisiaco, a esa edad andaba como “burrito en primavera”
-¿Y la cruda del día siguiente?
-Uta, al otro día, tenía que regresarme a la Ciudad de México con una tremenda cruda por el pulque…
-Pero si nada más había sido un litro… ¿no?
-¡Para nada!!, vomité como seis veces en la fiesta y todavía tenía ganas de hacer lo mismo en el camión de regreso. Total, aborrecí por un muy buen rato la bebida.
-Aparte de un boxeador no logrado, ¿qué querías ser de grande?
-Me llamaban muchísimo la atención los aviones, quería ser piloto aviador… ¡Ese era mi verdadero sueño!!, pero también, la electricidad me traía loco. Tanta era mi afición por la electricidad que toda la instalación eléctrica de mi casa, sin saber absolutamente nada de ello, la puse. Pero cuando veía pasar los aviones arriba de mi casa, se me caían los calzones y la baba de emoción.
-¿Y por qué no llevaste a cabo ese sueño?
-Estaba totalmente obsesionado con ser piloto aviador, es más, las mismas circunstancias de la vida me mantuvieron en contacto directo con la aviación, para colmo, una de mis hermanas se casa con un técnico especialista en electrónica de aviación.
-¿Por qué carrera optaste en seguir?
-Ahí estaba la motivación para ingresar a la Escuela Superior de Ingeniería y Electricidad- ESIME-, del Instituto Politécnico Nacional, sin pensarlo más, ingreso al Poli… Primero hago la prepa en la Voca 5, y al concluir, decido ingresar a la ESIME del Politécnico.
-¿Cómo viviste esa etapa de bachiller?
-Me acuerdo que en 1958, existía mucha inquietud entre los jóvenes. Me dejé crecer el cabello hasta los hombros y mis pantalones eran totalmente abombados, así como mi chamarra de cuero color negro con un águila color blanco que yo mismo había pintado en la parte de la espalda.
-¿Te costó mucho trabajo el examen de admisión?
-Debo reconocer que fue un examen muy difícil, afortunadamente, logré quedarme sin ningún problema…
-¿Allá en Zacatenco?
-No, para nada, todavía no existía el campus del Politécnico en Zacatenco, sino que estaba ubicado en pleno centro de la Ciudad de México.
-CONTINUARÁ-
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