Los murciélagos han sido protagonistas de mitos y leyendas durante siglos, a menudo asociados con el miedo y el misterio. Su vuelo nocturno, su aspecto peculiar y su relación con historias de vampiros han alimentado temores en muchas culturas. Sin embargo, detrás de estas percepciones erróneas se esconden criaturas fascinantes, cuya longevidad es un testimonio de su adaptabilidad y fortaleza evolutiva.
A pesar de su tamaño pequeño, los murciélagos destacan por su capacidad para vivir mucho más tiempo que otros mamíferos similares. En estado salvaje, su esperanza de vida oscila entre 10 y 30 años, pero algunas especies, pueden llegar a vivir hasta 40 años.
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Esta longevidad es sorprendente si se considera que animales pequeños como ratones suelen vivir solo un par de años. María Luz Thomann, Bióloga y ornitóloga, cree que su capacidad para volar y evitar depredadores, junto con su eficiente metabolismo y resistencia a enfermedades, contribuyen a su larga vida.
En cautiverio, donde están protegidos de depredadores y enfermedades, algunos murciélagos han alcanzado los 50 años, demostrando su capacidad de adaptación incluso en entornos controlados. Sin embargo, no todas las especies se adaptan igual de bien a la vida en cautiverio.
Los murciélagos frugívoros, como el zorro volador negro (Pteropus alecto), suelen prosperar en estas condiciones, mientras que especies más activas o insectívoras, como el murciélago marrón (Myotis lucifugus), pueden experimentar estrés si no se les proporcionan espacios amplios para volar.
Durante la hibernación, los murciélagos pueden sobrevivir entre 4 y 6 meses sin comer, utilizando las reservas de grasa acumuladas previamente. Fuera de este estado, la mayoría solo puede resistir entre 2 y 6 días sin alimento antes de debilitarse, debido a su alta demanda energética para volar y mantener su temperatura corporal. Cada especie de murciélago tiene características únicas que determinan su longevidad:
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Entender su papel y aprender a convivir con ellos es fundamental, especialmente en un contexto donde muchas especies de murciélagos están amenazadas por la pérdida de hábitat y enfermedades como el síndrome de la nariz blanca. Al dejar de lado el miedo, podemos apreciar a estos mamíferos únicos no solo como símbolos de la noche, sino como guardianes silenciosos de la naturaleza.