-Primera de tres partes-

Reza el dicho: “Para que la cuña apriete, necesita ser del mismo palo”, y tal parece aplicarse a la perfección con el vicealmirante en calidad de Retiro, Carlos Ignacio Velázquez Tiscareño, actual director general del -AICM-, cargo que asumió a partir del 7 de julio de 2022, resultado de la propuesta que le presentó el actual Secretario de Marina/Armada de México, almirante José Rafael Ojeda Durán, al presidente de la República, quizás, un merecido reconocimiento a su brillante trayectoria dentro del instituto armado.

Egresado de la Heroica Escuela Naval Militar como Guardiamarina y con especialidades como ingeniero mecánico naval e ingeniero geógrafo. Un destacado marino que no ha cesado en seguir una constante capacitación, de tal forma, realizó estudios en la Escuela de Aviación Naval, graduándose como Piloto Aviador de Ala fija. Posteriormente, dentro del Centro de Estudios Superiores Navales, lleva a cabo diversos posgrados entre los que destacan: Mando Naval y Maestrías en Administración Naval, Planificación y Seguridad Nacional. Asimismo, añade a su preparación profesional cursos sobre Operaciones Especiales de Comando en la Universidad Nacional de Defensa en Washington DC., y una Maestría en Recursos Nacionales Estratégicos.

Con poco más de 45 años de servicio a la nación y con una impresionante trayectoria, se ha desempeñado como Segundo Comandante y Comandante de Aeronaves en el Primer Escuadrón Aeronaval con sede en Isla Mujeres, Quintana Roo y en el Segundo Escuadrón Aeronaval en la Ciudad de México, así como en el Escuadrón Aéreo de Transportes Presidenciales, entre otros muchos más.

Con sobrada experiencia como piloto aviador, calificó como Comandante en diversos tipos de aeronaves en el extranjero, tales como Lear Jet 24D, dentro de la Compañía Fligth Safety, ubicada en Wichita, Kansas. En las aeronaves Sabreliner de la compañía aérea Fligth Safety de San Louis, Missouri. En los aviones HavillandBuffalo DHC-5D, en Toronto, Canadá, los Aviocar CASA 212 en Sevilla, España. Asi como los Cessna 150 y 152, los Push Pull 402 y 404. Los TITÁN Beechcraft Bonanza F33A, los Beechcraft Baron B55, los King Air A60, los Grumman Albatros HU-16D. los Fairchild F27/FH22 y los Lancar IVP, entre otros muchos más.

El vicealmirante Velázquez Tiscareño, un extraordinario marino que impresiona por su sensibilidad, educación, cultura, amabilidad, pero, sobre todo, su sencillez. En esta primera parte de la entrevista exclusiva que concede a subraya que el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México -AICM- a su cargo, es y seguirá siendo una terminal aérea civil y no una base militar, tal y como se ha estado especulando por el simple hecho que la dirección general esté a cargo de un integrante del instituto armado. Al cuestionarle ¿Qué siente ser el titular del aeropuerto más importante de México?, con absoluta transparencia en sus palabras, sostiene: “Es el aeropuerto que más operaciones tiene en toda América Latina, pero estaba a punto de hundirse, por utilizar un término marinero”.

A lo mero macho, resulta un agasajo platicar con el vicealmirante Velázquez Tiscareño, un extraordinario ser humano. Sin poner ningún tipo de cortapisas en las preguntas. Honesto y directo en sus respuestas, afirma que es la primera vez en su vida, tanto civil como militar, que revela interesantes anécdotas que le ha tocado vivir a lo largo de sus 73 años de edad. Sin poder evitar el conmoverse al hacer remembranza de cosas que vivió al lado de sus seres más queridos: sus padres y compañeros cadetes de la Heroica escuela Naval Militar.

Este reportero no daba crédito ver lágrimas en los ojos de tan distinguido marino cuando tocamos las fibras más sensibles.

Entrevistado en su amplia y confortable oficina, ubicada en el mezzanine, cercana a la puerta 7 del AICM. Me sorprende al recibirme con un fraternal abrazo. Porta un saco azul marino, un pantalón sastre gris, camisa color azul cielo y una corbata gris decorada con pequeños barquitos en color blanco, con lo que me queda muy en claro el amor que siente por su formación naval, así como los zapatos color negro perfectamente bien lustrados.

En la parte superior del marco de la puerta que da acceso a su oficina, sobresale una pequeña hélice de un pequeño avión. En las paredes recubiertas de madera, cuelgan diversas insignias navales. En la pared que se ubica frente a su escritorio destaca una hermosa y gigantesca fotografía del Velero Buque/Escuela “Cuauhtémoc”, custodiado por cuatro aviones de la flota aeronaval.

-Señor vicealmirante, le agradezco mucho que me reciba en esta entrevista, mi primera pregunta es: ¿cómo le va en la vida?

-No puedo estar más agradecido con la vida por haber tenido el privilegio de nacer aquí en la Ciudad de México… ¡la capital del país!! Provengo de una familia muy grande, es decir, fuimos muchos hermanos…

-¿Ahí no se pudo aplicar aquello que la familia pequeña vive mejor…?

-No, sino que fuimos 12 hijos, por cierto, todos nacimos aquí en la Ciudad de México…

-Perdone que le interrumpa, pero en mi familia fuimos 16 hijos…

-¡Ah cabrón!!, ja, ja, ja, esas ya son palabras mayores.

-¿Todos viven?

-¡Afortunadamente!!! Mis padres fueron muy longevos: 96 años mi papá y 93 años mi mamá (QEPD), lo que considero que fue un gran milagro haber contado con ellos hasta esa edad y poder compartirles mis casi 45 años de servicio activo dentro de la Armada de México…

-¿A lo mero macho, sorpresas que da la vida?

-Después de haber permanecido durante algún tiempo en calidad de retiro, fui convocado para esta delicada y honrosa responsabilidad…

-¿En algún momento esperaba esta importante designación?

-No, no la esperaba.

-¿Cómo se dio su llegada a la Dirección General del AICM?

-Conservo una cercanía muy estrecha con el Almirante José Rafael Ojeda Durán, secretario de Marina, pertenecemos a la misma generación de la Heroica Escuela Naval Militar, -ahorita le enseño una fotografía que guardo cuando éramos Cadetes-…

-¿Usted también anheló llegar a ser Secretario de Marina?

-No, y le digo que no, porque algunos nos fuimos al Cuerpo de Infantería de Marina y otros, la mayoría, optaron por incorporarse al Cuerpo General de Mando en las unidades de superficie, esto es, en los barcos, mientras que yo me incliné por la aviación naval…

-Pero nunca perdieron el contacto…

-¡No, para nada!! Seguimos cultivando esa sólida y fraternal amistad, quien le propone al señor presidente para yo ocupara esta honrosa responsabilidad, esto sucede cuando el jefe del Ejecutivo  Federal decide que la Secretaría de Marina se hiciera cargo de este aeropuerto, tanto en seguridad, aduanas y migración… Así como al frente de la Administración.

-¿Para que la acuña apriete, necesitaba ser del mismo palo? ¿Se requería la presencia de un destacado integrante de la Marina/Armada de México especializado en aviación para este cargo…?

-No obstante que, aquí, -en el AICM-, había un administrador muy respetable, como lo fue el ingeniero Morán, a quien conocí muy poco y que me dejo una muy buena impresión, el AICM ya contaba con 1,500 marinos al pendiente de la seguridad, aduana y migración, era lógico que le resultaba difícil la relación…

-…¿Por qué…?

-…Primero, por la brecha generacional, además, por la diferencia de formación castrense. Por supuesto que le resultaba muy difícil embonar todo el engranaje de un aeropuerto tan complicado como es el de la Ciudad de México.

-¿Un aeropuerto fuera de serie?

-Es el aeropuerto que tiene más operaciones en toda América Latina y el más grande e importante del país.

-A lo mero macho, ¿Qué siente ser director general del Aeropuerto de la Ciudad de México?

-Se queda pensativo, con la mano derecha acomoda la armazón de sus lentes, suspira profundamente y con cierta emoción me contesta: “Pues al principio fue un enorme reto …. Fue algo que… Lo que quiero decirle, es que cuando llegamos fue dentro de un caos y de una tormenta, es decir, todo estaba en contra del mismo aeropuerto…

-¿Por dentro pensó que le había tocado bailar con la más fea…?

-Así es, todo mundo me decía que me había sacado la rifa del tigre, pero para situaciones de emergencia y soluciones extraordinarias, esas mismas fueron las que tomaron el secretario de Marina y el señor presidente…

-¿Un aeropuerto que se estaba haciendo agua?

-En efecto, un aeropuerto que se estaba haciendo agua, por emplear un término marítimo, estaba próximo a hundirse y no podíamos dejarlo que siguiera así.

-¿A lo mero macho, estaba a  punto de sucumbir?

-Tenía enormes problemas en todas las áreas. Cinco meses después que habían arribado un mil quinientos infantes de marina para hacerse cargo de la seguridad y protección, de esta manera, deciden incorporar a un vicealmirante en condición de retiro, no obstante que es un aeropuerto civil, es por eso que no podía ser un vicealmirante en activo, porque no es una dependencia naval militar. El AICM es y seguirá siendo una terminal aérea civil y no una base militar como se ha especulado por el simple hecho que al frente de la dirección esté un marino.

-¿Titubeó para aceptar la honrosa invitación?

-¡Para que le digo que no, si, sí!! De un día para otro, el presidente le da indicaciones al Almirante Secretario de Marina que debería nombrar a un administrador del aeropuerto de la Ciudad de México.

-¿Qué le dijo usted a  su amigo el señor secretario?

-El secretario de Marina y yo nos conocemos muy bien, cultivamos una estrecha relación en lo personal, además, somos muy cercanos desde que éramos Cadetes de la Heroica Escuela Naval Militar.

-¿Cómo fue esa propuesta, de manera personal o vía telefónica?

-Me honra el almirante secretario de Marina para participar con él, en la encomienda que le dio el señor presidente

¿…Son muy cuates?

-Le repito, desde que éramos Cadetes, éramos, somos y seguiremos siendo muy cuates. Estando en mi casa, allá en Veracruz, me sorprendió recibir su llamada un día, como a las tres de la tarde…

-¿Por qué Veracruz?

-Porque así lo decidió mi familia, no obstante que soy nativo de la Ciudad de México.

-¿Cuántos hijos tiene?

-Dos hijos, así como una nieta hermosa nieta de tres años de edad. Como le decía, mi familia decidió quedarse en Veracruz porque estaban acostumbrados a la forma de vida de los marinos, siempre están a expensas de tantos cambios y llevando a los hijos por todo el país. Llega un momento en que resulta mucho muy complicado moverlos, sobre todo, cuando son estudiantes de secundaria, de preparatoria y universidad, eso significa perjudicarlos mucho.

-¿Por qué se le hizo raro su llamada?

-Porque solamente nos mandábamos mensajes por Whatssap, como es la moda, de repente, recibo su llamada y me pide que si podía viajar a la Ciudad de México…

-¿No le dijo de qué se trataba?

-No, no me dijo absolutamente nada, solamente y de manera reiterada, me repetía que quería platicar conmigo. Pero estando frente a él, me formuló si aceptaba su propuesta, venir a dirigir el aeropuerto internacional de la Ciudad de México.

-¿Desde niño siempre quiso ser marino?

-Como le contaba, provengo de una familia muy grande. Mi papá, durante toda su vida fue un empleado federal

-¿En dónde vivían?

-A tres cuadras de la Basílica de Guadalupe…

-¿Guadalupano de corazón?

-Hasta la fecha…

-¿Un hombre bendecido por el cielo?

-Sorprendido por la pregunta, balbucea… ¡Mmmm…!! ¿Qué si soy un hombre bendecido por el cielo? No, no para nada, no lo creo. No mi estimado Edmundo, no creo llegar a tanto… Ja, ja, ja, pero vaya, eso sí, nací mucho muy cerca de la Basílica de Guadalupe, precisamente, donde ahora se encuentra la Alcaldía Gustavo A. Madero, ahí estaba la casa en donde nací. Ahí vivían mis abuelos maternos. Tiempo después, a los tres años que había nacido, mi papá construye una casa en la colonia Centinela, mucho muy al sur de la ciudad y muy cerca del Metro Taxqueña…

-Perdóneme, cuando usted nació, aún no existía el Metro…

-Lo dije como una mera referencia. En efecto, en esos tiempos, 1953, no existía absolutamente nada. Creo que éramos la tercera familia que llegó a establecerse ahí. No había casas alrededor sino que eran puros alfafares, ejidos y ladrilleras. ¡No había nada!!

-¿Era otro México?

-Absolutamente, era otro México, pacífico y mucho muy seguro

-¿Qué número le tocó ocupar en la familia?

-El tercero y el tercero de los hijos varones…

- ¿A la tercera era la vencida?

-Seguramente, eso es lo que decía mi papá. En fin, en aquel entonces se vivía con mucha libertad.

-¿A qué jugaba en esa etapa de niño?

-Me gustaba mucho el futbol, cerca de la casa hicieron una cancha de futbol muy grande y muy bonita, que después y durante el sexenio del presidente Gustavo Diaz Ordaz, construyeron en ese terreno una escuela primaria. Pero cuando estuvo la cancha, había diferentes equipos de futbol y categorías. Por cierto, se hacían por temporadas de futbol, luego de beisbol y hasta del futbol americano, estaban muy marcados los tiempos en aquel entonces.

-¿Qué posición ocupaba en su equipo de futbol?

-De portero…

-¿Era bueno?

-No lo sé, pero le echaba muchas ganas.

-¿Qué sentía cuando le metían un gol?

-Pues creo que a nadie le gusta que le metan goles…¿verdad? ja, ja, ja.

-¿Aparte del futbol, a qué otra cosa jugaba?

-Al balero, el yoyo y las canicas. Era otro México. Recuerdo que mi mamá no se preocupaba por nosotros, éramos tantos sus hijos que llegábamos de la escuela. Me contaban que, para llevarme al kínder, en la escuela Estatuto Jurídico, de la colonia Ciudad Jardín, solamente cruzábamos Calzada de Tlalpan, pero después, ya cuando habíamos entrado a la primaria, eran tan seguro que ya no nos llevaba mi mamá ni tampoco iba por nosotros a la escuela, íbamos y regresábamos solitos, caminando tranquilamente. También sucedió lo mismo durante la secundaria

-¿Qué recuerdos guarda de su paso por la primaria?

-Que mi escuela estaba en la colonia Educación, pegadito a la Campestre Churubusco.

-¿Cómo le decían en la escuela sus compañeros: Carlitos o nachito?

-Simplemente Carlos.

-¿Era un niño aplicado, del montón o medio “burrito”?

-Era estándar, aunque mi mamá decía que era el más alegre de los hermanos.

-¿Qué es lo que más le gustaba de la escuela….?

-¡El recreo!! Caray, era un ambiente muy sano, ni tampoco éramos tantos alumnos en los salones, máximo veinte niños y niñas, además, siempre fui a escuelas del gobierno.

-¿Recuerda cómo se llamaba su escuela?

-¡Claro que sí!! Estudié la primaria en la escuela Francisco César Morales a tan solo cinco cuadras de mi casa. Los niños que vivíamos ahí, todos nos conocíamos.

-¿Hasta cuándo vivió ahí?

-Hasta los 17 años para irme a la escuela naval.

-¿Cuál fue el año más difícil en la primaria?

-¡Uff!!, me pone a sacar tantas cosas de mi memoria que le agradezco sinceramente. Si no mal recuerdo, creo que fue el cuarto año, no sé por qué, pero fue un año muy difícil para mí.

-¿A lo mero macho, no se acuerda porqué fue tan difícil para usted?

-Quizás, porque tenía un maestro que se llamaba Juan Chino Villegas, quien era un magnífico deportista y era demasiado estricto. Ahí tuve por compañeros a los hijos de Manuel “El Loco” Valdés, además, vivían a tan solo tres cuadras de nosotros, “Junior”, Jorge y “El Gordo”. En mi salón, estaba Jorge. La secundaria ya era un poco más grande que la primaria, inclusive, ahora que paso por ahí, porque estoy viviendo ahorita en la casa de mi hermana, aquí en la Ciudad de México.

-¿Qué siente ver a su escuela?

-La veo mucho muy chiquita, pero cuando estuve era enorme para mí.

-¿Ese México que se nos fue?

-Fue ese México que nos tocó vivir a nosotros, mucho muy seguro.

-¿Era un niño tímido o hiperactivo?

-¡Uff!!,. no lo sé, lo que, si tengo presente, era que mi mamá fue mucho muy exigente, ahora la entiendo porque éramos demasiados sus hijos

-¿Llegó a sentir el “chanclazo?…

-¡Por supuesto que sí!!.

-¿Qué travesuras ameritaban castigo?

-No recuerdo exactamente alguna en especial. Ahora que me lo pregunta, déjeme contarle algo que se me quedó muy grabado. Mis papás tenían un ejército de niños y andábamos haciendo travesuras, era la temporada de invierno en donde todas las casas las empezaban adornar de foquitos y salíamos a la calle con nuestro rifle de municiones para tirarle a los foquitos de navidad, pero fíjese usted que antes no eran tan pequeñitos como ahora, sino eran muy grandes y llamaban la atención. No hace mucho, platicaba con alguno de mis hermanos cuando nos salíamos a romper esos foquitos y salió el dueño de la casa y ahí mismo nos puso nuestros “Kates”

-¿En serio?

-Sí, estaba mucho muy enojado y con mucha razón.

-¿Y en su casa se enteraron?

-Estando en casa, ya por la noche, cuando mis papás nos vieron que regresábamos un tanto raros, nos preguntaron ¿Qué había sucedido? Les dijimos la verdad lo que había pasado y que el vecino nos había golpeado porque le rompimos algunos focos con el rifle de municiones.

-¿Cuál fue la reacción de su papá?

-Fuimos a la casa del vecino, mi papá tocó la puerta y que sale el señor. Mi papá le dice: “Mis hijos me acaban de contar lo sucedido, que habían hecho unas travesuras y le habían roto sus focos”, el señor aún estaba furioso y solamente escuchaba a mi papá. Todavía, mi papá le dice que no toleraba a sus hijos este trípode travesuras, se quita el cinturón y que nos da un par de cinturonazos a cada uno de nosotros… ¡delante de él!! Cuando termina de pegarnos, se pone su cinturón, se le pone enfrente al señor y le exclama: “También le quiero decir que nadie, pero nadie, le pone una mano encima a mis hijos, para eso tienen un papá para que los reprenda” y que le pone una golpiza marca diablo. El señor sangraba por la nariz y todavía mi papá le repite: “Le vuelvo a decir, nadie le pone una mano encima a mis hijos… ¿entendió?” Y nos fuimos para la casa.

-Intempestivamente, el vicealmirante Velázquez Tiscareño, no puede aguantar y se conmueve con lágrimas con lágrimas en los ojos y la voz totalmente quebrada, me ofrece disculpas “Perdóneme, me ha hecho recordar cosas que jamás le había contado a nadie, quizás, también sea la edad ”

-Considero pertinente dejarlo tranquilo unos cuantos minutos, bebe un poco de agua. Suspira profundamente, pero no deja de observarme ni un segundo. Cuando lo veo un poco repuesto, le pregunto:  ¿Los marinos saben llorar?

-¡Por supuesto!! Somos de carne y hueso. Somos seres humanos y parte del pueblo del que salimos para incorporarnos al instituto armado, pero no dejamos de ser personas con sentimientos, también reímos y hasta lloramos. Vaya don Edmundo, hizo que afloraran esos recuerdos guardados en el corazón. No sabe cómo se lo agradezco, le repito, cosas que jamás había contado.

-El agradecido soy yo, estoy sorprendido ver llorar a un distinguido marino de tan alto rango, que llora y se emociona al compartirme recuerdos tan bellos de su infancia en esta entrevista, eso habla de su enorme calidad humana. Aparte de las reprimendas de su papá, tanto los Reyes Magos como Santa Claus, ¿fueron generosos o de plano, unos “manchaditos”?

-Antes de responderle, permítame expresarle mi reconocimiento por esa habilidad que tiene para llevar al entrevistado de la mano, hacerlo sentirse totalmente cómodo. Volviendo a su pregunta, éramos una familia muy grande, lógicamente, existían grandes limitaciones económicas y que no percibía en aquel entonces. Los niños de antes no éramos tan exigentes. Recuerdo que sí nos daban regalos, pero nunca dejaron pasar desapercibidas esas fechas.

-¿Cuál fue el regalo o juguete que más le impactó?

-Era según la edad. Al ser una familia tan numerosa, normalmente se heredaban los juguetes de los hermanos mayores a los hermanos menores.

-¿Esa clásica “escalerita” familiar?

-Si, sobre todo con las bicicletas. Déjeme contarle que mi papá hacia grandes maravillas que uno ni cuenta se daba que la bicicleta que nos traían Los reyes Magos era la misma que había sido de mi hermano mayor, pero muy bien pintadita de otro color y con nuevos accesorios.

-¿Lo mismo sucedía con la ropa?

-¡Exacto!!, usted mismo debe haber vivido lo mismo, ya me comentó que en su familia fueron 16 hijos. No dudo nada que para nuestros papás, seguramente, era tan difícil complacer una familia tan grande, en el caso de mi papá, un empleado federal con tantos hijos y siempre tenia unos nuevos, pero nunca, dejaron de apapacharnos.

-¿Para comer, se racionaban las tortillas y bolillos?

-No, no era a tal grado. Además, mi papá tuvo que conseguir dos empleos para poder hacer frente a esa enorme responsabilidad de contar con una familia tan numerosa, tenía que trabajar también los sábados.

-¿Antes, los niños salían más baratos por docena?

-Ja, ja, ja. Me pone de muy buen humor. En esos tiempos, con mi papá solamente convivíamos los domingos.

-¿En que dependencia trabajaba su papá como empleado federal?

-En la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, por cierto, llegó a ser líder sindical en la extinta SCOP, mi querido padre don Galo Bolívar Velázquez Moreno, quien era originario de Frontera, Tabasco. Un día me contaba que había nacido ahí por mero accidente porque tenía su padre, un trabajo temporal como encargado de la Aduana en Frontera, Tabasco. Ahí mismo nacieron varios de sus hermanos, luego, se regresó a Juchinango, Puebla, en donde estaban sus raíces familiares.

-¿Entonces usted tiene algo de poblano?

-Fíjese que dentro de mis antepasados, hay un héroe poblano, el general de Brigada Ignacio Velázquez Silva, uno de los héroes en la defensa del Castillo de Chapultepec durante la invasión norteamericana en 1847 y en la Batalla del 5 de mayo en Puebla contra los franceses. Es por eso que me pusieron Ignacio, en honor a él, quien fue muy amigo y colaborador cercano de don Porfirio Díaz. Sus restos reposan en la zona dedicada a los Defensores de la Patria del Panteón Dolores de la Ciudad de México.

-¿Qué programas de radio escuchaba en esa etapa infantil y como disfrutaba sus tardes?

-Cuando llegábamos de la escuela, inmediatamente, era hacer la tarea y terminándola, nos íbamos de vagos y como mi colonia apenas se estaba poblando, mi mamá no se preocupaba por nosotros. Recuerdo que el Canal de Miramontes estaba abierto, es decir, todavía no había sido entubado como ahora, teníamos que regresar a casa antes que se metiera el sol.

-¿Pasaba lista para que regresaran?

-Como éramos tantos, se asomaba a una de las ventanas y empezaba a decir el nombre de cada uno, eso era de lunes a viernes. Éramos nueve varones y fueron tres mujeres. Por cierto, en tiempo de vacaciones nos mandaban a la casa de los abuelos, allá por la Villa de Guadalupe.

-¿…Pero qué programas de radio escuchaba…?

-Tuve la oportunidad de escuchar mucho radio, porque durante mucho, pero muuucho tiempo permanecimos sin televisión en casa, solamente unos vecinos de al lado, a quienes considerábamos “los riquillos” de la colonia, nos daban permiso de ir a ver la tele…

-¿…Y la radio?

-Me acuerdo mucho de la XEDF, así como Radio Felicidad, con la fabulosa época del Rock and Roll, que siempre fue lo que me gustaba escuchar.

-¿En español o en inglés?

-El Rock and Roll es universal. Luego, logró atraparme Radio Éxitos. Me volví un verdadero fanático del Rock and Roll de los años sesenta. Curiosamente, de todos los hermanos, yo era el único que le gustaba la música.

-¿No me diga que quería ser musico?

-Pues no precisamente, pero cantaba en un grupo de rock

-¿Y cómo fue su paso por la secundaria?

-Solo le puedo narrar que teníamos a una directora en la escuela secundaria federal número 35, Vicente Guerrero, que estaba ubicada en el mero centro de Coyoacán, en donde ahora existe un centro de artesanías, era un edificio muy viejo, curiosamente, la directora vivía en mi colonia y su hijo era mi compañero a quien le decíamos “Micky”. Mi hermano Antonio y yo fuimos a esa escuela.

-Ya no me dijo que programas de televisión veía con sus vecinos…

-Recuerdo mucho “El Club Quintito”, así como “El Tío Herminio” Uff, le estoy hablando de hace muchísimos años. También me gustaban mucho aquellas inolvidables series: “Combate”, “Rin-TínTín”, “El Hombre del Rifle”, y un poco después “Bonanza” y “El Gran Chaparral”, todos esos programas eran en blanco y negro. con mi papá veía muchas películas de guerra y vaqueros que eran sus favoritas, así como las funciones de box.

-¿Hasta cuándo llegó la anhelada tele a su casa?

-Todo sucedió porque un día me enojé y hasta me peleé con mi vecino por una mala broma que me había hecho, resulta que mis hermanos estaban adentro de su casa viendo la tele…

-…¿Y usted?

-Me tuve que quedar afuera viéndola desde la ventana y que se suelta un aguacero, de inmediato, mi mamá fue a buscarnos, vaya sorpresa que se llevó verme parado afuera de la casa del vecino y todo mojado. Creo que esa fue la razón por la que mi papá, no sé cómo le hizo, pero al siguiente día, nos llevó una de aquellas enormes televisiones de bulbos en blanco y negro.

-No hay mal que por bien no venga….

-¡Exacto!! Estando ya en la secundaria pude hacerme de más amigos. Fue una grata experiencia tener varios maestros, uno por cada materia. En talleres, me tocó llevar carpintería y encuadernación.

-¡Ah! ¿qué tiempos?

-En efecto, en la secundaria teníamos que usar un uniforme tipo militar de color “caqui”, con una cuartelera, curiosamente, la corbata cambiaba de color según el grado que uno cursaba. El color caqui era para los de primer año. La de color azul, era para los de segundo grado, mientras que para los de tercer año era color guinda, así era como diferenciaban a los alumnos.

-Antes había mayor respeto en las escuelas, para los maestros y entre los mismos alumnos ¿Se han perdido los valores?

-No sé si se hayan perdido, creo que lo que sucede, es que han cambiado junto con los cambios generacionales. No podemos ser exactamente iguales a como lo fueron nuestros papás. Como ellos tampoco lo fueron con sus respectivos papás. A nuestros padres les tocó una época bastante difícil por la revolución. Mi padre nació en 1910 y quedó huérfano a los dos años de edad. Ellos fueron quienes forjaron ese México y comenzaron desde muy niños a trabajar. Inexplicablemente, la educación era elemental solamente hasta el cuarto año de primaria para ponerse a trabajar por aquel México tan disminuido y con tantísimas muertes.

-Continuará-


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