Las coles de Bruselas son una variedad de col conocida por sus diminutas yemas comestibles que se asemejan a pequeños repollos. El cultivo de estos repollitos, se inició hace más de un siglo en el norte de Francia y en Bélgica, en las cercanías de Bruselas, lo que podría explicar su denominación común.
Su forma es muy parecida a la del repollo, globular y con hojas muy apretadas, pero de mucho menor tamaño. Las partes comestibles de las coles de Bruselas son los ramilletes de yemas que nacen sobre el tallo en las axilas de las hojas.
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Dichos brotes brindan numerosos beneficios para la salud, ya que contienen propiedades antioxidantes, digestivas, inmunológicas y nutritivas. Las coles de Bruselas reducen el riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares, brindan protección frente a células cancerígenas, estimulan el proceso digestivo, evitan el estreñimiento y refuerzan el sistema inmune, entre otros beneficios.
Si bien son un alimento seguro, pueden ocasionar ciertas alergias y su consumo en exceso puede generar flatulencias y dolores estomacales. Las coles de Bruselas son una de las verduras más nutritivas y también más sabrosas. Sin embargo, sus nutrientes desaparecen en gran parte durante la cocción.
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Hay que prepararlas a último momento, sin quitarles las hojas verdes exteriores, que son las que poseen más caroteno y no dejarlas en remojo, solo lavarlas para quitarles el insecticida que puedan llevar.
Las coles de Bruselas son una verdura un tanto controvertida. Tienen tantos amantes como detractores. El problema con ellas se debe a que no están bien cocinadas. Es decir, se debe experimentar otras maneras de comerlas que no sean simplemente hervidas, antes de descartarlas para siempre de nuestra cocina.
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