Sergio Stern es un psicoanalista y estudiante del budismo zen. En unos días presentará su más reciente libro "El cuenco vacío" en la ciudad de Puebla.
EL UNIVERSAL PUEBLA conversó con el autor a propósito de esta obra que indaga de manera profunda sobre la vida del Buddha y en el mensaje cardinal de Las Cuatro Nobles Verdades.
En la contraportada se indica que el libro es producto combinado de más de 25 años de práctica y estudio del psicoanálisis y del budismo, ¿cuál fue el principal motivo que lo llevó a escribir este libro?
Hacer sentido de mi propia vida. Durante muchos años desarrollé la necesidad de entender como confluían en mi diversas corrientes, diversos caminos de autoconocimiento, la riqueza pero también dificultad que puede surgir de la yuxtaposición de tradiciones de sabiduría distintas en apariencia poco dispuestas a relacionarse entre sí: el budismo, el psicoanálisis y el judaísmo. Son las tres fuentes que me han marcado, de las que principalmente he bebido, la cultura y religión judáica como tradición de origen en la que crecí, la matriz simbólica que me otrogó un lugar en el mundo, el psicoanálisis como mi vocación, mi manera desde muy chico de comprender el sufrimiento que me rodeaba y el mío propio, y el budismo, camino que descubrí en mi edad adulta y que me ha permitido colocar la búsqueda espiritual profunda en el centro de mi vida. Por mucho tiempo me sentí tal como describen estas palabras del cantautor israelí Meir Ariel: “Paracaidismo sin paracaídas, abierto a todas las direcciones, y el anhelo por cada dirección me está destruyendo”. Dejarse permear por tantas fuentes es maravilloso pero también puede ser enloquecedor. Necesitaba hacer sentido, encontrar una explicación. Durante años llevaba apuntes de estas cuestiones, reflexiones, cuestionamientos; notas de las enseñanzas que compartía en los retiros a los cuales me invitaban a enseñar. Finalmente, cayó la pandemia y no tuve más remedio que sentarme a escribir. Y no es que haya encontrado una explicación definitiva a estas tribulaciones, pero en definitiva gestar ”El cuenco vacío” ha ayudado a sanarme, como espero que lo haga con otras personas, aquellos y aquellas que sienten no conformar con los cánones establecidos, que son a veces más curiosos de lo que la norma puede soportar, atravesadas por un sinfin de cuestionamientos y un gran anhelo de aprender.
2. ¿Qué le da el título a su libro? ¿Qué significa o representa "El cuenco vacío?
”El cuenco vacío” es una metáfora que apunta hacia aquel lugar en que conviven y se reciben gustosamente grandes y distintas enseñanzas que nos nutren y ayudan a sentirnos más vivos, creativos y verdaderos. En los tiempos del Buddha, los monjes y monjas mendicantes, bhikkhus y bhikkhunis que conformaban la Sangha o comunidad de practicantes, hacían rondas todas las mañanas en las aldeas vecinas, marchando con sus cuencos para que los devotos depositaran ahí los alimentos que comerían al volver. Este intercambio entre la enseñanza del Dharma y los alimentos continúa hasta ahora en los países asiáticos en los que se practica el budismo. Los monjes y monjas mendicantes, incluido el Buddha, no tenían muchas pertenencias. Las pocas que tenían, sin embargo, las habían recibido por la buena voluntad de los demás: eran producto de la generosidad de la gente y del mundo. Se invitaba de esta manera a cultivar la gratitud y la humildad, la reverencia y el asombro, con el fin de reconocer la total interdependencia de todas las cosas. La confianza se colocaba en el otro. Se entendía que subsistimos única y exclusivamente gracias a los obsequios y ofrendas que nos da la vida, a la abundancia del universo del cual formamos parte. Por eso he elegido la imagen del cuenco como punto de partida para hablar del espíritu que define a estas ideas. He mencionado al psicoanálisis, al budismo y al judaísmo, pero lo cierto es que son inagotables las fuentes de amor, sabiduría y verdad de las que yo y cualquiera podríamos beber. En todos los casos, lo importante es darse cuenta de que el cuenco permite la circulación de aquello que nos alimenta y nos da la vida. El cuenco no se llena, pues el amor, la sabiduría y la verdad no son posesión de nadie. No son “algo”, ni siquiera son “cosas”. Están hechos de movimiento, interconexión y búsqueda constante; de no-sustancialidad, impermanencia y desacomodo; de no-definitividad, irrepresentabilidad y dificultad. Están hechos, precisamente, de las tres marcas de la existencia descritas por el Buddha. En otras palabras, ser un cuenco vacío. Este es el espíritu de nuestra práctica, andar de un lado para el otro percibiendo, aprendiendo, recibiendo y repartiendo. Nos movemos por la vida como volatineros impulsados e inspirados por la fuerza del asombro. Es lo que espero transmitir a través del libro.
3. Como psicoanalista, cuáles considera las principales aportaciones de este libro
Considero que mi aportación como psicoanalista al estudio del buddhadharma, o las enseñanzas del Buddha, es comprender un fenómeno que se sonoce como spiritual bypassing, evitación espiritual: la pregunta de cómo terminamos utlizando una práctica espiritual para escapar de nuestros problemas en vez de tomarla como un vehículo para conectarnos y aceptar la realidad de la existencia. La vida es difícil. Me parece que en esto todos estaríamos de acuerdo. Sin embargo, nos la pasamos escapando de esta verdad dolorosa. Por supuesto que la libertad y la alegría también son parte esencial de la vida, pero la dificultad es inevitable; y se puede convertir en nuestro maestro. Esto es lo que enseñó Siddhartha Gautama, el Buddha histórico, el Buddha Shakyamuni. Él dijo: “Yo sólo enseño dos cosas: sufrimiento y final del sufrimiento”. Pero nosotros únicamente queremos enterarnos de la segunda mitad de esta ecuación. Queremos dejar de sufrir, pero no saber nada acerca de porqué sufrimos. Para el Buddha, teníamos que estudiar cabalmente primero la naturaleza de nuestro sufrimiento, de nuestro malestar, dificultades y tendencias destructivas. No podíamos simplemente saltarnos este paso. Eso es la evitación espiritual. Eihei Dogen, el gran maestro zen del Japón mediaval afirmó algo muy similar: “El camino del Buddha es estudiarse a sí mismo…”. Como psicoanalista considero que el estudio profundo de nuestros patrones mentales y emocionales, de la tendencia encarnizada a repetir y cometer los mismos errores, de nuestra inercia y resistencia al cambio, de dinámicas muy arraigados que hemos aprendido desde la infancia, etc., etc., es en sí mismo el camino del Buddha, no algo aparte o sobrepuesto. Claro que no radica aquí el último destino, ya que, como señala también Dogen, estudiarse es con el fin de olvidarse, hacer a un lado esa “ficción del yo” que nos obstaculiza e impide abrirnos a la realidad inescrutable de todo lo que nos rodea. Mi deber es ayudarle a las personas a entender como pueden utilizar malogradamente su práctica para evadir sus problemas, repitiendo así de forma inadvertida justo aquello por lo cual vienen a encontrar alivio. Pongamos un ejemplo: el anhelo de perfección, de un mundo ideal, de una manera ideal de ser exenta de turbulencias. Este es un problema que aqueja a muchos de nosotros. Podemos creer que la práctica coloca como ideal un modelo de perfección parecido a éste, al cual tuvieramos que acceder —y emular— para ser “buenos” meditadores; alcanzar la así llamada “perfección de los buddhas”. Debemos ser practicantes perfectos, sólo para terminar repitiendo las mismas fuentes de infortunio que nos han perseguido toda la vida: la desilusión, la frustración, la culpabilización y la autocondena. Para muchos de nosotros es mejor entender la práctica como una herramienta que nos ayuda a aceptar la imperfección de la vida, el asumirnos plenamente como humanos.
4. Como estudioso y practicante del buddhadharma, cuáles considera que son las principales aportaciones de este libro
Retomando lo que mencionaba en la pregunta anterior, creo que mi principal aportación como estudiante y practicante del buddhadharma es justamente rescatar a la figura del Buddha como un personaje humano, muy humano. Dedico una gran parte del libro a describir su vida, todas sus peripecias y aspiraciones, en terminos completamente humanos. A Siddhartha Gautama se le ha diosificado. El Buddha es como un Dios para muchas personas. Esto refleja una tendencia muy generalizada en nosotros que condensa nuestras ilusiones de deseo, de todo aquello que quisiéramos obtener para aliviar el dolor de la vida, el desamparo originario y la incertidumbre; habitar ese mundo perfecto donde ya no existiera el sufrimiento. Creamos dioses y gurúes, proyectamos en nuestros maestros estos anhelos y deseos. En "El cuenco vacío" intento “pinchar la burbuja”, por así decir; desmitificar todas estas idealizaciones. Así, nos encontramos con un Buddha humano que puede llegar a inspirarnos, donde verdaderamente podamos reconocernos a nosotros mismos en nuestro propio viaje espiritual, nuestra búsqueda, nuestros aciertos y desaciertos. A mí me gusta hablar de las ocasiones en que el Buddha se equivocó: al no dejar entrar a las mujeres a su comunidad de practicantes, por ejemplo. Afortunadamente, el Buddha recapacitó a insistencia de Mahaprajapati, su tía materna y persona que lo crió después de la muerte prematura de su madre. Tuvo esa flexibilidad, lo cual es admirable, pero en un primer momento sucumbió a los condicionamientos de su época. Es difícil encontrar apertura y flexibilidad en los caminos religiosos que la humanidad ha puesto en marcha cuando estos son presa del absolutismo. Caminos que tienen el objetivo de mostrarnos una mayor libertad se vuelven justamente dogmáticos y anquilosados. La contribución de este libro es cuestionar este tipo de fanatismos y fundamentalismos de los cuales somos cómplices, todos, debido a nuestro propio fanatismo consciente e inconsciente. Presento una aproximación a los caminos espirituales basada en la aceptación de la incertidumbre, la apertura radical, el asombro, el reconocimiento de la otredad y la inclusión, que para mí son fuerzas de vida y no de más y más muerte.
5. ¿Qué lo llevó a usted a estudiar el buddhadharma? ¿Fue primero el psicoanálisis o llegaron juntos?
6. ¿Qué tan valiosos puede ser el estudio del buddhadharma para un estudioso de la psicología?
Increíblemente valioso. El buddhdharma, como he venido diciendo, se interesa en el tema del sufrimiento humano y en las causas de este sufrimiento. Curiosamente, tanto el budismo como la psicología contemporánea llegan a conclusiones bastante similares. Es una relación tóxica que establecemos con el deseo lo que nos enferma. Ser portadores de un deseo ansioso, insaciable, de siempre querer más y más y siempre otra cosa, es lo que nos vuelve locos y tan destructivos. Nos rigen patrones de pensamiento y sentimiento que determinan nuestras acciones. Le damos mucho peso a nuestros pensamientos, nuestras opiniones, nuestras creencias. Construímos un yo rígido que tiene como objetivo brindarnos una supuesta seguridad que termina siendo precaria e inexistente. Vivimos en lo que en las tradiciones ancestrales de sabiduría se conoce como una “mente pequeña”, estrecha, ligada a nuestras pulsiones egocéntricas, lo que acaba siendo una prisión para nosotros. Desde ahí nos juzgamos y juzgamos a los demás. Nos perdemos la oportunidad de maravillarnos con la danza incansable de la vida, de apreciar la magnificencia que nos rodea, de practicar la gratitud, de valorar a los demás en su diferencia, de abrirnos a lo incognoscible. Esta es la causa mayor de nuestro sufrimiento. Llámese Dios o naturaleza búdica, potencial no expresado o inconsciente creativo, pasamos por alto esa amplitud de la mente y damos por sentado el hecho enigmático de estar vivos; negamos la muerte y nuestra mortalidad y terminamos viviendo en un mundo prefabricado basado en el miedo, el odio y la envidia. Después nos preguntamos: “¿Cómo es que no me siento real; cómo es que no me siento vivo?” La vida se presenta y llega hacia nosotros con su “paquete completo”. No podemos quedarnos sólo con lo que nos gusta. Si eliminamos una parte eliminamos la otra. El buddhadharma nos enseña a abrirnos a la vida en su totalidad y la psicología propiamente entendida tiene el mismo propósito. Es lo único que puede hacernos sentir vivos de verdad.
En el mundo anglo-sajón el diálogo entre el budismo y el psicoanálisis ha sido mucho más estudiado y no existen tantos prejuicios
7. ¿Cómo es ser en México y en Xalapa un psicoanalista que estudia el buddhadharma?
Yo me formé en un instituto “clásico” de psicoanálisis. Hace 30 años se miraban con suspicacia y sospecha los intereses que uno como psicoanalista podía tener con respecto a otros “caminos del espíritu” que pudieran aliviar las penas del alma. Esto ha cambiando considerablemente en la actualidad debido a la gran cantidad de pacientes que llegan a nuestro consultorio con marcadas aspiraciones de descubrir y cultivar caminos como los que propone la meditación budista; pacientes que llegan no sólamente a resolver un conflicto o un problema en específico, sino que los acecha una generalizada sensación de abulia, de aburrimiento, de vacío, de falta de vitalidad y un adormecimiento emocional que es lo que predomina en sus vidas. Yo siempre consideré al psicoanálisis como un “camino espiritual”, una práctica que ha de contemplar los reclamos y necesidades de la psique; psique como alma, en su sentido original. Pero esta no es la visión que prevalece en los institutos de formación. Claro que habría que definir lo que queremos decir con “espiritualidad” y esto es algo que he intentado hacer en "El cuenco vacío”, una definición que sea asequible y “agradable” para el psicoanálisis. El estudio de pensadores como Michel Foucault y Pierre Hadot permite adentrarse en estas cuestiones y desde ahí entender a Freud y otros psicoanalistas de otra manera. No cabe duda que desarrollos como estos han favorecido un cambio de actitud. Por otro lado, el haberme mudado a Xalapa me dio la libertad de ampliar mis intereses sin sentirme perseguido o presionado por las autoridades eclesiásticas, perdón, quise decir psicoanalíticas, encargadas de sancionar quien puede ejercer o no como psiconalista dentro del gremio y que operan desde las grandes instituciones o “templos” de formación. Sin embargo, en México sigue siendo difícil. A mí varios colegas no me consideran psicoanalista debido a mis variados y diversos intereses, los cuales siguen percibiéndose de manera muy compartamentalizada. En el mundo anglo-sajón el diálogo entre el budismo y el psicoanálisis ha sido mucho más estudiado y no existen tantos prejuicios. En esos países es considerable el número de psiconalistas y psicoterapeutas que también practican la meditación budista a fondo. Pero, repito, me parece que las cosas están cambiando y espero que ”El cuenco vacío” sea una contribución en ese sentido.
8. ¿Qué le diría a una persona que se inicia en el estudio del buddhadharma entre las diferencias de la meditación de la tradición zen y la tradición tibetana?
Conozco muy poco de la tradición tibetana. Por lo que sé, el budismo tibetano ha desarrollado prácticas de meditación muy elaboradas. En el budismo zen todo es más simple. Sencillamente ponemos atención a la verdad de nuestras vidas momento a momento, nos abrimos a lo que está sucediendo sin expectativas, sin deseo de logro, sin rechazar y sin aferrarnos a nada. Somos minimalistas. Estudiamos la “mente pequeña” y nos abrimos a poder experimentar lo que llamamos la “Mente Grande”, la mente de Buddha, la mente del asombro. Esto es práctica tanto para principiantes como para avanzados. Es siempre la misma práctica. “¡Pon atención!”. Pon ahí, en lo que sea que esté sucediendo, tu mente-corazón. Cuida tu vida y cuida la vida de los demás. Has todo con atención amorosa. Es la práctica fundamental que enseñó el Buddha.
9. ¿Qué representa el estudio del buddhadharma para las personas que además practican una fe religiosa?
El buddhadharma puede ayudarnos a reconectar con nuestra religión o tradición de origen de una manera fresca, novedosa. Es lo que a mí me ocurrió con el judaísmo. A veces no podemos relacionarnos con la sabiduría de nuestras tradiciones porque las recibimos de manera convencional y dogmática, institucionalizada. El estudio de las enseñanzas del Buddha puede abrirnos a otras posibilidades. Siddhartha Gautama le instruyó a los Kalamas: “Nunca sigan ciegamente a alguien simplemente por que diga que tiene la verdad. Cuestionen todo. Siéntanlo en su propia persona, en su propia experiencia. Pónganlo a prueba. No sigan ninguna doctrina ciegamente ni tampoco a ninguna figura de autoridad”. La fe puede ser peligrosa, peligrosa si solo ofrece respuestas y no permite preguntas, peligrosa si coloca afuera de nosotros todo aquello que puede “salvarnos” o hacernos daño. Para el buddhadharma, es el trabajo con nosotros mismos lo que hace la diferencia, no el poder de un agente externo. La fe se entiende más como confianza, confianza en la capacidad que todos tenemos de transformarnos, de reconocer aquello que tenemos de bueno y de valioso, y no como creencia ciega. Confianza en nuestra naturaleza de Buddha.
10. Usted menciona desde el principio del libro su tradición familiar y práctica de la religión judía, ¿Qué representa el buddhadharma para una persona que viene de una familia judía y que en su vida actual está presente el buddhadharma y la fe judía?
Es cierto que en apariencia la religión judía y la budista no podrían ser más disímiles. Y esto debido a la franca interdicción en el judaísmo hacia todo tipo de edificación de ídolos. Sin embargo, no existe obligación alguna de pensar en el Buddha como un ídolo, por más que observemos a los dévotos de la práctica budista haciendo postraciones y colocando imágenes sobre un altar. Tanto el budismo como el judaísmo comparten un malestar inequívoco hacia todo tipo de idolatría; es decir, hacia todo intento de creer que podemos apresar, aprehender, poseer o concebir la verdad y la realidad de las cosas de una manera absoluta y definitiva. Torah quiere decir instrucción. Dharma quiere decir enseñanza. La Torah y el Dharma nos ayudan a vivir a través de reconocer cabalmente el lugar que hemos de ocupar los humanos en el gran orden de las cosas; a vivir con humildad y gratitud; a formularnos todo el tiempo la gran pregunta de lo que significa estar vivos y de qué es aquello que se espera de nosotros, nuestra responsabilidad con el prójimo, nuestro deber ético en el mundo, etc., etc., todo frente a la radical irrepresentabilidad de lo que nos trasciende pero que simultáneamente nos constituye, llamado vacuidad en el budismo y D-os en el judaísmo. No es una errata escribir así la palabra D-os. Es intencional, justamente para recordar que es imposible comprender completamente lo que queremos decir con esa palabra. Entonces, ¿cómo hemos de vivir los seres humanos con amor y justicia y sin reducirnos los unos a los otros y al mundo en general a cosas u objetos cuyo único propósito sería el de satisfacer nuestras necesidades egoístas? Esta es la gran interrogante. Estar hechos a imagen y semejanza de D-os quiere decir en el fondo que no somos más que proceso irrepresentable, flujo, singularidad, asombro, misterio, naturaleza búdica y que por tanto merecemos el más absoluto de los respetos, todos los seres vivientes. Los budistas responden a esta pregunta de una manera, los judíos de otra y supongo que los cristianos y musulmanes aún de otra. Necesitamos templetes inspiradores para tratarnos, para vivir en el mundo, para morir dignamente; pero no necesitamos ídolos. Así es que, con todas las diferencias que seguro existen, yo he encontrado ejemplos inspiradores tanto en la religión de mis antepasados como en la vida de mis más amados maestros budistas. Y como suele suceder y de ser irónico el destino —así lo describo ampliamente en El cuenco vacío— resulta que la mayoría de mis maestros budistas ¡han sido judíos!
11. Hay muchos intelectuales y famosos judíos que practican el buddhadharma. El historiador Yuval Noah Harari por mencioanar solo uno. Dedica su libro "Homo Deus" a su maestro S.N. Goenka "quien amorosamente me enseño cosas importantes. ¿Cómo puede la meditación y el buddhadharma potencializar, aumentar el conocimiento y los beneficios de quienes practican la fe judía?
12. Ocurre lo mismo con los católicos o los musulmanes ¿Por qué y cómo?
Estoy seguro de que sí. En el fondo, ese es el objetivo de toda búsqueda religiosa verdadera, re-ligar, colocarnos en una posición desde donde podamos reconocer y apreciar la grandeza y magnificiencia de la vida, de todo aquello que trasciende a nuestros pequeños y mezquinos intereses. La vida no es cualquier cosa. No podemos darla por sentada. Recordarlo es lo único que nos permite vivirla plenamente, significativamente, respetándonos y manifestando una buena voluntad hacia los demás, hacia todo lo que conforma esta creación incomprensible.
13. Usted realizó sus estudios en el extranjero, pero vive y realiza su práctica del psicoanálisis y del buddhadharma en México. ¿Su libro está destinado más al público interesado en la meditación y el buddhadharma de México, de habla castellana?
Como mencioné, en el mundo anglo-sajón, la confluencia entre el budismo, la psicoterapia y el psicoanálisis se viene ya estudiando desde hace mucho tiempo. En el mundo de habla hispana es un tema relativamente nuevo. Aunque existen excelentes traducciones de textos en inglés, hay pocas aportaciones originales en castellano y en este sentido espero que "El cuenco vacío" constituya una de ellas. El libro está destinado principalmente a personas practicantes de la meditación budista y estudiosos del buddhadharma que cuentan a su vez con un interés profundo por la psicoterapia y el psicoanálisis. No obstante, yo sinceramente espero que estas ideas puedan llegarle también a psicoterapeutas, sobre todo dentro del gremio psicoanalítico, deseosos de conocer más acerca de la meditación budista y las enseñanzas del buddhadharma y que se vaya gestando un interés cada vez más fértil en torno a la relación entre el psicoanálisis y otros caminos del espíritu.
Nunca ha sido mayor el interés por la meditación que en esté momento, budista o no budista. En estos esfuerzos de autotransformación y autoconocimiento
14. El desarrollo espiritual y el desarrollo humano desde el buddhadharma y desde el psicoanálisis... ¿cómo está en la humanidad ya transcurrido casi un cuarto del siglo XXI?
Creo que en este momento el ser humano está experimentando una enorme encrucijada. Por un lado hay un resurgimineto y recrudecimineto de todas las fuerzas más destructivas que la humanidad ha generado y padecido desde tiempos immemoriales: los fundamentalismos, el fanatismo, la polarización, la cerrazón, el extremismo y la violencia. Definitivamente estamos viviendo de nueva cuenta un deslizamiento cuesta abajo en dirección a la intolerancia y el fascismo, lo cual es verdaderamente preocupante. Existe una soledad existencial y un desasosiego muy profundo en la gente, incluyendo la gente joven, y desde ahí es fácil encaminarse hacia respuestas absolutistas que supuestamente ofrecen una certeza y ponerse en manos de líderes autoritarios que supuestamente detentan esa certeza. Pero es paradójico, porque esta misma soledad y descontento están provocando también que muchas personas quieran acercarse cada vez más a la sabiduría de las tradiciones milenarias. Nunca ha sido mayor el interés por la meditación que en esté momento, budista o no budista. En estos esfuerzos de autotransformación y autoconocimiento, en esto que yo llamo en el libro un “descontento sagrado”, es que radica la esperanza para la humanidad.a
Necesitamos un mundo cargado de mayor aceptación y de mayor compasíon —y con más sentido del humor
La perfección no es el objetivo de la práctica, sino poder abrirnos con mente-corazón amorosa hacia la asombrosa y mágica imperfección de la vida, el proceso de la vida
15. Además de su hija Julia, dedica el libro a todos los platónicos desilusionados que han de aprender a vivir en este mundo revoltoso. ¿Qué aporta el buddhadharma y contribuye su libro en ese aprendizaje?
Bueno, en el fondo este es un recordatorio que yo me hago a mi mismo. Puede ser que en nuestro propio deseo de transformarnos nos volvamos muy exigentes, muy puristas, muy perfeccionistas, muy serios, repitiendo la dificultad que justamente veníamos a aliviar. Necesitamos un mundo cargado de mayor aceptación y de mayor compasión —y con más sentido del humor—. Para que esto pueda ser así, hemos de comenzar con poder reconocer nuestra propia imperfección, nuestra humanidad siempre descompuesta. En definitiva, somos como un rompecabezas donde no encajan todas las piezas. Los ideales son buenos siempre y cuando operen como un horizonte, como fuentes de inspiración. Pero si nos proponemos alcanzarlos a toda costa nos volvemos unos fanáticos y terminamos haciéndonos mucho daño a nosotros mismos y a los demás. Todos traemos a un fanático adentro. Entonces la medicina se convierte en el veneno. Bueno, al menos este ha sido mi caso. Yo he tenido que aprender a través de muchos tumbos y equivocaciones, muchos años de psicoanálisis, muchas pláticas con mis maestros y maestras del Dharma, muchos jalones de oreja por parte de mis amigos y las personas que me quieren, que así no funciona, que éste no es el camino. La perfección no es el objetivo de la práctica, sino poder abrirnos con mente-corazón amorosa hacia la asombrosa y mágica imperfección de la vida, el proceso de la vida, el misterio de lo que significa estar aquí, desenvolviéndonos. Sólo así podremos aceptar también la imperfección de los otros y desarrollar aquello que sin duda es el producto más importante de la práctica, el buen trato. El buen trato, ¡sin duda lo que más hace falta en este planeta! Para mí, el Buddha no es un dios, no es un ídolo, sino un increíble ser humano que pudo aceptar esta vida como es, con su dolor, incompletud, incolmabilidad y sufrimiento, y aún así manifestar una vida plena, considerada, tierna, amorosa y sabia. La vida es revoltosa y creo que lo seguirá siendo, entonces creo que el propósito de la práctica no es terminar de una vez por todas con ello sino desarrollar las herramientas para aprender a navegarla.
16. Montaña Despierta en Xalapa, Veracruz, de qué trata este experimento "sui generis"
En Montaña Despierta, somos un grupo de amigos y amigas espirituales que nos reunimos a practicar la meditación y una manera de vivir asentada en los principios arriba mencionados. Nos tratamos con respeto y nos apoyamos mutuamente, le damos la bienvenida a todas las personas que quieran unirse. Somos un grupo no sectario, no jerárquico, no dogmático. Practicamos principalmente la meditación budista inspirada en el budismo zen, pero recibimos enseñanzas de otras tradiciones, como por ejemplo, el judaísmo. Invitamos a nuestros maestros y maestras a conducir retiros de meditación varias veces al año y lo llevamos haciendo ya durante más de quince años. Se da una transmisión de “mano cálida a mano cálida” y de “corazón cálido a corazón cálido”. Intentamos que no predominen los protagonismos y aceptamos aprender de nuestros errores. Ponemos el trabajo personal en primer lugar. Somos una organización que no tiene fines de lucro y que se ha convertido en un verdadero refugio para muchas personas en la comunidad, tanto en Xalapa como en otros lugares de México.
Si no ponemos atención no podemos conocer y si no podemos conocer no podemos cuidar. Si no podemos cuidar no podemos amar
17. ¿Qué importancia tiene la meditación para el desarrollo espiritual
Lo diré en dos palabras, nos ayuda a poner atención. Empezar a poner atención a nuestras vidas, a nuestro mundo interno, a todo lo que nos rodea. Sólo cuando empezamos a poner atención dejamos de actuar de manera confundida y automática. Aprendemos a responder en vez de reaccionar, a responder con una mayor sabiduría y compasión. Generalmente se cree que el objetivo de la meditación es la calma y la paz, pero esos son sólo productos secundarios. El objetivo es abrirnos a la vida en su totalidad y para ello hemos de aprender a tomar consciencia y a poner atención, atención amorosa, hacia todo lo que nos ocurre. En el fondo la meditación ni siquiera tiene un objetivo. Dogen dijo: practicamos no para convertirnos en buddhas sino porque ya somos buddha. La meditación es la expresión de nuestra naturaleza dignificada, la capacidad que tenemos de estar presentes con entereza e integridad. Si no ponemos atención no podemos conocer y si no podemos conocer no podemos cuidar. Si no podemos cuidar no podemos amar. Y amar es conocer. El estar presentes a nuestra vida es el acto de amor más consumado al que podemos aspirar.
Un retiro es parecido a un entrenamiento: cultivamos el músculo de la paciencia, del esfuerzo, de la generosidad, de la visión clara y penetrante. Nos prepara para la vida
18. Por qué son importantes los retiros para el conocimiento del buddhadharma, la práctica de la meditación y el desarrollo espiritual
Los retiros son esenciales para la práctica y el conocimiento del buddhadharma. En el zen llamamos a un retiro sesshin, que quiere decir “congregar la mente”. Normalmente vivimos distraídos, corriendo en pos de tantas cosas, nuestra mente saltando como un changuito de aquí para allá —y no podemos parar—. Un retiro nos ayuda justamente a detenernos, a concentrarnos, a observarnos y a soltar; nos ayuda a regresar a esa fuente de vitalidad verdadera y no artificial que es la que nos nutre. A través del silencio y de la intensidad de la práctica junto con otros redescubrimos lo que es realmente importante en la vida, lo que verdaderamente queremos hacer. Alineamos nuestras intenciones más profundas. Un retiro es parecido a un entrenamiento: cultivamos el músculo de la paciencia, del esfuerzo, de la generosidad, de la visión clara y penetrante. Nos prepara para la vida. Entrar a un retiro comporta un acto de hacer silencio. Nada tiene que ver con escapar o retirarnos del mundo. Al contrario, es algo así como un clavado de regreso al mundo, pero desde otro lugar. Para descubrirlo es necesario tocar un tiempo y un espacio sagrados, diferentes a todo lo demás que comúnmente habitamos en el trajín de nuestras vidas. Eso es lo que quiere decir hacer silencio. Y por lo mismo las palabras nunca alcanzan para describir lo que ocurre en un retiro, en ese espacio y tiempo sagrados. Es una experiencia que se tiene que probar, que hay que vivirla. El mundo es el templo, la vida de todos los días es el camino, lo ordinario es lo extraordinario, nuestras relaciones son el crisol donde encontramos significado, pero para descubrirlo hemos de tocar de tanto en tanto ese otro tiempo y espacio que es sagrado. Esta es la oportunidad que nos ofrece un retiro.
19. La meditación es una moda por el "mindfulness" o hay en realidad un mayor conocimiento y práctica en Occidente, en México.
La meditación puede fácilmente convertirse en una moda por como se presenta el “mindfulness” aunque, de manera más peligrosa, puede convertirse en una forma sofisticada de autoexplotarnos, autoexigirnos, forzarnos a cumplir con algún ideal enajenante de nuestra cultura, como lo expresa el filósofo coreano Byung-Chul Han; expectativas que lleguen a hacernos creer que es posible dejar de sufrir y que somos capaces de todo; ideales promovidos por un capitalismo voraz como aquél en el que vivimos: de ser más, más de esto, más de lo otro, más sanos, más productivos, más completos, inclusive más “iluminados”; pero siempre más, más y más y siempre otro. En este sentido, cualquier disciplina o práctica espiritual puede convertirse no sólo en un protocolo superficial, sino en una nueva manera de maltratarnos o de ejercer violencia. Ante estas demandas lo más seguro es que terminemos sintiéndonos como un fracaso. Todos queremos dejar de sufrir, deseamos despertar, iluminarnos, transformarnos, etc.; pero para lograrlo hemos de estar dispuestos a pagar un precio: tenemos un precio que pagar. Esto es lo que nos cuesta trabajo entender. Hemos de encarar nuestras partes más dolorosas, indeseables, oscuras; hemos de renunciar a algo y salir de nuestras zonas de confort; hemos de entregarnos a la ardua tarea que implica todo trabajo verdadero, todo trabajo en y con la verdad. Si se aborda la práctica de la meditación o del “mindfulness” simplemente como un producto más del self-help que promueve nuestra cultura para “ser mejores”, para “ser felices”, utilizaremos como mucho un mejor maquillaje, pero estaremos efectivamente perdidos.
Nunca hay que dejar de hacer, de entregarnos con todo a la labor de construir un mundo mejor, más justo y compasivo. Y definitivamente nunca habríamos de perder la esperanza. El ser humano siempre puede sorprendernos
20. En un mundo revoltoso, en un México revoltoso, cómo visualiza el crecimiento espiritual y el desarrollo humano de aquí al año 2030
Muchos hablan de “dolores de parto” y que quizá en estos momentos estemos entrando a una nueva era. El crecimiento espiritual y el desarrollo emocional e intelectual del ser humano han sido necesarios desde los tiempos del Buddha, si no es que siempre. Y siempre lo seguirán siendo. Yo no lo sé. A veces siento que el ser humano no tiene remedio y me preocupan de sobremanera, como a muchos otros, los eventos y desarrollos que están ocurriendo a lo largo y ancho del planeta. Me identifico con la descripción que hacia el filósofo francés Michel Foucault de sí mismo como un “pesimista hiperactivo”. Freud también lo era. Nunca hay que dejar de hacer, de entregarnos con todo a la labor de construir un mundo mejor, más justo y compasivo. Y definitivamente nunca habríamos de perder la esperanza. El ser humano siempre puede sorprendernos. Pienso que sería muy bueno organizar días de meditación en todo el mundo, por ejemplo, días que representaran una especie de desobediencia civil, una protesta, un regreso a lo esencial de nosotros mismos. Imagínense un día donde todas las personas detuvieran lo que están haciendo para sentarse por unos instantes a meditar, tomando la postura de meditación por unos momentos en todos los parques o las plazas o donde sea que estuvieran, en medio de lo que estuvieran haciendo; imagínense de pronto a todos los niños meditando en las escuelas o hasta los políticos en sus asientos del congreso, ¡meditando en vez de planeando guerras! Imagínense que por un segundo pudiéramos estar conscientes de nuestra respiración, de nuestros pensamientos y sentimientos, de lo que estamos hechos, de nuestra locura. Abriríamos los ojos y a lo mejor miraríamos el mundo de forma diferente, nos veríamos los unos a los otros de manera diferente. No lo sé. Como decía, no soy la persona más optimista. Sin embargo, estoy seguro que no hemos de rendirnos. No debemos de rendirnos, sobre todo, de llevar a cabo ese urgente, arduo y microscópico proceso de conocernos e intentar transformarnos. Las generaciones futuras nos lo exigen. Se lo debemos a las generaciones futuras. Hagámoslo de aquí al 2030, hagámoslo durante los próximos tres minutos, no importa. Pero hagámoslo ya. “Tomando una taza de té, paramos la guerra”, reza un dicho zen. Cada vez que nos detengamos a escuchar, ya sea el cantar de un pájaro o el crujir de nuestros pasos, recordemos que esta vida es efímera y este mundo muy frágil. Tal vez así podamos empezar a apreciarlos.
Sergio Stern es psicoanalista en práctica privada desde 1989. Hizo su licenciatura en la Universidad de California, en Berkeley, y realizó estudios de posgrado en la Asociación Psicoanalítica Mexicana, en el Instituto de Psiquiatría, King’s College London, Reino Unido, y en la Universidad de Duquesne en Pittsburgh, Pennsylvania, donde cursó una maestría en existencialismo y fenomenología. Nacido en la ciudad de México en 1963 en el seno de una familia de inmigrantes judíos provenientes de Europa del Este; a lo largo de su trayectoria ha impartido numerosas pláticas sobre budismo y psicoanálisis en distintos centros de meditación y publicados artículos académicos y de divulgación sobre el tema. Vive en la Ciudad de Xalapa, Veracruz, México, y es fundador de Montaña Despierta, un espacio para la práctica de la meditación inspirada en el budismo zen, ubicado desde el 2008 en dicha ciudad.
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