En un mundo cada vez más agitado y marcado por el individualismo, las personas que irradian buena energía se han convertido en un verdadero tesoro. Según Robert Waldinger, experto en felicidad de la Universidad de Harvard, estas personas tienen la habilidad de impactar positivamente en quienes los rodean y todos podemos desarrollar esa cualidad. ¿Cómo? A través de la generosidad y la curiosidad genuina, dos claves que transforman nuestras relaciones y mejoran nuestra vida.
La clave del bienestar propio y ajeno
Robert Waldinger explica que las personas que transmiten buena energía suelen ser generosas. Un aspecto que no solo mejora la vida de los demás, sino que también activa reacciones químicas en el cerebro de las personas que los hace sentir bien. Mientras que a nivel biológico, Daniel Lumera y la profesora de Harvard Immaculata De Vivo, autores de Biología de la gentileza, confirman que la amabilidad tiene un impacto directo sobre nuestros genes, activando procesos que reducen el estrés y mejoran la salud.
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Además de la generosidad, Robert Waldinger destaca la importancia de la curiosidad genuina para ser una persona que transmite buena energía. En lugar de centrarnos solo en nosotros mismos, la curiosidad nos invita a explorar las experiencias, emociones y pensamientos de los demás. Esta capacidad de estar realmente interesados en lo que el otro está viviendo, no solo fortalece nuestras relaciones, sino que también nos permite entender mejor a los demás, creando conexiones más profundas y significativas.
La buena energía es contagiosa y las personas que la transmiten suelen rodearse de relaciones más saludables y felices. Esto se debe a que, como señala Robert Waldinger, "nuestros sentimientos más potentes emergen de nuestras conexiones con los demás". La generosidad y la curiosidad generan una atmósfera de confianza y apoyo, donde todos los involucrados se benefician emocionalmente.
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Convertirse en una persona que irradia buena energía no es un don reservado para unos pocos. Cualquiera puede aprender a ser más generoso y curioso en sus relaciones, lo que no solo mejora la vida de los demás, sino también la nuestra. Como dice Robert Waldinger: "Ninguno de nosotros puede controlar la manera en que otras personas se comprometen con nosotros, pero sí podemos controlar cómo nos comprometemos nosotros".
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