Este 12 de mayo se conmemora el Día de la Enfermera, como un homenaje al natalicio de Florence Nightingale, enfermera formada en Inglaterra a la que se le atribuye la creación de la Enfermería Profesional.
Esta conmemoración tiene el objetivo de reconocer a todos los enfermeros y enfermeras, que a nivel mundial realizan esta labor para toda la humanidad.
Florence Nightingale fue mucho más que una dama con una lámpara. La leyenda de la santa enfermera a veces oculta la verdad: que su genio matemático fue lo que realmente salvó tantas vidas.
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Nació en la ciudad italiana de Florencia, y de ahí su nombre, pero creció en pintorescas casas de campo inglesas con su hermana mayor Parthenope.
La criaron al estilo de la clase media alta de la época, que incluía una extensiva educación impartida en casa por su padre, quien les enseñó a sus hijas los clásicos, filosofía y lenguas modernas. Florence se destacaba en matemáticas y ciencia.
Su afición por registrar y organizar información se notó desde una edad temprana, cuando documentó su enorme colección de conchas del mar con listas y tablas diseñadas con mucha precisión.
Los Nightingales llevaron sus hijas a una gira por Europa, una costumbre de la época cuya función era educar y refinar a las mujeres del siglo XIX.
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Pero en el caso de Florence, el viaje sirvió más bien para que se siguiera desarrollando su poco convencional personalidad, como demuestran sus escritos en su diario de viaje. Registraba detalles sobre las estadísticas de población, hospitales y otras instituciones de caridad.
A pesar de que su madre se oponía, recibió después más clases de matemáticas. Pero su principal rebelión estaba por venir.
En 1837 se convenció de que Dios la había "llamado" a su servicio… Y cuando reveló lo que pensaba que era ese servicio, sus padres se horrorizaron.
Para 1844 ya había decidido que su vocación era la enfermería y les propuso a sus padres que se entrenaría en Salisbury. Ellos se negaron. Desde su punto de vista, la enfermería era un trabajo bajo e inmodesto que debían hacer los pobres o los sirvientes, por lo que era una ocupación completamente inadecuada para una mujer del estatus social de su hija.
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Florence perseveró. En 1849, tras un largo período de cortejo, hasta rechazó una propuesta de matrimonio, convencida de que su destino no era casarse.
Nada desviaba a Florence de su misión: quería ser enfermera, de manera que desafiando a sus padres, continuaba visitando hospitales en París, Roma y Londres.
En 1850 su padre finalmente se dio por vencido y le permitió entrenarse como enfermera en Alemania. A su hermana le quedó tan difícil aceptar que Florence era tan independiente que sufrió una crisis nerviosa en 1852. Eso la forzó a volver a cuidarla. Pero en agosto de 1853 finalmente logró lo que quería: fue nombrada superintendente en un hospital de mujeres en Harley Street, Londres.
Después de casi una década, colmó su ambición de convertirse en enfermera.
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Antes de que muriera, a los 90 años, Florence fue la primera mujer en recibir la Orden de Mérito de Reino Unido, una recompensa por servicios extraordinarios en el ámbito del ejército, la ciencia, el arte o la literatura.
La niña terca con una bien documentada colección de conchas había logrado más de lo imaginado en un campo que había sido considerado inapropiado para las mujeres de su clase.
A pesar de haber sido a menudo una voz femenina solitaria en la sociedad victoriana, gracias a su talento para la comunicación y sus dotes matemáticas ayudó a revolucionar los cuidados sanitarios castrenses y civiles y salvó a miles de una muerte macabra.
Con información de BBC.
aosr