Esta quinta entrega por el 100 aniversario de la entrevista de Francisco Villa para EL UNIVERSAL inicia con un fragmento de las palabras de estima y afecto con que el revolucionario recordó a su difunto amigo, un personaje cuyo nombre se ha escuchado mucho este 2022: el general Felipe Ángeles.
Como ya era usual para los huéspedes de la hacienda de Canutillo, la cena transcurría una vez más en plática con el general Villa , quien de nuevo hablaba orgulloso de sus cualidades: “Yo, señores, soy un soldado de verdad. Yo puedo movilizar cuarenta mil hombres en cuarenta minutos”.
Nuestro reportero, Regino Hernández Llergo, no ocultó su asombro, y Villa le hizo saber que comprendía que semejante declaración eran “palabras mayores”. Explicó que pese a saber que no era un “hombre culto”, sí contaba con otro atributo: “…pero tengo inteligencia, una inteligencia dotada por la Naturaleza”.
Regino comentó que el poeta peruano José Santos Chocano, también diplomático y revolucionario, afirmó alguna vez que Villa era “como una buena mezcla de Bolívar y Napoleón”, referentes que servían como base para que el periodista reconociera que era un “genio” en temas bélicos.
Por su parte, el duranguense tomaba sus antecedentes militares como sustento, pues precisó que lo que decía ya lo había hecho, habiendo tenido a su mando hasta 60 mil hombres, durante la Revolución.
En esa conversación se mencionó como ejemplo la organización de las fuerzas villistas en su entrada a la Ciudad de México en diciembre de 1914. “¡Y eso que sólo eran 23,000 hombres!”, agregó Villa.
El único punto en que el caudillo dejó de atribuir méritos a su persona llegó al mencionarse al extinto general Felipe Ángeles , revolucionario maderista y “un hombre a quien yo quise mucho”, como confesó el propio Villa.
“Pero toda esa buena organización se la debí al general Ángeles, una gloria de mi raza, un hombre muy bueno a quien debo gran parte de mis conocimientos militares.”
Los "conmovidos" elogios de Villa a Felipe Ángeles continuaron hasta que le mostró a Regino y al fotógrafo Fernando Sosa el busto de bronce que mandó a hacer, con el rostro de su amigo. Pesaba una tonelada y le costó 5 mil pesos de entonces.
Pancho Villa no era el único que se quedó con tan buena impresión del general Ángeles, esto lo comprobó Regino días después, tras terminar su estadía en Canutillo. Como buen periodista, el enviado de EL UNIVERSAL investigó más a fondo el aprecio que vio de parte de la población en Chihuahua para el militar caído.
Felipe Ángeles fue un general hidalguense, se destacó en artillería y se proclamó partidario y amigo de Francisco I. Madero, hasta el final. Al respecto, Hernández Llergo averiguó que justo en Chihuahua podía visitar la casa donde más tarde el pueblo veló su cadáver, tres años antes de esta entrevista.
En noviembre 1919, cuando intentó luchar contra el gobierno de Carranza, Felipe Ángeles fue entregado por el mayor Félix Salas, de entre sus propias filas. En el sitio web del nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles se dice que presuntamente el entonces presidente Venustiano Carranza habría ordenado su asesinato.
En efecto, en su momento como ahora, resalta la radical postura del Consejo de Guerra que se le aplicó en el Teatro de los Héroes, Chihuahua, con todo y las numerosas peticiones de civiles, locales y del resto de la República, que abogaban por su perdón.
Hubo quienes llegaron al grado de expresar que le debían la vida, pues sin su buena influencia Francisco Villa habría tomado más vidas durante la Revolución. Pero fue en vano. Se le acusó de rebeldía militar y se le condenó a la pena capital: morir ejecutado por fusilamiento.
Baste decir que la misma mañana que EL UNIVERSAL publicaba en la Ciudad de México que se había suspendido su ejecución, en Chihuahua a primera hora lo llevaron al paredón, donde él mismo dio la orden de fuego a sus verdugos.
Fue la casa de la familia Revilla donde amigos y simpatizantes velaron el cuerpo de Ángeles. La señora Revilla explicó que ella y sus dos hijas habían sido amigas de la esposa del hidalguense, de modo que durante los días del proceso penal ellas le llevaron comida.
Afirmó que además de mostrarse valiente, empatizó con quienes lamentaban que se le dictara la máxima pena. “No lloren, muchachas, que estas son cosas del Destino”, les decía a las hijas de Revilla.
De acuerdo con la entrevistada, aunque se había dispuesto que la ejecución tomara lugar en un cerro cercano, las autoridades temieron que el pueblo se amotinara para lograr el escape con vida de Felipe Ángeles, por lo que determinaron fusilarlo en el cuartel donde lo tenían preso.
Antes de morir, encomendó al mayor José Cordero darle un abrazo a cada alumno del Colegio Militar que encontrara. Revilla mencionó que dos de los soldados, tras abrir fuego, "lloraron como chiquillos". No era para menos: al general lo precedía su fama como profesor de varias generaciones de cadetes.
Debido a las actividades de Villa, que procuraba nunca dejar de supervisar el trabajo en Canutillo, Regino, Sosa y la aventurera Emilia tuvieron algunos ratos de ocio. Ya fuera dormir como Sosa, o como Emilia, jugar con el hijo menor de Villa y conversar con su esposa Betita de la moda parisina.
El quinto día de la semana que pasaron en Canutillo, el general tuvo que ausentarse además por una enfermedad con síntomas de catarro. Cuando se reunió con sus invitados a la hora de la comida, él mismo propuso el tema.
“Quién creen ustedes que fue el primero en decir que Carranza era un tirano ?”, les preguntó, pero ninguno de los tres recordaba algo al respecto.
Tras decirles, satisfecho, que el crédito era suyo, les compartió una anécdota sobre Adolfo de la Huerta, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, que en conversación coincidieron en que Carranza era un tirano, con el detalle de que “Fito” le atribuyó a Villa ser el primero en expresarlo. Esta revelación dio lugar a otra anécdota del "Centauro del Norte":
“Cuando yo estaba luchando al lado de él, mientras veníamos derramando sangre de hermanos por delante, Carranza se venía banqueteando en las ciudades que nosotros íbamos tomando”.
Según declaró Francisco Villa, esto sucedió por igual en las ciudades de Torreón, Juárez y Chihuahua, pero en la última ocurrió algo más. Villa asistió al banquete en esa ocasión, y luego de que varios de los presentes ofrecieran algunas palabras sobre la patria, Hidalgo y Juárez, se propuso que también el general Villa hablara.
Presionado también por Carranza, Doroteo Arango dijo: “Brindo esta copa porque pronto sea un hecho el triunfo de la causa por la que hemos derramado tanta sangre de hermanos, y quiero decir que esa sangre de hermanos se está derramando por el triunfo de un ideal, y no por el triunfo de un hombre. He dicho”.
Según agregó, en ese momento Carranza lo miró enojado y respondió “Ya lo sé”.
Villa estuvo de acuerdo en que se considerara esa ocasión como su ruptura con Carranza, de quien comentó que “era un hombre que aventaba a todo aquel que no quisiera sujetarse a su voluntad […] Cuando quería hacer algo, aunque le mostraran su error él no hacía caso de nadie y seguía hasta el fin”.
Aunque el guerrillero atribuyó la muerte del constituyente a esas cualidades, al momento siguiente “como arrepentido” indicó que si bien no era su intención hablar mal de su “raza”, a la vez confesó “creo que mi opinión sobre don Venustiano es justa”.
Mañana en la sexta parte, un penúltimo fragmento de esta entrevista exclusiva en su centenario.
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