El miso, un alimento tradicional de la gastronomía japonesa, está ganando popularidad entre los atletas occidentales debido a sus numerosos beneficios nutricionales. Elaborado principalmente a partir de semillas de soja, arroz u otros cereales, el miso es valorado por sus propiedades probióticas, beneficios digestivos y alto contenido en proteínas y minerales.
Existen diferentes tipos de miso según su proceso de fermentación. Entre los más conocidos están el miso blanco (shiro miso), con un sabor suave y fermentación corta de hasta un año; el miso rojo (aka miso), de sabor medio y fermentación de dos años; el miso negro, con sabor más intenso y fermentación de tres años; y el hatchomiso, elaborado exclusivamente con soja y el más rico en proteínas. Estas variaciones permiten que el miso sea adaptable a diversos gustos y necesidades nutricionales.
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El miso se presenta comúnmente en forma de pasta y se utiliza principalmente para preparar caldos y sopas. Es crucial utilizarlo sin pasteurizar y añadirlo justo antes de consumirlo para mantener sus propiedades probióticas, según detallan expertos de Healthline. Estos probióticos son beneficiosos para la salud intestinal, ayudando a mejorar la digestión gracias a su riqueza en enzimas que facilitan la asimilación de proteínas y grasas.
Además de sus beneficios digestivos, el miso es rico en antioxidantes, que previenen el envejecimiento celular, y en minerales esenciales como magnesio, calcio e hierro. Su efecto alcalinizante ayuda a neutralizar los ácidos en el estómago, lo cual es beneficioso para quienes sufren de acidez estomacal.
El miso es particularmente valioso para los atletas. Su alto contenido en sodio es útil para la rehidratación y reposición de electrolitos después de intensas sesiones de entrenamiento. La revista Runner's World destaca que el miso puede ayudar a los atletas a recuperar energías y mantener el equilibrio de electrolitos en el cuerpo, esencial para una recuperación rápida y efectiva.
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El miso es altamente nutritivo, proporcionando una excelente fuente de vitaminas, minerales y compuestos vegetales beneficiosos. Una porción típica de 28 gramos aporta vitaminas del complejo B, calcio, hierro, magnesio, selenio y fósforo. Además, es una fuente completa de proteínas, conteniendo todos los aminoácidos esenciales necesarios para la salud humana. Este perfil nutricional, combinado con la facilidad de absorción de nutrientes facilitada por la fermentación, hace del miso un componente dietético valioso.
Aunque el miso es generalmente seguro para la mayoría de las personas, su alto contenido de sal puede ser problemático para aquellos que necesitan controlar su ingesta de sodio debido a condiciones médicas como la hipertensión. Además, la mayoría de las variedades de miso están hechas de soja, que contiene compuestos goitrogénicos que pueden interferir con la función normal de la tiroides, especialmente en personas con problemas tiroideos preexistentes. No obstante, cuando los alimentos con goitrogénicos se cocinan y se consumen con moderación, suelen ser seguros para la mayoría de las personas.
El miso es un ingrediente versátil que se puede encontrar en la mayoría de los supermercados asiáticos y en algunos supermercados convencionales. Entre los usos más comunes del miso se encuentran las sopas, marinados y salsas. Es popular en la sopa de miso japonesa, donde se debe añadir al final de la cocción para preservar sus propiedades probióticas. También se puede utilizar para marinar carnes como atún, pescado blanco y pollo, y para crear vinagretas y mantequillas que aderecen ensaladas y vegetales al horno.