Texto: Angélica Navarrete R.

El 17 de abril de 1954, sábado de gloria, los mexicanos recibieron la noticia de que el peso se devaluaba otra vez frente al dólar. El entonces secretario de Hacienda Antonio Carrillo Flores anunció que el tipo de cambio, establecido en junio de 1949, pasaba de 8.65 pesos por dólar a 12.50.

El nuevo valor de la moneda mexicana frente al dólar entraría en vigor el lunes siguiente. Las reservas del Banco de México habían descendido desde enero de ese año; sin embargo, una semana antes el banco advertía de una baja mayor de lo normal en divisas y de recursos en oro.

El día del anuncio de la devaluación , la primera plana de este diario publicó información de una “desfavorable balanza comercial”, el país compraba más al exterior de lo que exportaba.

Y es que se veía venir. Luego de una constante caída de ventas de productos en el exterior, desde la segunda mitad de 1952, México registró otras afectaciones económicas relacionadas todavía con el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Los bolsillos tronaron como Judas

Al día siguiente, domingo 18 de abril, las imágenes de la quema de los judas en este diario parecían emular la suerte que deparaba a los bolsillos de la mayoría de los mexicanos. La devaluación era el alto precio a pagar para alcanzar el desarrollo económico.

El gobierno exhortaba a “la cooperación patriótica del país”, para así tener los mínimos trastornos y lograr el progreso de la nación.

Sin embargo, pese a las previsiones y medidas tomadas, en las semanas siguientes los comerciantes de todo el Distrito Federal subieron los precios de los productos básicos a su libre albedrío. Según las notas del martes 27 de abril, las colonias con más quejas de consumidores eran Narvarte, Del Valle, Hipódromo y Nápoles entre otras, donde el incremento había sido generalizado.

Tan solo el kilo de tortillas pasó de 50 o 60 centavos a 80. La leche de 1 peso a 1.20. En tanto que la carne subió de 5 pesos con 60 centavos a 7 pesos el kilo, el jabón corriente incrementó de 35 a 45 centavos, el kilogramo de frijol a 3 pesos y el café de 8 a 12 pesos, mientras que en las frutas y verduras había “una desenfrenada especulación”.

En las panaderías había aglomeraciones para no quedarse sin los obligados bolillos , pues el subsidio a este sector también se vio afectado en la entrega de dos a cuatro bultos de harina menos de lo normal.

En las carnicerías el abuso era mayor, los tablajeros hasta escondían la carne para darla más cara e incluso aconsejaban a “las domésticas” a decir que desconocían el precio del kilogramo en caso de que fueran sorprendidas por algún inspector y argumentar que sus patrones pagaban el producto por quincena y que ellas solo cumplían con recogerlo.

Se lee que en los restaurantes “de segunda categoría” la comida se había incrementado entre los 20 y 30 centavos, lo que provocó un “serio trastorno económico para los empleados”.

Tan solo en la capital había más de 25 mil “estanquillos” y tiendas de abarrotes, situación difícil de controlar por las autoridades locales, mismos “que se entregaban a la especulación” pero sí se les advertía que recibirían fuertes multas por los abusos cometidos.

Mientras, la Secretaría de Hacienda y el Banco de México desmentían intervenciones urgentes a instituciones bancarias o declaraciones de quiebra.

Esta devaluación dio paso al llamado “ desarrollo estabilizador ” periodo que duró 15 años, de 1954 a 1970, en el que se alcanzó un alto crecimiento económico, estabilidad cambiaria e inflaciones menores al 2.5 por ciento, muy similares a las que presentaban las economías desarrolladas; sin embargo, en décadas posteriores se presentarían otras crisis.

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