Más Información
La infusión a base de esta verdura disminuye el riesgo de tener infecciones; conoce sus demás beneficios
El grano milenario que estimula el crecimiento muscular; será tu mejor aliado en una dieta saludable
Texto: Raúl J. Fontecilla
La reina Isabel II del Reino Unido, que falleció el pasado 8 de septiembre, dejó atrás su habitual cautela ante los medios el 24 de noviembre de 1992 para poner sobre la mesa una opinión que, según dijo, muchos compartirían con ella: que ese año era de lo peor hasta entonces en su reinado de 40 años.
La declaración se escuchó durante un almuerzo en Londres, por la ocasión del XL aniversario de su ascenso al trono. Como resumen de un año con más bajos que altos para el estatus y aprobación popular de la monarquía, dijo que 1992 se había convertido en un “annus horribilis”.
La expresión es un juego de palabras con la frase en latín “annus memorabilis”, que significa “año memorable”.
La reina Isabel II, a pocos días de celebrar el 40 aniversario de su coronación, en 1993. Su coronación fue en 1953, pero ascendió al trono desde 1952, al morir su padre. AP Photo.
Te contamos qué pasó aquel 1992, que en palabras de la misma reina “ya no será un año que recordaré con una alegría sin tacha”.
Un siniestro en pleno castillo
El 20 de noviembre, sólo unos días antes, se registró un fuerte incendio en una de las residencias de la reina, el castillo de Windsor, un edificio cuya historia suma casi mil años.
La información oficial dice que durante unos trabajos de remodelación, un foco que hizo corto circuito cerca de las cortinas pudo haber sido la causa del fuego, que no tardó en extenderse a más de cien habitaciones.
El castilo de Windsor tardó cinco años en ser reparado debido a que más que el fuego, la humedad por el agua usada para apagar el incendio supuso un riesgo mayor para la conservación del patromonio histórico en la estructura e interior del inmueble. David Iliff/Commons.
Los bomberos trabajaron al menos quince horas, mientras que el personal del castillo se dedicó a retirar las antiguas obras de arte que se hallaban cerca. A pesar de que se logró controlar el siniestro, los daños se valuaron en más de 35 millones de libras.
La pérdida parcial de la “vivienda” preferida de la reina, cuyo personal ronda los quinientos elementos, no fue la única consecuencia del desastre. La crisis vino cuando se supo que el erario público del Reino Unido pagaría las millonarias reparaciones.
“¿Quién cree que debería pagar por la restauración [del castillo de Windsor]?”, preguntaba un sondeo por las calles para la televisión británica. “No el público”, era una de muchas respuestas similares.
Gran parte del techo del castillo quedó en el suelo tras desplomarze una vez que las llamas lo consumieron. El humo podía percibirse todavía un par de días después del incendio. Hemeroteca EL UNIVERSAL.
La reina se topó como pocas veces con los legisladores del Partido Laborista (contrario del Conservador), quienes manifestaron solidaridad pero pidieron que Isabel II no permitiera que el coste total quedara en manos de los contribuyentes.
A pesar de todo, este fue quizá el episodio de 1992 que mejor “dio vuelta a la página”, gracias a la iniciativa de abrir al público el palacio de Buckingham como atractivo turístico el año siguiente, cuyas ganancias financiaron la restauración que tomó cinco años.
El fracaso de los matrimonios reales
Lejos de Gran Bretaña, ideas como poner en práctica normas estrictas para las relaciones de pareja pueden sonar extraño, y no faltará quienes opinen que se trata de medidas anticuadas.
La duquesa de York sostiene en sus braxos a la princesa Beatric , el día del bautizo de su primera hija. Detrás de Andrés pueden verse el actual rey de Inglaterra Carlos III y la fallecida princesa Diana de Gales. ESPECIAL.
Pero hay que tomarlo en cuenta para ver el escenario de 1992, ya que parte de la economía y política de un país pueden quedar en juego por la inestabilidad que generan los altibajos matrimoniales de la próxima generación de monarcas -o royals - de un país.
El primer caso fueron los duques de York, como se llamaba entonces al príncipe Andrés y su esposa, Sarah Ferguson. Menos de una década tras la boda y con la mayor de sus hijas de sólo tres años, la pareja se distanció desde marzo, aunque el divorcio llegó hasta 1996.
El Duque y la Duquesa de York con su hija, la princesa Beatrice, retratados en la residencia real de Balmoral tras el nacimiento de su primera de dos hijas, en 1988. AP Photo.
El público recuerda esta separación por el revuelo que causaron las fotografías de Sarah en la playa, con el financiero neoyorquino John Bryan que le besaba los pies descalzos.
Tras treinta años de silencio, Bryan comentó esta semana a los medios que la foto no era lo que parece, pero en su momento no hubo forma de dar “borrón y cuenta nueva”.
Esta imagen de archivo muestra a la princesa real Ana y su esposo el capitán Mark Phillips, en la Abadía de Westminster el día de su boda. El padre de Phillips, el mayor Peter Phillips, declaró que la pareja se separaría. 1989. AP Photo.
Un mes después, en abril de 1992, la princesa Ana logró consumar su divorcio de Mark Phillips, de quien ya se había separado desde 1989. En este caso, la hermana mayor de Andrés de York nunca ha dado mucho de qué hablar, por su reputación más seria y discreta.
Lo más que resonó fue que debido a los impedimentos en Inglaterra para lograr un segundo matrimonio, el siguiente mes de diciembre fue a Escocia para casarse ahora con el vicealmirante Sir Timothy James Laurence, pues ahí sí es legal una segunda boda.
La princesa Ana llega a la Escuela Real de Estudios Veterinarios en Edimburgo, Escocia, con su hija Zara, de 10 años. Esta es la primera foto de la princesa desde que consiguió su divorcio de su esposo Mark Phillips. AP Photo.
El ahora rey Carlos III no fue la excepción, porque aquel año se hizo más notoria la distancia entre él y la princesa de Gales. El príncipe William, hoy próximo heredero al trono, tenía diez años de edad.
Lady Di tenía a su favor la prensa, que la retrataba como una royal rebelde y solitaria, a quien ya no era tan raro ver atender su agenda real sin la constante compañía de Carlos.
Pero de nada servía la popularidad que Diana tuviera en algunos sectores, pues según reportó EL UNIVERSAL, a finales del 92 la situación del matrimonio que se suponía destinado a heredar la Corona era como “un signo de interrogación”.
La Princesa de Gales ingresa a una limusina afuera de su hotel en Lech am Alberg, Austria. Las vacaciones familiares se vieron interrumpidas tras el anuncio de la muerte de su padre, el Conde Spencer, tras sufrir un ataque al corazón en Londres. 1992, AP Photo.
Por si fuera poco, el 15 de junio de salió a la venta el libro biográfico Diana: su verdadera historia, escrito por el periodista Andrew Morton. Muchas revelaciones de la vida privada de los príncipes de Gales salieron a la luz, semanas tras la muerte del padre de la princesa.
Por primera vez, el público supo que Lady Di padecía bulimia nerviosa y que había intentado suicidarse en 1986, a raíz de la tensión que vivía desde su ingreso a la monarquía.
También fue la primera vez que se dio detalles al público sobre el triángulo amoroso entre Diana, Carlos y “una mujer llamada Camilla Parker-Bowles”, quien hoy conocemos como segunda esposa del rey lleva el título de Reina Consorte.
Una de las primeras fotos de Camilla Parker-Bowles a las que la prensa tuvo acceso data de 1993, cuando se revelaron detalles de su papel en la vida del entonces príncipe Carlos, como amante. AP Photo.
Tanto las oficinas de la reina en el Palacio de Buckingham como el periodista negaron que la Princesa de Gales hubiera aportado información para el libro que agotó 100 mil copias en cuestión de horas, pero tras la muerte de Lady Di se reveló que sí lo hizo.
Aunque aún faltaban meses para la separación oficial y años para el divorcio, esto significó mucha inestabilidad para la reina porque surgieron muchas preguntas y divisiones acerca del futuro de Carlos, Diana y hasta William, como sucesores al trono.
Al inicio de su vida royal descrita como tímida y callada, la princesa Diana de los años 80 había dado paso a Lady Di en los 90, como se ve en su carácter más confiado y abierto, que le ganó buena fama entre el público británico e internacional. AP Photo.