“Soy el que te puede mostrar el arte del Metro, llevarte al éxtasis por 5 pesos”, dice “El Rey del Vagón”. En sus redes sociales comparte contenido explícito de sus encuentros sexuales con otros hombres en este popular sistema de transporte colectivo de la Ciudad de México.
Al igual que otros que hacen “travesuras” en el Metro como “El Rey del Vagón” se les considera “metreros”, y para explicar estas prácticas, principalmente de hombres con hombres, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM organizó una sesión en el marco del V Seminario Mundos Visibles y no Visibles de la Masculinidad.
La investigación “Metrear: Hombres e interacción en el último vagón del metro de la CDMX”, a cargo del maestro Andrés Álvarez, explica cómo las personas usan la también llamada “cajita feliz” para ejercer su sexualidad, entre el anonimato, la adrenalina y la rapidez entre el cambio de estaciones. Es la apropiación del último vagón entre desconocidos, un espacio de “homosociabilidad”.
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La investigación nació en 2007 y después de 15 años se hizo una actualización, con la influencia de autores como Marc Augé, Erving Goffman, Isaac Joseph y Laud Humphreys.
Este estudio sociológico-antropológico destaca las interacciones y espacio público que se realizan en el Metro, además que se hizo un proceso metodológico enfocado a cuatro estaciones: Hidalgo, con dirección a Universidad; Chabacano, con dirección a Constitución de 1917; Centro Médico, con dirección a Observatorio; e Insurgentes, dirección Observatorio.
Según los hallazgos, los usuarios del Metro no quieren dar información sobre su vida personal, por lo que fue un reto metodológico a través de las 195 estaciones con las que cuenta este sistema de transporte.
El maestro Álvarez indicó que la realización de esta práctica se realiza en un espacio semipúblico colectivo y diverso , además que se clasifica como “no lugar”; “un lugar de encuentro”.
“Todo usuario sabe qué vagón tomar, qué espacio del vagón tomar, dónde esperar el Metro. Sin embargo, cuando se hace un análisis sociológico-antropológico, uno encuentra que cada grupo ocupa un lugar específico en ese transporte.
“Podemos ubicar a trabajadores sexuales que siguen teniendo espacios definidos en ciertas estaciones, podemos encontrar los vendedores ambulantes, podemos encontrar a grupos que piden apoyo económico, a los músicos, a quienes esperan abajo del reloj (...) Hay grupos que lo utilizan para extorsionar, hay por ejemplo que realizan ejercicio, quienes realizan bicicleta y los mandan hasta el final del Metro”, ejemplificó.
“Estas formas de andar en el Metro significan también que uno sabe cómo y qué relaciones se llegan a establecer en cada espacio”, refirió.
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Sobre el último vagón del Metro, el investigador comentó que se pueden identificar diversas expresiones de género, además de personas con adicciones, amputadas o soldados.
“Este espacio no solo es ocupado por hombres quienes están buscando el encuentro, sino por más grupos sociales”, dijo. “Son espacios emocionales porque ha y una pertenencia a un grupo de identificación, se reconoce a pares de la comunidad LGBT y otras minorías, en este espacio emocional puede existir en el sentido de no ser discriminado y ser rechazado como pasa en muchos espacios públicos y privados”, agregó.
Los hombres, arroja la investigación, son en su mayoría jóvenes que van en la última puerta del Metro y están al final del andén, aunque también hay adultos mayores.
“En esta última puerta, cuando el Metro llega, sobre todo en la última puerta, puede haber más de 30 hombres; sin embargo la apropiación del espacio no se centra en esta última puesta, también está la penúltima puerta donde puede haber hombres quienes van a ver solamente la interacción”, describió.
El encuentro entre hombres no se limita a andenes y vagones, sino que se expande a escaleras, pasillos, sanitarios y exteriores del Sistema de Transporte Colectivo “por la dinámica del encuentro”.
Aunque en Metros de Nueva York, París, Londres y Berlín se tiene identificado que se realizan estas prácticas, a comparación del de la Ciudad de México, no tienen apropiación grupal.
Apuntó el especialista que “metrear” se ha usado como verbo para tener encuentros sexuales con otras personas y tiene distintas tácticas, como la visual y el acercamiento. No solamente está el tacto, también el olfato, el oído y el gusto.
También se identificaron en la investigación prácticas defensivas y correctivas, como cubrir la imagen del acercamiento con mochilas, bolsas, ropa, portafolios u otros objetos.
La investigación identificó distintas prácticas sexuales como el exhibicionismo, frotamiento, mastrurbación, sexo oral, sexo anal, vouyerismo y sexting, entre otras.
Ante la ubicación de este espacio, se detectó que personas homofóbicas o transfóbicas acuden acuden a violentar de forma recurrente. Institucionalmente las autoridades del Metro asisten al último vagón y a los andenes a tratar de separar los encuentros, cuando ni siquiera se están dando.
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