El Popocatépetl, el segundo volcán milenario más alto de México, es conocido por sus fumarolas irregulares y por la dulce historia de su formación junto a su amada Iztaccíhuatl, pero no es lo único que ocurre a su alrededor.
El primer individuo en alcanzar la cima del volcán –según la versión oficial– fue el español Diego de Ordaz, miembro de la comitiva que acompañó a Hernán Cortés en 1519. El mismo Cortés contó la hazaña en una carta para el rey Carlos V.
Antes de la llegada de los conquistadores, ningún indígena había escalado el volcán, en gran parte por la adoración que le profesaban. Ordaz y sus acompañantes surcaron los peligrosos caminos de “Don Goyo” sin importar que estuviera en plena erupción, como lo testifican las narraciones de Hernán Cortés y del historiador Bernal Díaz del Castillo.
Para 1522, Cortés ordenó otra expedición al Popocatépetl, a cargo de Francisco Montaño, para extraer azufre del cráter del volcán. El elemento se utilizó para la pólvora de los conquistadores, y se obtuvo gracias a que Montaño se amarró y colgó de la orilla del cráter para sacar el azufre.
La Legión Alpina de la Ciudad de México colocó un pequeño monumento en honor a Ordaz y Montaño en la cima del volcán. La ceremonia ocurrió el 2 de junio de 1939, con la colocación de una placa para los primeros “conquistadores” del Popocatépetl.
Otra expedición importante se realizó en 1918, cuando el general de división Don Pablo González alcanzó la punta más elevada de “Don Goyo”. En esos tiempos, las faldas del Popocatépetl y del Iztaccíhuatl eran territorio de rebeldes.
La madrugada del 29 de octubre del 18, González y un escuadrón del Ejército Nacional partieron de la población de Amecameca para comenzar su ascenso por el volcán.
Les tomó más de un día alcanzar la cima. Entre las 10 y 12 horas del 30 de octubre, Don Pablo González y sus acompañantes estuvieron a 5 mil 125 metros sobre el nivel del mar. Su hazaña apareció en la primera plana de EL UNIVERSAL el 2 de noviembre de 1918.
Lamentablemente, muchas expediciones al volcán terminan con heridos o fallecidos. EL UNIVERSAL reportó en varias ocasiones durante el siglo XX sobre alpinistas accidentados y cuerpos que no podrían recuperarse. Algunos excursionistas murieron congelados, sepultados por avalanchas o por caídas severas desde las laderas del Popocatépetl.
Uno de los eventos más trágicos acontecidos en el área fue el percance de una aeronave con matrícula XA-DUH, el 26 de septiembre de 1949. EL UNIVERSAL informó sobre 24 personas fallecidas –total de pasajeros y tripulantes–, entre ellas la artista del cine de oro nacional Blanca Estela Pavón, debido a que el avión “volaba por contacto”, sin visibilidad, y se estrelló en la zona del volcán conocida como Pico del Fraile.
Entre los eventos o “avistamientos” más polémicos a las faldas del volcán están las llamadas “brujas” o bolas luminosas con movimientos erráticos. Estos fenómenos son muy populares en pueblos colindantes con sierras, y Don Goyo no es la excepción.
El 7 de septiembre de 1991, varios pobladores de Tlaxcala y Puebla aseguraron que ciertas luces que notaron entre vegetación y rutas cercanas al Popocatépetl e Iztaccíhuatl eran hechiceras acechando los terrenos y sus casas.
En un evento parecido, se supo que el 15 de marzo de 1945, una masa ígnea recorrió el cielo entre Amecameca y Juchitepec. Aunque la explicación más viable era un cuerpo celeste que ingresó a la atmósfera, algunos pobladores aseguraron que la bola de fuego salió disparada del Popocatépetl. No se tuvo mayor información al respecto.
Los OVNIs también son comunes en las inmediaciones del volcán. Los supuestos avistamientos de naves desconocidas entrando al cráter del Popocatépetl se incrementaron desde el 2010, sobre todo por los sistemas de videovigilancia que monitorean 24/7 a “Don Goyo”.
Alpinistas y pobladores comentan de “seres” de gran altura que pasean por la cima del volcán, aunque no existe evidencia que lo sostenga. Aun así, los habitantes asimilan con naturalidad la posible existencia de “extraterrestres” dentro del Popocatépetl.
Don Goyo fue y es protagonista de expresiones artísticas, como pinturas, poemas, cuentos, leyendas y muchas crónicas. Una muy especial apareció en EL UNIVERSAL ILUSTRADO el 22 de abril de 1920, cuando poco se sabía sobre las fumarolas del volcán y los visitantes admiraban su paisaje con curiosidad.
El autor fue Juan Manuel Durán y Casahonda, bajo el seudónimo de “Caballero de Mansión Profunda”. En su texto compartió las observaciones que tenían los amecamequeños sobre su vecino: “Lo conocían por abajo, por arriba y por los lados. ¡Hasta por adentro! Y siempre les había parecido grandote, pero pazguato, e inofensivo como ballena en seco”.
“El volcán [Popocatépetl] es mexicano por los cuatro costados. Y por eso, por mexicano, ni hace erupción de una vez ni deja de echar humo. Está esperando ver claro... ¡Para irse a la cargada!”, concluyó el periodista.