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“Volver… Con la frente marchita. Las nieves del tiempo platearon su sien. Sentir, que es un soplo la vida. Que 85 años no son nada. Que febril la mirada…”, vaya que hermoso tango del inmortal Carlos Gardel, el cual, me parece idóneo para iniciar la entrevista exclusiva que me hizo el honor de conceder para EL UNIVERSAL, Carlos Ferreyra Carrasco, un extraordinario ser humano. Un gran profesional del periodismo. Un papá ejemplar y un esposo amoroso, pero, sobre todo, un amigo leal y honesto, como ya hay muy pocos, quien ha sabido conservar esa sencillez y humildad, mismas que le caracterizan y distinguen.
Sumergido en una profunda depresión, a consecuencia de la partida física de su amada esposa María Magdalena Hernández de Ferreyra, su eterna compañera y amiga por más de 60 años, “Male”, quien curiosamente, falleció el pasado sábado 22 de julio, precisamente, el día en que celebraría su onomástico y cumpleaños. Con absoluta serenidad y frialdad, como última voluntad, Carlos Ferreyra pide que al morir él, que lo incineren también y que mezclen sus cenizas utilizándolas para sembrar un enorme árbol, así es que, de esa forma, trascenderían como un frondoso árbol en el jardín de la casa de su querida hija Ana.
Sin lugar a dudas, dicen que los tiempos de Dios son perfectos. Durante la amena conversación que tuvo a bien concederme unos cuantos días antes de este triste desenlace, Carlos Ferreyra, todo un personaje del periodismo mexicano, me subrayaba que: “En la vida, ni se gana ni se pierde. Ni se fracasa ni se triunfa. Simplemente, se aprende, se crece, se descubre, se escribe, se borra…. ¡y se reescribe una y otra vez!! Se deshila y se vuelve a hilar. Al momento en que concluya su ciclo de vida mi querida “Male”, por fin, comprendo que lo único que me voy a llevar cuando me toque mi turno de irme también, es que lo único que me voy a llevar es lo que hoy vivo. Que empezaré a vivir lo que me quiero llevar, que es el amor de mis hijos, de mis nietos y de todos mis amigos”
Indiscutiblemente, sabias palabras de un distinguido moreliano y un orgulloso michoacano.
Rodeado de todo el amor y el cariño que le prodigan sus tres hijos y seis nietos, no obstante presentar un notorio estado de salud completamente disminuido, afectando lamentablemente sus facultades ópticas y auditivas, perdiendo por completo la vista y el oído. A sus 85 años de edad, Carlos Ferreyra Carrasco, un excelente periodista de la vieja guardia, un extraordinario ser humano y gran amigo. En la intimidad de su hogar, ubicado al poniente de la Ciudad de México, no se da por vencido ante la triste situación por la que atraviesa, sin embargo, hace un enorme esfuerzo al tratar de mostrarse lúcido y aferrado a la vida. Pero por dentro, sufre terriblemente por la fase terminal del fatídico Alzheimer que atacó a su amada esposa Magdalena, manifestando, una y otra vez, que muy pronto habrá de dejar este mundo terrenal.
Presenciar este triste panorama, de inmediato, la mente de este reportero es invadida por otra historia de amor, tal y como lo fueron Romeo y Julieta, que, como ellos, aceptaron y cumplieron un destino igualmente fatal.
Llegar hasta un hermoso departamento, finamente decorado, en el piso 16 de un moderno y sofisticado edificio, me recibe la señora Marcelina Vázquez, persona que los atiende y les brinda todo tipo de cuidados.
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Al percatarse de nuestra presencia, con una leve sonrisa en sus labios, Carlos Ferreyra no puede ocultar su emoción y alegría de recibir la visita de un amigo en su casa. Apoyado del brazo de “Marce”, como cariñosamente llaman a la persona que los cuida. Su caminar es muy lento, arrastrando los pies y se deja guiar por el sonido de mi voz cuando lo saludo con un simple “Buenas tardes, querido Carlos”. De inmediato estira sus brazos buscándome para brindarme un abrazo lleno de afecto. No lo puedo negar, emociones y sentimientos encontrados. Con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos, le expreso las gracias por aceptar conversar conmigo ante una muy compleja situación que no esperaba encontrarme.
“Quiero que sepas que ya no recibo absolutamente a nadie. Primero, porque ya no veo absolutamente nada, y segundo, porque me cuesta mucho trabajo poder escuchar, auxiliado por este aparatito que traigo en la oreja” -Me dice a manera de brindarme una explicación -por supuesto, innecesaria-, pero que me demuestra su educación y caballerosidad- “Me dice Marce que vienes acompañado de tu hijo, vamos a platicar… ¿Y se quedan a comer con nosotros?”
Sentado en una silla de madera, junto a un hermoso balcón, desde donde se puede apreciar una espectacular vista del poniente del Valle de México, le da instrucciones a “Marce” que nos ofrezca un refresco, mientras que, a él, le sirven un vaso de agua de limón con chía y sus medicamentos.
Poseedor de una memoria privilegiada, Carlos Ferreyra Carrasco, un periodista nato, con una enorme trayectoria dentro de los medios de comunicación, entre los que se destaca su paso como jefe de Información y corresponsal en México de la Agencia de Noticias Prensa Latina, así como Director Editorial de Milenio Semanal, entre otros muchísimos más.
Platicar con el Maestro y amigo Carlos Ferreyra, más que una entrevista exclusiva para EL UNIVERSAL, es un verdadero agasajo para este reportero, contagiarme de un sinfín de anécdotas y enseñanzas sobre periodismo.
Amable en su trato, educado, simpático. No obstante, dentro de su muy crítico de salud, hablar sobre su niñez y de su natal Morelia, fue algo que lo llenó de mucha emoción. Al grado que antes que iniciáramos la entrevista, fue necesario que le practicaran una toma de presión arterial, nos pudimos percata que no estaba del todo bien, pero al concluirla, Marce, su asistente, queda sorprendida porque arrojaba una notable mejoría, al grado de enfatizar que, la charla, había sido como una terapia o un bálsamo, así es que me recomendaba fuera de nueva cuenta a platicar con él, porque le había hecho mucho bien.
Rompiendo por completo con las indicaciones de su médico de cabecera y haciendo un verdadero esfuerzo al tratar de escuchar las preguntas, motivo por el cual, esta entrevista se llevó a cabo por espacio de casi cinco horas. Tenía que hablarle muy despacito, permitirle que descansara entre pregunta y pregunta. Cosa que agradezco enormemente y el honor de recibirme, pues me asegura que no volverá a dar ninguna otra entrevista, debido a su muy deteriorado estado de salud.
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-Maestro querido, antes de comenzar la entrevista, quiero expresarte mi sincero agradecimiento por la enorme oportunidad que me brindaste, hace algún tiempo, colaborado contigo cuando estuviste como director general de Milenio Semanal…
-Te lo agradezco muchísimo, pero a nosotros, nos ha caído el chahuistle a últimas fechas
-Te veo muy bien…
-Muchas gracias, querido Edmundo, pero, a decir verdad, yo no creo en los milagros ni en la vida de otros planos, ni en cosas por el estilo…
-Entonces, el buen Charly Ferreyra… ¿En qué es, lo que sí cree?
-Carlos Ferreyra cree en algo muy simple, que la vida es como es y cómo te toca. No hay derivaciones ni vuelta atrás. Sé perfectamente que muy pronto habré de dejar este mundo terrenal. Mi tiempo de vida está a punto de concluir. Es por eso, que te escogí a ti para despedirme de todos los compañeros, colegas y amigos.
-Adiós muchachos, compañeros de mi vida…
-Ese es un hermoso tango… ¡vaya que lo aplicaste a la perfección!! Sé muy bien que mucha gente lee tus entrevistas, las cuales, le pido a mi nieto consentido Emiliano, que me las lea. Es un fantástico chamaco, me tiene enamorado de él por su sencillez y paciencia. Al salir de la escuela, se viene y permanece conmigo todo el tiempo que puede, me hace reír mucho, tratando que olvide mis múltiples “achaques” y hasta me ayuda a escribir mi columna De Memoria, que publico en mi Facebook y varios amigos la reproducen.
-Tú eres un hombre de buena madera…
-Nada más porque tú lo dices, pero a mi querida Magda, le cayó esa desagradable enfermedad del Alzheimer, curiosamente, una enfermedad muy cruel para quienes la rodean, pero hasta piadosa con quien la padece. Es decir, la gente va perdiendo poco a poco la memoria y olvidándose de cosas sin darse cuenta.
-¿No es tan malo perder?
-Es que nunca se dan por enterados que están perdiendo sus facultades.
-¿Un fuerte golpe cuando recibiste la noticia de su padecimiento?
-Los tres primeros años de su padecimiento, pensé que iban a ser mucho muy pesados, pero no sucedió así…
-¿Por qué?
-Porque nos tocaron los inicios de la pandemia y pudimos encerrarnos tranquilamente, además, teníamos muy poco tiempo de habernos cambiado a este departamento, porque has de saber, que antes vivíamos en otro edificio y nuestro departamento era enorme para nosotros dos.
-Este departamento es hermoso…. ¿Cómo te sientes aquí?
-Para mí, prácticamente es un cuarto de azotea. Solamente tenemos una habitación, aunque ya no veo nada, siento cierta comodidad.
-Déjame decirte que tiene una hermosa vista…
-Pues sí, pero el que ya no tiene vista soy yo. Déjame decirte que mi hija Ana vive en el edificio de enfrente, me dicen que es un departamento precioso y hasta espectacular.
-¿Y tu otra hija, en dónde vive?
-Ella, vive en un rancho en la sierra norte de Puebla. Mientras que mi único hijo varón, Carlos, vive en Washington, trabajando en el Banco Mundial. Así es que parte de mi familia está un poco lejos, pero a la vez, los tengo pegaditos a nosotros porque han sido sumamente solidarios conmigo y con su mamá.
-Lo que se siembra, es lo que se cosecha…
-En efecto, cada uno fue asumiendo su papel para hacernos más tranquila la vida y hasta me resulta muy paradógico decirlo, porque me siento muy contento y hasta feliz de estar viviendo mis últimos días al lado de mi adorada Male.
-A lo mero macho, ¿crees que tu ciclo de vida vaya a culminar rápido?
-No soy catastrofista ni nada por el estilo, pero estoy consciente de una triste realidad y en estos meses que me queden de vida, lo único que voy a hacer, es cuidarla. Eso, para mí, es muy importante porque llego a la conclusión de que regreso al inicio de mi destino, es decir, la vida tal como inició para mí, asimismo concluirá.
-¿Gracias a la vida?
-¡Sin duda alguna!!, tal parece que la vida me trajo hasta este momento para asignarme un solo deber importante, que es cuidar a mi querida Magdalena y estoy seguro que nos iremos los dos al mismo tiempo.
-¿Te resulta difícil contar los días que vives?
-Mis hijos lo saben perfectamente.
-Uff, me dejas helado… ¿cuál es tu última voluntad?
-Quiero que nos incineren a ambos, que mezclen las cenizas y las utilicen para sembrar un enorme árbol, así es que trascenderíamos como un frondoso árbol.
-A lo mero macho, es que nunca te vas a ir, siempre estarás presente, brindando una apreciable sombra y frutos…
-Mira mi querido Mundo…. ¿Te puedo llamar Mundo?...
-¡Claro que sí!
-Lo que pasa, es que ya rebasé los 85 años de edad y lo único que veo ahora, es un enorme agujero negro. Así es que ya no tengo nada que hacer…
-Pero estás al pendiente y al cuidado de tu querida Magda…
-Gracias a que contamos con la valiosa ayuda de Marce, además, sabemos cuál es la progresión de su padecimiento y a donde la lleva, así es que no me quiero separar de ella ni un solo minuto.
- Con los ojos llenos de lágrimas, agrega: “En fin, son asuntos personales. Pusiste el dedo en la herida…”
-Mejor déjame decirte que recuerdo con mucho agrado, cuando me recibiste en Milenio Semanal, no obstante que Carlos Marín, para que pudiera colaborar, me ponía como requisito una entrevista con la Santísima Trinidad o con Dios, y tú, fuiste muy amable conmigo.
-Es que Carlos Marín es un hombre un tanto difícil en su trato, pero sobresalientemente capaz, muy profesional, inteligente y poseedor de una interesante cultura. Déjame decirte que se sabe al derecho y al revés, toda la historia de la Virgen de Guadalupe, así como de la Independencia o de la Revolución Francesa y su integración como república. Ese condenado, tiene una memoria privilegiada.
-¿Cómo eras de niño?
-Antes de responder, medita la pregunta, suspira profundamente y me dice: “Vaya, me preguntas ¿Cómo era de niño? Mira, fui el tercero de los hijos. La mayor de los hermanos fue una mujer sobresalientemente inteligente, pero mucho muy consentida por su padre, ya que mi papá no permitía que no le diera ni el aire”.
-¿Un papá de carácter fuerte?
-Una vez, estando sentados en la mesa, a mi hermano, se le ocurre decirle a mi hermana que le pasara unas tortillas. En eso, mi papá con voz fuerte le dice: ¿qué le dijiste a tu hermana? Mi hermano le repite que quería que le pasara unas tortillas, de inmediato, mi papá le grita: “Te levantas tú y además le sirves a tu hermana”
-¿Un hombre de pocas pulgas?
-Era un hombre con un carácter un tanto curioso. Un charro feminista. Un hombre de campo y demasiado atropellado en su trato, como solían ser los charros empistolados de aquellos tiempos.
-¿Y tu hermano?
-El segundo de los hermanos, era Alfonso, un joven de baja estatura, por cierto, era sietemesino. Tratando de compensar su corta estatura física, se convirtió en sumamente agresivo…
-¿…Y tú?
-Ja, ja,ja, pues resulta que yo era el “bobo” de los tres hermanos.
-¿Cómo te decían de cariño?
-Que era “la gorda del perro”, porque estaba medio “chonchito”, además, era algo así como las “sobras” de la vida sexual de mis padres, mientras que ellos jugaban con los vecinos y compañeros de la escuela, no me quedaba otra que apartarme de ellos e irme a un determinado lugar…
-¿Cómo te divertías dentro de esa sorpresiva “soledad”?
-Me ponía a dibujar carreteritas en el suelo y con mis cochecitos de madera.
-¿En dónde naciste?
-Soy tu paisano. Aunque tú eres de Pátzcuaro, yo nací en Morelia, ahí en la Plazuela de la Soterraña”.
-¿Qué recuerdo guardas de esa etapa en Morelia?
-Que era una plazuela mucho muy grande, pero con el paso del tiempo, aprendí a compararla con las enormes casas de los burgueses, en donde tienen jardines muchísimos más grandes de aquella plazuela en donde jugaba de niño. Pero yo la veía como si fuera la versión del Zócalo, pero en mi natal Morelia.
-¿A qué jugaba “el bobo”?
-Como te decía, principalmente me apasionaban mucho los cochecitos desde entonces, y aunque ya no manejo ni puedo ver, no han dejado de gustarme los coches…
-El hombre nunca deja de ser niño…
-Pues sí, pero ya no hago carreteritas en el suelo ni tampoco juego con aquellos cochecitos. También me gustaba mucho pasar horas y horas tomando los rayos del sol.
-¿Una versión moderna de la escultura “El Pensador”, de Auguste Rodín?
-¡Ni más ni menos! Era capaz de sentarme, curiosamente o quizás, una tendencia masoquista o absurda, sigo sin entenderla, de irme a sentar junto a un hormiguero y me quedaba observando a las “chancharras”, que son las hormigas de gran tamaño y que me ponían unas mordidas de la tiznada.
-¿Por qué hacías eso?
-No lo sé, pero permanecía ahí hasta que me ponía completamente rojo, y la que sufría, era mi madre sin saber en donde carajos me había metido, y me retiraba de ahí, hasta que mi mamá iba a rescatarme
-¿Cómo eras en la primaria?
-Olvidando por completo su precario estado de salud. Al abordar el tema de su infancia, su rostro se llena de júbilo, y aunque su mirada permanece fija, sus ojos brillan… “Mundo, me estas llenando de felicidad con esta grata charla. En la escuela primaria tuve la facultad de aprender al puro oído, es decir, no anotaba nada en mis cuadernos, sino que descubrí que tenía muy buena memoria, lo que me hizo mucho muy flojo.
-¿Así de plano?
-¡Si, así de plano!! Me hizo terriblemente flojo, porque no le encontraba sentido ponerme estudiar si todo lo guardaba en mi memoria. Simplemente ponía atención lo que decía el maestro en el salón, pero estando ya en la casa, lo repetía y asunto arreglado.
-¿Qué travesuras recuerdas?
-Era un soberano desmadre estando en primero de secundaria, que en ese tiempo, la secundaria formaba parte de la universidad michoacana…
-¿Nicolaíta de hueso colorado?
-Aunque jamás ingresé a la universidad michoacana, soy “Nicolaíta” de corazón, aunque nada más haya sido por un año…
-¿”Haiga sido como haiga sido”…
-Ja, ja, ja, Se va a enojar nuestro paisano Felipe Calderón, ehhh.
-¿Cuál fue el año más difícil para ti, en la primaria?
-Es que eran escuelas muy distintas y hasta creativas. Atrás del templo de La Merced, allá en Morelia, hay una escuela primaria, la David G. Berlanga, pegadita a ese templo y sobre la avenida Madero. Bueno, atrás de la escuela, había un enorme patio, que, a lo mejor, era como de dos metros, pero para mí, en ese entonces, era monstruoso, en donde el maestro de quinto de primaria, nos ponía a cultivar pequeños lotes, sembrando cebollas, zanahorias, calabazas, jitomates, pero también había talleres para los niños…
-No me digas que escogiste el taller de imprenta…
-¡Carajo!!, ¿acaso eres sicólogo?... ¡Pues sí!! Me encantaba ese peculiar olor a tinta y me quedaba horas y horas al lado del maestro impresor, quien me enseñó armar las cajas con los linotipos. Ahí fue en donde aprendí armar textos directamente de las cajas. Como tú también recordarás, eran unas enormes cajas planas llenas de plomos.
-¿Los inventos de la civilización?
-En efecto, esas cajas tenían una virtud maravillosa, te enseñaban gramática y ortografía, aunque no quisieras, pero, además, lo ibas aprendiendo por el gusto de estar haciendo las cosas.
-¿Qué sentiste cuando lograste imprimir tu primer texto?
-¡Uyyy!, no sabes, creo que me cagué de la emoción de imprimir unas tarjetas de visita para mi papá.
-¿A lo mero macho?
-Es que, según yo, estaba seguro de que había imprimido algo así como la Biblia o la nueva versión de Don Quijote de la Mancha.
-Bueno, por algo se empieza…
-Pues sí, pero para mí, tenía la certeza que había realizado la mayor proeza editorial.
-¿Qué edad tenías?
-Tan solo diez años. De esta manera, cumpliendo los once años, es cuando ingreso a la secundaria. No sé por que razón, pero me decían que iba muy adelantado a comparación de los demás niños.
-¿Vivillo desde chiquillo?
-¡No que va…!!, al contrario, era demasiado pasivo, pero hacia lo que más me gustaba. Recuerdo que también había un taller de carpintería, pero no me llamaba mucho la atención. Por cierto, teníamos a una señora que le decíamos “madrina” y que se llamaba Virgen, quien se encargaba darnos clases de religión, el catecismo y nos preparaba para hacer la Primera Comunión, pero siempre, salía de pleito con la madrina Virgen, porque decía, una y otra vez, que yo no era tan inteligente como mi hermana…
-¿Qué es lo que no concordabas con la madrina?
-Es que yo le hacía mis planteamientos desde mi corto punto de vista, que si Eva había sido la primera mujer que había existido en el universo, porque demonios Caín, había matado a su hermano con una quijada de burro y por qué, los hermanos habían tenido hijos entre hermanos…
-¿Y qué es lo que te respondía la madrina?
-Es que no sabía qué decirme, se quedaba callada. Entonces y desde esa edad, me entraba algo de duda sobre la religión…
-¿Te acusaban de sacrílego?
-Más que eso… ¡A los diez años!, me decían que era el mismo demonio en persona.
-Y por fin, ¿hiciste tu Primera Comunión?
-Pues déjame decirte que, un día antes, hice un tremendo berrinche y mi mamá me mandó para que se lo confesara al sacerdote, total, que fui al templo de La Soterraña y me encontré con un padrecito casi de mi tamaño y que era demasiado bilioso, le conté que había hecho un buen berrinche…
-¿Y qué pasó?
-No sabes, me puso una regañada espantosa y por dentro me dije ¿Este infeliz por qué demonios me grita de esa manera?
-¿Pero qué fue lo que te dijo?
-Fui muy mono a decirle “el pecado” que había cometido al hacer un berrinche, me dijo que no le quitara si tiempo y que me largara de ahí.
-¿Hiciste tu Primera Comunión no muy convencido que digamos?
-A partir de ese incidente, fue que me surgieron infinidad de dudas, no obstante que ahí mismo, existía otro cura, que era un “pan de Dios”, muy bonachón y muy buena persona, pero tenía un defecto…
-¿Era pedófilo?
-¡Nooo!, sino que se dedicaba a contarnos cuentos de terror, peeero, con la advertencia de que una cosa era la religión, y la otra, era pensar en fantasmas, aparecidos y cosas del demonio y dejo de ir cuando la puerca que tenía un primo, se le apareció con todo y puerquitos, lo más curioso, es que era el mismo cuento que, él, nos había narrado y hasta subíamos los pies arriba de las bancas por miedo a que nos jalaran las patas. Ese padre estaba seguro de que la puerca era el mismo diablo y que hasta hablaba.
-¿Pero qué tenía que ver su primo con el padre?
-Es que ese primo, aunque era mucho mayor de edad, ya era un adulto y nosotros éramos unos simples “pipiolos”. Mi primo Daniel era un alcohólico, se le ocurre dormir la mona en una de las bancas y despierta despavorido. Se va en friega hasta su casa, a una cuadra de la iglesia y se mete por la ventana del cuarto de mi tía María, para obligar a los hijos que pasaran prácticamente encima de ella, se volvió loco, al grado que tuvieron que sujetarlo entre varios y gritaba como loco que la perca le había dicho: “Daniel, ya no bebas tanto”, y para acabarla de fregar, a un vecino se le había escapado una puerca con todo y sus crías, pero se fueron a meter a la iglesia y el padre salió despavorido porque su cuento se había convertido en realidad y jamás regresó.
-¿Tus juguetes favoritos siempre fueron los cochecitos?
-Sí, inclusive, quería que a los ocho años de edad ya me enseñaran a manejar, pero mi padre decía que no porque, según él, iba a terminar como taxista, pero resulta que me le pegaba a mi papá en casi todos los viajes que tenía que llevar a cabo, ya fuera que iba a Huetamo a entregar ajonjolí, pero yo me le pegaba, durante todo el camino observaba todo lo que hacía y cómo manejaba. Así es que tuve el mejor maestro de c lases de manejo.
-¿Y cuándo fue que pusiste en práctica esos deseos de novillero frente a un volante?
-Años más tarde y estando ya en la Ciudad de México, uno de mis jefes en National Cash, me preguntó que si sabía manejar y le contesto con toda firmeza… ¡Claro! Bueno, hazme un favor, toma las llaves de mi coche y llévalo a la automotriz O’Farril para que lo lavaran, estaba como a una cuadra.
-¿No te dio miedo?
-Creo que estaba sudando de los nervios, pero me trepé a su coche, lo eché andar. Me acordé que mi papá sacaba el clutch poco a poco y llegué como en una hora a la automotriz, de inmediato, el encargado se dio cuenta de que yo no sabía manejar, sonriendo, me dijo que cuando mi jefe necesitara su coche, él, se lo llevaría sin ningún problema. A partir de ahí, casi todos los días le decía a mi jefe que, si no quería que llevara su coche a lavar, pero se dio cuenta de lo sucedido y ya no me lo volvió a prestar.
-Pero ya estabas manejando y en la Ciudad de México…
-Así fue como empecé a manejar, a los 14 años de edad.
-¿Cómo fue ese cambio de Michoacán a la capital del país?
-En 1952, y como todo buen provinciano de aquellos tiempos, porque las cosas han cambiado enormemente, llegamos de “arrimados” a la casa de una tía que estaba frente al rastro viejo en avenida Plutarco Elías Calles, pero sobre la calle de Inguarán de la colonia Valle Gómez, que, por cierto, muy cerquita del cine La Villa.
-¿Qué fue lo que más te impresiono al llegar a la gran capital?
-Me acuerdo de que llegamos a la terminal de aquellos famosos autobuses Tres estrellas de Oro, que estaba ubicada en Niño Perdido y Fray Servando Teresa de Mier. Entonces no existía el Metro, así es que nos bajamos del autobús y lo primero que me llamo muchísimo la atención, fue la fachada del hotel Virreyes, en donde estaba desplegado un enorme espectacular, en donde había la figura de un tipejo fumando y expulsando con la boca, rueditas de humo…. Uff, ¡Era algo que nunca había visto!!
-¿Qué te parecía la antigua Ciudad de los Palacios?
-Mi mamá nos llevó caminando, no sé por dónde demonios, pero recuerdo una parte de una calle con muchísimas marquesinas… ¡y hasta las luces caminaban!!
-¿Te sentías en otro mundo?
-A lo mero macho sí…
-Me disculpas, pero te voy a cobrar derechos de autor…
-Ja, ja, ja, por tu frase de A lo Mero Macho… te estas tardando…
-Mejor sígueme contando de tu descubrimiento de la gran ciudad…
-Creo que caminamos por todo San Juan de Letrán, hoy, Eje Central, pero iba caminando casi traumado. Era un espectáculo que ni en películas había visto. Mucho menos en Morelia se podía ver eso.
-¿Sentías que estabas aterrizando en la modernidad?
-Era un mundo totalmente extraño para mí, pero también, conocí la crueldad de la gente que habitaba la capital del país, y la crueldad de esos hijos de la tiznada capitalinos, que, en ese México pacífico, eran muy crueles, violentos, abusivos, y que, no sé cómo carajos adivinaban que eras provinciano y cometían todo tipo de abusos contra uno.
-¿Sufriste de asaltos?
-Fue una experiencia muy triste y muy desagradable, inclusive, desde entonces, créeme que no creo en eso de “el pueblo bueno”, como dice YSQ…
-El pueblo noble y bueno…
-Ja, ja, ja… ¿Pueblo bueno?… ¡Mangos!! Me acuerdo de que me quitaron una chamarrita que traía puesta. Gente abusiva en contra de un niño de 13 años de edad, eran tramposos y flojos.
-¿Al pueblo que fueres, has lo que vieres y te metiste a trabajar tan chiquito?
-Pinche Mundo, me cae que deberías dar sesiones de sicología, te aseguro que te va a ir poca madre. Bueno, contestando tu pregunta, empecé a trabajar a los 13 años en H. Steell y Cía., gracias a que una prima era la secretaria del gerente general, quien se llamaba Julio Hirschfield Almada, que estaba casado con la hija de Harry Steell, el dueño de esa famosa fábrica de muebles de oficina luego fue secretario de Turismo con Luis Echeverría, y lo que son las cosas de la vida, siendo jefe de información de la Agencia de Noticias Prensa Latina, recibí la fotografía cuando lo secuestraron.
-¿Quién te la dio?
-Me la mandó un amigo que era reportero del periódico El Día, con quien mantenía una buena amistad, al igual que con esta niña de apellidos Zapata Vela, quienes encabezaban el Frente Urbano Zapatista y decidieron que fuera yo quien recibiera esa fotografía.
¿Y qué hiciste con la foto?
-Se la llevé a un tal Julio Scherer, pero ese tal por cual de Scherer, le ordena a Pedro Álvarez del Villar que me atienda. Creo que eran como las dos y media de la madrugada.
-¿Cómo te trató Pedro Álvarez del Villar?
-Era un buen tipo, pero ya por la mañana, veo que mi foto estaba acreditaba a la Agencia de Noticias France Press… ¡Que poca madre!
-¿No se la hiciste de tos?
-Cuando voy y veo a Pedro, trata de darme estúpidas explicaciones y simplemente le dije que tanto él como yo, éramos simples gatos y cuando el patrón ordena algo, no nos queda otra que tragar camote. El caso es que, obviamente, Scherer no quiso que mi agencia Prensa Latina, en donde era corresponsal, apareciera con esa fotografía sobre un secuestro tan sonado en ese tiempo…
-¿Cada quien jalaba agua para su molino?
-Lo único que puso de pretexto, fue que iban a decir que los cubanos -Prensa Latina-, estábamos involucrados en el secuestro.
-¿Pero que más te sucedió durante tu estancia en H. Steell y Cía?
-Estando ahí, sufrí la pena negra con las mulas que ahí trabajaban.
-¿A lo mero macho, eran tan mulas?
-No sé si viste una película muy famosa en su tiempo, que se llamaba Las secretarias, que es una obra mexicana, nada del otro mundo, pero sí, muy interesante, en la que se aprecia una sala gigantesca y hasta monstruosa en donde hay poco más de 70 escritorios y sus 70 secretarias tirando teclazos al mismo tiempo. Pues, asimismo, en H Steell y Cía., era en donde se hacían las facturas, sin los recursos modernos como lo que existen ahora, de tal manera que las facturas se tenías que elaborar mecanográficamente, luego, nos la turnaban a los ayudantes y las doblábamos para meterlas a un sobre, previamente rotulado, para después y ayudados con una brocha y cola vegetal, pegábamos los sobres con una técnica ya muy hecha para distribuir miles y miles de sobres.
-¿Cuánto te pagaban?
-Ahh, resulta que ganaba el salario mínimo y que eran 80 pesos mensuales, pero con Seguro Social pagado. Por cierto, la primera credencial que tuve del Seguro Social data de enero de 1953, y la recuerdo porque su número es 153820, porque 38 es mi año de nacimiento
-¿Si no hay reporteros, no hay noticias?
-¡Exacto!!, si no hay noticias, tampoco hay periódicos ni noticieros de radio y televisión.
-¿Qué pasaría si ya no existieran los periódicos?
-Pues sencillamente, esa bola de vividores, ya no tendrían donde copiar. Es terrible lo que está pasando en el periodismo.
-¿Estamos en los umbrales del periodismo reporteado?
-¡Carajo!, me quitaste la idea de la cabeza, en efecto, yo creo que estamos presenciando, mi querido Mundo, el fin del periodismo reporteado.
-¿Quién tiene la culpa, los directivos, los jefes de información o los mismos reporteros?
-Más que nada, la gente ya no consulta periódicos ni medios de comunicación, sino que se van directamente a Google, antes, no sucedía nada de esto…
-¿El hombre mismo está destruyendo al hombre?
-En parte sí…
-Vamos, ¿ya nos rebasó el futuro…?
-Sin lugar a dudas. Mundo, tú lo sabes perfectamente. Te conocí siendo muy jovencito, andabas en chinga corriendo de un lado para otro, tratando de entrevistar a personas en la calle y reporteabas de verdad.
-¿Los nuevos reporteros son unos comodinos?
-Hoy, la cosa no es así. Los nuevos “reporteros” todo copian de la web, nada más pegan y así, con toda desfachatez, se atreven entregar sus notas. Pero si te metes a Google, ahí, obtienes todo lo que necesitas.
-¿Qué me dices de Twitter y redes sociales que inundan de noticias al momento?
-Están intentando acabar con el idioma e intentando acabar con el lenguaje como tal. Estamos atravesando una situación mucho muy penosa a nivel mundial, de ninguna manera, es privativa de México.
-¿Las “benditas redes”, acabarán con la literatura?
-No lo dudo. El hombre y su tecnología acabarán con la literatura porque, ahora, todo es una síntesis.
-¿Si viviera Miguel Cervantes de Saavedra, el mismo García Márquez o los grandes literatos qué pensarían?
-Uff, no lo sé. Quizás, se morirían de tristeza.
-¿Cómo le haces para fortalecer esa privilegiada memoria que posees?
-Mira Mundo, no es que sea grosero contigo, pero… ¿Para qué carajos nos sirve la memoria actualmente? Incluso, muchas cosas de las que hablo, me doy cuenta de que estoy haciendo estúpidos monólogos. De tu hijo para abajo, son cosas que no me entienden porque no las presenciaron, mucho menos, las vivieron.
-Insisto, ¿el futuro nos está rebasando?
-No vayamos tan lejos, recuerda que antes, existían unas centrales telefónicas, y de ahí, te comunicaban a donde querías hablar. Luego, vinieron los primeros celulares, que eran unos pesadísimos ladrillos. Ahora, todo mundo trae un celular, por cierto, cada día son más sofisticados.
-¿Cuál es el futuro del futuro?
-¿Me preguntas ¿cuál es el futuro del futuro? ¡Carajo!!, me dejas con la boca abierta. Creo que antes que me muera, ya habrá comunicación con otros planetas.
-¿Le tienes miedo a la muerte?
-No Mundo. La muerte no me preocupa. Hace mucho que dejo de inquietarme. Sé que estoy muy, pero muy cerca de ella a mis 85 años de vida.
-85 años que han valido la pena…
-Que amable eres conmigo. Mira querido amigo. El límite de edad familiar era de 83 años y ya lo rebasé. El siguiente registro longevo de la abuela paterna, era de 101 años, pero obviamente, yo no lo voy a lograr por una sencilla razón. Mi abuela paterna a sus 100 años, tenia sus dientes completitos. Cuando se ponía a coser, ensartaba la aguja sin necesidad de lentes, es más, jamás utilizó lentes, además, escuchaba perfectamente.
- A lo mero macho, ¿te sientes derrotado?
-Carlos Ferreyra a sus 85 años de edad, ya no ve nada ni escucha nada, ni tampoco ensarto agujas, ja, ja, ja, Nada más me faltaba eso. Pero esa señora, allá en Puruándiro, Michoacán, en un agujero cuadrado, por donde echábamos maíz y garbanzo para los puercos, esa viejecita rezandera, venía con su rosario en las manos, no se percató del agujero… ¡y mofles!!, curiosamente, eso sucedió el día en que cumplía 100 años de edad
-¿Los tiempos de Dios son perfectos?
-No lo sé, pero creo que algo hay de eso. Mi abuela se esperó en cama y el día que cumplía 101 años de edad, fue cuando falleció.
-Insisto, ¿Estas listo para partir?
-Ya te había comentado que mi deterioro lo llevo por adelante. Sé que muy pronto habré de dejar este mundo terrenal y todos mis queridos amigos, como lo eres tú.
-A lo mero macho ¿ya te urge morir?
-¡Ah, que mi sicólogo favorito!! Creo que, para vivir, necesitas una intención, un propósito y un proyecto mínimo.
-¿Ya se te acabaron las fuerzas de intenciones y propósitos?
-Mundo, ya no tengo proyectos, intenciones ni nada…
-Entonces, ¿qué es lo que te mueve?
-Irme de la mano con mi querida Magdalena. ¡Eso, es lo que me mueve!!
-¿Qué sientes ser entrevistado? Antes, eras tú quien hacía las entrevistas…
-Demasiada amabilidad de tu parte. Me tienes muy sorprendido por esta entrevista totalmente humana, muy cordial. Una entrevista es una plática sabrosa y me haces recordar a don Gregorio Ortega.
-¿Cuál es el secreto de una buena entrevista?
-¡Vaya! ¿Por qué me haces esa pregunta? ¿Acaso no te sientes satisfecho con el extraordinario trabajo que desempeñas? ¡Carajo!, ya nadie hace este tipo de entrevistas que tú realizas. Eres el mejor entrevistador de México.
-Muchas gracias por el inmerecido halago, pero quien hace las preguntas soy yo…
-Mira querido Mundo, para hacer una entrevista se requiere un diálogo abierto y franco entre amigos, y tú, lo haces de manera magistral…
-¿Otra vez con lo mismo?
-No obstante que, supongo que traes contigo una grabadora, me mantienes muy alerta con tus preguntas. A veces, no es bueno que portes una grabadora en tu mano porque el entrevistado se va a distraer observando la grabadora, va a estar pensando cómo expresarse bien, de tal manera, que la grabadora lo entienda. Pero tú, eres irreverente, rompes con todos los cartabones, te metes hasta donde se te pega la gana y terminas conquistando a tu entrevistado. Se puede decir que los encueras, los violas y todavía te lo agradecen. Eso, se llama talento. Eres un chingón mi querido paisano.
-Carlos, a lo mero macho, me vas a hacer chillar por tus palabras…
-¡Pues chilla cabrón!, deberías sentirte orgulloso porque tienes un “don”. Si en tu periódico o en donde colaboras no te valoran, tarde o temprano, alguien te lanzará al éxito basado en ese ingenio y talento que te caracteriza. Te estas tardando para ponerte a escribir un libro… “Muchachito” -refiriéndose a mi hijo que ese día me acompañó-, en donde estés sentado, porque no te veo, dile a tu papá que no se haga güey, que se apure escribir un libro, créeme que un día me va agradecer el consejo. Mundo, periodistas como tú, ya no hay quienes recogen cada uno de los detalles del entorno del entrevistado. Aunque ya no puedo leer, mi nieto Emiliano, me lee tus interesantes entrevistas y no sabes cómo las disfruto.
-Por último, ¿un periodista nace o se hace?
-¡Vaya que pregunta! Es una cuestión muy difícil de responder. Puede ser que un periodista no nazca como tal, pero si le nace la vocación, en algún momento, puede orientarse y aprender. Aunque te molestes conmigo, recuerdo que cuando colaboraste conmigo en Milenio Semanal, detecté ese amor y la pasión que sientes por lo que escribes y la forma en que preguntas durante tus entrevistas, eres un extraordinario entrevistador, lo único malo, es que no te has sabido vender, tu trabajo es de una enorme calidad. Eres un magnífico artesano del periodismo, es decir, aprendiste a la perfección el oficio, pero nunca, lo has visto como un negocio. ¿Y si no me lo crees?, checa lo multimillonarios que se hicieron como los Cantón Zetina o el dueño del Norte y Reforma.
-Querido Carlos, muchas gracias por tu tiempo, ¿deseas agregar algo más?
-El agradecido soy yo por tu paciencia, amabilidad y soportar mis inconexiones por el deterioro de mi salud. Querido Mundo, un millón de gracias por venir a platicar conmigo. Me inyectaste como dos toneladas de energía, me dejas muy contento y motivado.
De todo corazón, le ruego a Dios que le inyecte a Carlos Ferreyra, este extraordinario ser humano, gran amigo y excelente periodista, mucha fortaleza ante la irreparable pérdida de su amada esposa. A decir verdad, los tiempos de Dios son perfectos y todo, pero todo, sucede cuando tenga que suceder.
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