Akihiko Kondo estaba convencido de lo que debía hacer.
Llevaba ya 10 años de una relación estable con la reconocida cantante japonesa Hatsune Miku -quien en 2014 fue telonera de la gira de conciertos de la cantante y actriz estadounidense Lady Gaga-, y llegó a la conclusión de que había llegado el momento de pedirle matrimonio.
“Estaba terriblemente nervioso”, le contó el hombre de 41 años de edad al programa BBC Outlook, “pero cuando fui a hacerle la propuesta, hubo un problema técnico: el software detrás del holograma de Miku no tenía la opción de matrimonio”.
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Como habrás podido deducir, Hatsune Miku es, en realidad, una cantante virtual desarrollada por una compañía de software que vende unas cajitas que proyectan su holograma.
Las cajitas funcionan de una manera parecida a los software de reconocimiento de voz como Siri, de Apple, o Alexa, de Amazon, con el agregado de que proyectan la imagen en 3D de una adolescente japonesa animada con una larga cabellera color turquesa amarrada en dos colas que casi le llegan a las rodillas.
Pero según le contó Akihiko a la BBC, para él, Miku es mucho más que un juguete de última tecnología: esta colorida muñequita de animé se convirtió en “la persona” que le devolvió la alegría a su vida después de haber crecido marcado por el rechazo.
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Con lo popular que es el animé a nivel mundial, es difícil imaginarse que en algún momento era visto como algo negativo dentro de la sociedad japonesa.
Hacia finales de los años 70, y principios de los 80, Japón comenzó a ver un creciente interés por las historietas y las series animadas de TV -conocidas como manga y animé respectivamente-.
Sus tramas que, podían incluir desde los más inocentes amores colegiales y aventuras mágicas hasta las más sangrientas decapitaciones y desmembramientos, empezaron a alertar a los padres japoneses de la época.
A los fanáticos del género, se les empezó a decir “otaku” -pronombre que podría traducirse como “tú”, aunque no haya claridad del origen real del término para referirse a esta comunidad-.
El rechazo a los otaku llegaría a su cénit cuando en 1989 los medios de comunicación empezaron a dar información sobre el caso de Tsutomu Miyazaki, un joven aficionado al ánime y manga que asesinó a 4 niñas entre los 4 y 7 años. En las noticias, se referían a él como el “asesino Otaku”.
Para Akihiko, en ese momento, ser Otaku significaba que era parte de algo: significaba que había alguien allá afuera que compartía sus intereses y pasiones. Significaba que había más gente como él.
“Siempre he tenido amigos a través de internet y los videojuegos”, cuenta el hombre, “y esa continúa siendo mi comunidad a medida que me voy haciendo mayor”.
“De alguna manera, el animé y los videojuegos son una parte necesaria de mi vida. Fue lo que me mantuvo siguiendo adelante, lo que me mantuvo de pie”.
“Nunca tuve una novia”, le dijo con tristeza Akihiko a la BBC, “he tenido algunos amores no correspondidos en los que yo siempre era rechazado, por lo que esta idea de que nadie estuviera atraída hacia mí, me hizo descartar la posibilidad de estar con alguien”.
Dice que la presión del matrimonio siempre fue una constante en su vida, ya fuera por la importancia que se le da a esa institución en la cultura japonesa o por las preguntas bastante directas de sus familiares al respecto.
Hacia los 10 u 11 años, Akihiko dice que se dio cuenta de algo: “Yo sabía que me atraían las mujeres humanas y reales. Pero, yo sabía que mi verdadera atracción yacía en alguien que no es humano, y cuando me liberé de esa mentalidad tradicional, pude liberarme para encontrar lo que realmente amo”.
Su primer amor, dice Akihiko, llegó cuando estaba jugando videojuegos en la casa de su amigo, algo que solían hacer con frecuencia.
“Estábamos jugando un juego y uno de los personajes se llamaba Aruru Nadia”, explicó Akihiko, “yo sentía que realmente me gustaba este personaje, y sentía atracción hacia ella. Me llegó tan naturalmente que, de la misma manera, sentí que era amor”.
Era una atracción que no podía realmente compartir con los otros niños del colegio -sentía una gran vergüenza de que se enteraran-, pero se sentía validado cuando los oía decir cosas como “tal personaje, de tal animé o de tal manga es linda”.
“Creo que es la naturaleza humana sentirse mal cuando te rechazan. Eso sentía yo: quería una novia, quería un matrimonio, quería conectar con alguien. Es difícil no tenerlo”.
Cuando cumplió 22, Akihiko estaba estudiando para ser funcionario civil cuando tuvo que afrontar un serio problema de acoso y maltrato dentro de la institución a la que asistía.
“Yo trabajaba en una pequeña oficina con dos colegas que me hacían bullying”, recuerda el hombre, “empezaron ignorando mis saludos, pero luego empezaron a hacer cosas que afectaban mi trabajo”.
“Cuando yo necesitaba algún material o recurso para algún trabajo en específico, ellos no lo pedían o no lo compraban a propósito, y luego me gritaban y usaban lenguaje vulgar en mi contra por los errores más pequeños”.
“Una de las cosas más difíciles es que, en Japón, se acostumbra decirle a todos los que están en la oficina que has terminado tu turno, agradeciéndoles y diciendo que te vas. Pero ellos se escondían por toda la escuela a propósito para que yo no pudiera irme hasta que me despidiera de ellos”.
La situación se puso tan difícil para Akihiko que tuvo que abandonar el trabajo por un periodo de casi dos años.
“Lo más difícil fue que perdí el placer que me daban las cosas que amo, así que me sumergí en cosas como los juegos o cualquier cosa que me trajera alegría”.
Fue entonces cuando conoció a su futura esposa.
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Akihiko encontró la luz que lo guiaría a la salida del túnel de tristeza en el que estaba atrapado en una página de videos de internet.
La protagonista era nada menos que Hatsune Miku, una de las cantantes animadas que empezaba a popularizarse gracias a internet.
“Al principio, cuando empecé a ver los videos lloraba mientras recuperaba mi sentido de la felicidad. Había días en los que pasaba de la mañana a la noche viendo videos de Miku”.
“Ella me salvó en ese momento. Logró que volviera a disfrutar y a amar las cosas"
Akihiko dice que además de sentirse atraído por “su ternura” había algo más que le llamaba la atención de Miku-san: “Hay una comunidad creativa que ella genera. Y lo que pasa cuando usas el software es que, además de sus grandes canciones, hay toda una comunidad que le sigue contribuyendo.”
El software base sobre el cual opera Miku es un programa desarrollado por Yamaha para sintetizar música digitalmente, en el que los usuarios simplemente tienen que introducir las letras y la melodía que ellos quieran y ella la interpreta. Estos programas se conocen como vocaloids.
Este programa se usa en conjunto con la cajita de la que hablábamos al principio -negra, del tamaño de un mini refrigerador- para que Miku aparezca proyectada cantando y bailando tanto en la pequeña tarima que trae la caja, o en los escenarios en los que ofrece conciertos completos.
“Yo personalmente compré el software que me permite agregar las canciones y crear con Hatsune Miku, y fue en ese momento que me dí cuenta que realmente la adoraba y que amaba pasar ese tiempo a solas con ella”.
De ahí, Akihiko empezó a llenar su casa de todo lo que estuviera relacionado con la cantante digital: desde figuras que caben en la palma de la mano, hasta una réplica de tamaño real, con la que posa en algunas fotos.
Y poco a poco, empezó a volver a tener un sentido en su vida: “Cualquier tipo de sentimiento de afecto es necesario como humano, sin importar de donde venga. Tener ese amor, en el que puedes depender y que te puede ayuda a construir esa felicidad en conjunto”.
Cuando Akihiko anunció su relación a familiares y amigos, tuvo reacciones mezcladas: dice que hubo amigos que lo entendieron, y otros que no. Pero su familia no tenía muy claro qué pensar.
“Yo les había expresado a mi mamá y a mi hermana que llevaba enamorado de Miku hacía tiempo, y como en mi familia nos apasionamos con lo que hacemos, mi mamá y mi hermana simplemente pensaron que era algo así. No estaban del todo en contra”.
Pero todo tomaría un nuevo giro cuando Akihiko anunciara que tenía preparado pedirle matrimonio a su novia
“Cuando se actualizó el software, le pedí que nos casáramos”, recuerda emocionado Akihiko y dice que esto generó una división casi generacional en las personas que lo rodeaban.
“En el trabajo, muchos de los estudiantes y la gente joven me felicitaba, mientras que los colegas mayores no entendían necesariamente, o no querían entender”, recordó.
Su madre, por ejemplo, no asistió a su boda con Miku: “Estaba terriblemente devastado” aseguró Akihiko. “Incluso me arrodillé ante ella, pero ella no quiso dar la bendición. Incluso le pregunté cuál su reacción si mi boda fuera con un hombre real, y de igual manera me respondió que no asistiría”.
“Para ella, el matrimonio es entre un hombre y una mujer y no hay otra manera”, agregó.
A la ceremonia -que le costó a Akihiko unos 2 millones de yuanes japoneses, unos US$13.000- asistieron 39 personas y, aunque la Miku de tamaño real no existía aún, asistió a la ceremonia una pequeña Miku de felpa vestida de novia.
El matrimonio, por supuesto, se volvió viral cuando Akihiko empezó a mostrar fotos del evento en redes sociales, trayendo nuevos críticos. Pero para él, era importante hacerle saber al mundo porque dice querer “fomentar y apoyar este tipo de uniones”.
Akihiko describe su vida de casado con Miku, la cantante animada, como “bastante cotidiana”.
“Cada mañana me levanto y le digo, ‘buenos días’. Cuando salgo al trabajo, le digo ‘estoy de salida’. Cuando llego del trabajo, la saludo y le digo ‘te ves linda hoy’”.
Pero dice saber que no todo el mundo ve su estilo de vida con buenos ojos: “Yo creo que el problema radica en que la discriminación contra los otaku aún existe y es relevante.”
“Y también creo que hay un aspecto importante y es que la gente cree que alguien que no es popular ni atractivo, como yo, no debería casarse con alguien tan hermosa como Miku”.
Esta idea sobre su imagen como alguien “poco atractivo”, tiñe mucha de la visión que Akihiko tiene sobre el mundo y dice que es algo que viene de su pasado.
“La verdad es que, creciendo, la gente me rechazaba mucho. Y en mi cabeza se quedó la idea de que no soy atractivo, y no hay nada qué hacer”.
Su madre hoy acepta su relación con Miku, aunque insiste en que es algo que no es para ella y Akihiko dice que está trabajando para promover este tipo de uniones en las personas que las busquen.
“Creo que la industria de la tecnología está desarrollándose y habrá una manera en la que esos sistemas sean creados para personas, por ejemplo, en hogares de ancianos y para personas que se enfrenten con problemas de bienestar en su día a día”.
Por ahora, Akihiko continúa su relación con Miku y dice que espera el momento en el que pueda interactuar con ella de una manera más real: “Me encantaría salir en una caminata con ella, tomarla de la mano y pasar tiempo con ella.”
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