La etapa escolar no solo marca el inicio de la adquisición de conocimientos, sino también la detección temprana de trastornos como la dislexia, que puede afectar significativamente la experiencia educativa y social de un niño. Este trastorno del aprendizaje que afecta la lectura debido a dificultades para identificar sonidos del habla y relacionarlos con letras y palabras, no tiene cura, pero la intervención temprana y el apoyo adecuado son clave para el éxito.
Según Mayo Clinic, la dislexia no se debe a problemas intelectuales, visuales o auditivos. Más bien, es resultado de diferencias individuales en las áreas del cerebro que procesan el lenguaje. Tiende a ser hereditaria y vinculada a ciertos genes que afectan el procesamiento del lenguaje.
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Antes de la escuela, los signos de dislexia pueden incluir dificultades para hablar, aprender palabras lentamente y problemas con rimas. En la edad escolar, se manifiestan con lectura por debajo del nivel esperado, dificultades de comprensión y evitación de actividades de lectura. En adolescentes y adultos, se evidencian en lectura y escritura lentas, problemas de ortografía y rechazo a la lectura.
Si los problemas de lectura de un niño están por debajo de lo esperado para su edad o se observan otros signos de dislexia, se recomienda hablar con un médico. Aunque no se puede corregir la anomalía cerebral subyacente, sin diagnóstico y tratamiento, las dificultades para leer en la infancia pueden persistir en la edad adulta.
Las técnicas educativas específicas pueden mejorar las habilidades de lectura. Las sesiones de tutoría, un plan educativo individualizado (IEP) y el tratamiento temprano son fundamentales.
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El abordaje temprano y un enfoque holístico en el entorno educativo y social pueden empoderar a quienes enfrentan la dislexia, permitiéndoles alcanzar su máximo potencial.
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