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Rafael Antonio López Martínez, investigador del Instituto de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), participó en una expedición a la Antártida, en la zona más austral del planeta, para investigar cómo era la Tierra hace aproximadamente 150 millones de años.
Durante dos meses, junto a varios investigadores argentinos, López Martínez investigó la “frontera difusa” entre los periodos Cretácico y Jurásico, “soportando la intemperie, y en una casa de campaña, temperaturas bajo cero y días sin noches”.
El geólogo tomó muestras de rocas, las cuales se estudian de acuerdo con su estratigrafía; es decir, a su acomodo según el paso del tiempo y su paleontología a través de dos grupos fósiles microscópicos que marcan la edad de las rocas: los calpionélidos y los nanofósiles.
López Martínez explicó que obtuvieron fragmentos de roca de diversas etapas de antigüedad, que “están actualmente en camino desde Argentina para ser analizadas en el Laboratorio de Carbonatos y Procesos Kársticos del Instituto de Geología”.
“Como un navegante antiguo, López Martínez y el equipo elaboraron también el primer mapa geológico de la zona llamada Longing Gap, donde realizó su campaña científica”, informó la UNAM.
Se detalló que el científico participó en una colaboración internacional con el Instituto Antártico Argentino y la Universidad de Buenos Aires.
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Dos marcadores
Tras su viaje, el geólogo espera encontrar dos tipos de vestigios de vida que darán información más precisa de la etapa en estudio; por ejemplo, cómo eran las corrientes marinas durante la época en que se formó el Océano Atlántico.
Refirió que los primeros marcadores son unos organismos unicelulares llamados calpionélidos, actualmente extintos, cuyos fósiles en forma de copa se encuentran en estratos de roca desde el Jurásico superior al Cretácico inferior.
Agregó que otros son los nanofósiles calcáreos; es decir, los restos de microalgas que fueron abundantes y estuvieron distribuidos en el planeta.
Mencionó que en años pasados se ha registrado un aumento preocupante en la temperatura de la Antártida y recordó que la disminución de los hielos polares aumenta el nivel del mar y puede traer consecuencias catastróficas para el planeta.
“Por eso estudiamos el pasado bajo una máxima geológica: ‘el pasado es la clave del presente’. Así, entendiendo los fenómenos del pasado podremos predecir, de alguna manera, qué ocurrirá en el futuro cercano en el marco de los escenarios del cambio climático global”, declaró el experto.