La piel regula la temperatura corporal y protege al organismo de factores externos como bacterias, sustancias químicas y temperatura, explica un informe de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos. En ella, además, pueden visibilizarse síntomas de diferentes afecciones de la salud humana por lo que es algo que incrementa su importancia.
El Instituto Mayo Clinic afirma que un buen cuidado de la piel y elegir un estilo de vida saludable pueden ayudar a retrasar el envejecimiento natural y prevenir diversos problemas de la piel. El control del estrés, una dieta saludable, la limpieza diaria, no fumar, hidratarse adecuadamente y protegerse del sol, son algunos de los hábitos que se aconsejan.
En torno a la piel, existen muchas afectaciones, dolencias o enfermedades que pueden alterarla y es por eso que en esta oportunidad te contaremos sobre el síndrome del hombre árbol. Su nombre científico es Epidermodisplasia Verruciforme y es una rara infección determinada por la mutación de los genes EVER1/TMC6 y EVER2/TMC8, defectos en la regulación del zinc en las células más superficiales de la piel y el virus del papiloma humano, en especial HPV-5 y 8, de acuerdo a un informe difundido por la revista GLOBAL de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Desde la Academia Española de Dermatología y Venereología añaden que este síndrome afecta a hombres y mujeres por igual, puede presentarse a edades tempranas y no tiene un predominio étnico ni geográfico. A lo largo de la historia han sido documentados solo 200 casos de síndrome del hombre árbol por lo que se la considera como una “enfermedad rara, poco frecuente, y de naturaleza hereditaria en la gran mayoría de los casos”, según el dermatólogo Jaime Vilar.
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Esta condición que afecta a la piel se manifiesta a través de síntomas muy particulares que permiten llegar rápidamente al diagnóstico. Quienes padecen del síndrome del hombre árbol presentan un desarrollo de crecimientos cutáneos anormales, similares a la corteza de un árbol, de diversas texturas y tamaños.
Por lo general, estos crecimientos se concentran en áreas de la piel que se exponen más a los rayos del sol como el torso, el rostro, los pies y las manos. Estas formaciones crecen y pueden fusionarse, generando una expansión dolorosa ya que presionan los nervios y pueden dificultar el uso de las extremidades.