La era victoriana, que abarcó el reinado de la Reina Victoria desde 1837 hasta 1901, es recordada por sus fastuosas tradiciones, particularmente durante las festividades.
Uno de los aspectos más destacados de las celebraciones victorianas era la comida, marcada por una gran diversidad y abundancia, especialmente en los hogares de las clases más adineradas. La ciencia y los estudios históricos han arrojado luz sobre lo que se comía en la época, revelando detalles sobre los ingredientes, las técnicas de cocción y los platos más comunes en las mesas victorianas.
Las personas del siglo XIX eran más saludables y tenían mejor sistema inmunológico de lo que tenemos en la actualidad. Esquivaban el azúcar y el tabaco, había un montón de actividad física y el consumo de bebidas alcohólicas era muy moderado. Su salud derivaba del consumo de frutas nutritivas, verduras y pan integral con levadura, que potencia el sistema inmunológico.
Dicho análisis fue realizado en la Universidad de Plymouth por Dr. Judith Rowbotham en coautoría con el Dr. Paul Clayton, del Instituto de la alimentación, cerebro y comportamiento. Los mencionados científicos atribuyen la buena salud de la gente de la época victoriana con una
Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más. como berros (muy económicos y accesible en la época victoriana), cebollas, repollo, remolacha, manzanas y pescado como arenque, caballa y huevas de bacalao principalmente.
En las cenas victorianas, las carnes eran el plato principal, reflejando el estatus y la riqueza de la familia. La carne de vaca ocupaba un lugar destacado, servida de varias formas: asada, estofada, rellena o en empanadas. Estos métodos de preparación no solo realzaban el sabor de la carne, sino que también la hacían más accesible en hogares que no contaban con refrigeración moderna.
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El pavo, que hoy en día es el plato navideño más icónico, también fue protagonista durante las celebraciones victorianas, aunque durante el siglo XVIII, las aves más populares eran el ganso y el pato. En esta época, el pavo comenzó a ganar terreno, pero el ganso asado siguió siendo una opción muy apreciada por las familias victorianas. Tanto el pavo como el ganso eran acompañados de salchichas y panceta, realzando el festín de sabores en las mesas navideñas.
No solo las carnes ocupaban un lugar privilegiado, sino que los acompañamientos también jugaban un rol esencial. Un carrito auxiliar cargado de opciones permitía a los comensales disfrutar de una variedad de guarniciones, como papas asadas, puré de papas, coles de Bruselas, rábanos, ensaladas y repollo.
Una salsa muy apreciada por los victorianos era la gravy, elaborada a partir de los jugos de cocción de la carne y las verduras. Esta salsa espesa era un clásico en la gastronomía de la época y complementaba perfectamente los platos de carne, añadiendo un toque sabroso y sustancioso.
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El auge del festín victoriano y sus implicaciones culturales
Los estudios sobre la alimentación en la era victoriana revelan que la comida reflejaba tanto la estructura social como las celebraciones familiares. Mientras las clases altas disfrutaban de cenas navideñas abundantes, los hogares modestos se esmeraban en preparar platos como pollo o ganso asado. La dieta, rica en carnes, grasas y carbohidratos, estaba diseñada para aportar energía en una sociedad dependiente del trabajo físico. A través de técnicas como el salado y la cocción prolongada, los victorianos preservaban alimentos, dejando un legado culinario basado en la abundancia y el ingenio.
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